MADRID, 21 (OTR/PRESS) Parece que la Unión Europea comienza a darse cuenta de que la masacre de Gaza es un genocidio que las democracias occidentales no deben tolerar. Y hay que reconocer también que Pedro Sánchez lleva un año pidiendo a Bruselas, acompañado únicamente por Irlanda, que se tomen medidas para parar las matanzas de niños, adolescentes y mujeres. Ahora que Netanyahu ha decidido, con el apoyo de Trump, anexionarse la franja de Gaza, le sobra la población palestina, así que la estrategia consiste en bombardeos masivos y los que sobrevivan, matarles de hambre. Las imágenes de los niños desnutridos y moribundos apelan a nuestra mala memoria. ¿Quién no recuerda las imágenes de la liberación de los campos de exterminio nazis, con aquellos hombres famélicos como fantasmas, únicos supervivientes del holocausto?. Pues ahora es lo mismo. Solo que las víctimas han cambiado de bando. Por fin, Europa ha decidido dejar de mirar para otro lado y revisará su acuerdo de asociación con Israel por violaciones de los derechos humanos. Mas lejos ha llegado el Reino Unido, que suspende las negociaciones de un acuerdo comercial. En España, el Congreso de los Diputados ha aprobado el embargo de armas con el voto en contra del PP y de VOX. De la extrema derecha de VOX era esperable. Pero, ¿ a que juega el PP de Feijoo? En la sesión de control al Gobierno acusó a Sánchez, que le recriminó su "falta de humanidad ante la barbarie de Gaza" de "crear cortinas de humo". A esa misma hora se sabía que veintitrés personas habían muerto en Gaza esa madrugada por los bombas israelíes. No conviene mezclar los conflictos que cercan al Gobierno, (caso Abalos, filtración de WhatsApp, caso fiscal general o el gran apagón) con el genocidio gazatí. Ni convertir la labor de oposición en el no a todo, incluso al respeto de los derechos humanos. Ya tocaba que gobernantes como Macron, conservador como Feijoo, cedieran a la necesidad de intentar parar la operación "Carros de Gedeón", con la que Netanyahu pretende arrasar Gaza. Escalofría pensar que, mientras millones de ciudadanos europeos contemplaban el festival de Eurovision, sus fuegos de artificio, sus trajes de lentejuelas, y sus canciones banales - y además votaban masivamente a la cantante israelí, abrazada a su bandera-, más de cincuenta personas morían bajo las bombas.
|