El auge de los partidos ultraconservadores y de extrema derecho en los últimos años podría tener un impacto negativo en la salud de la población, según suquiere un estudio realizado por la Cooperativa Aplica, en el que se sostiene que estas formaciones niegan evidencias científicas, vulneran Derechos Humanos fundamentales y refuerzan desigualdades sociales estructurales. La investigación, publicada en la revista 'American Journal of Public Health', ha analizado más de 150 artículos para identificar los mecanismos a través de los cuales los discursos y políticas de extrema derecha impactan en la salud, concluyendo que tienen un "claro impacto negativo" no solo por sus acciones políticas relacionadas con los sistemas sanitarios o de protección social, sino por el impacto que tienen sus discursos y estrategias de comunicación en la sociedad. "Caracterizada por el autoritarismo, la injusticia, el racismo, la misoginia, la homofobia, la transfobia, la retórica polarizadora y una propensión a la violencia, la extrema derecha suele emplear argumentos negacionistas contra la evidencia científica, incluyendo la oposición a las políticas de protección ambiental", han afirmado los investigadores. Entre las principales características de estos movimientos con "potencial impacto" para la salud se encuentran el autoritarismo, señalando que los valores que erosionan la democracia también dificultan las respuestas sanitarias equitativas y transparentes, además de subrayar que los países menos democráticos presentan peor esperanza de vida y una mayor mortalidad infantil. El negacionismo científico acaba debilitando la confianza en medidas basadas en evidencia, afectando la efectividad de las políticas de salud pública, y su antiecologismo les hace promover políticas que agravan la degradación ambiental, lo que afecta a la salud global. Del mismo modo, ha destacado que sus políticas "ignoran" las desigualdades estructurales y aumentan la desigualdad socioeconómica, lo que afecta negativamente a la salud física, mental y social de la población, especialmente en los colectivos más vulnerables. El racismo es otra de sus principales características, lo que se relaciona con peores hábitos de vida entre quienes lo sufren, como una menor actividad física o una peor dieta, así como una mayor carga de enfermedades, estrés crónico y baja autoestima. Su "misoginia" y su "rechazo" a los avances en igualdad de género provoca una perpetuación de las diferencias estructurales y la violencia de género, lo que conlleva "graves consecuencias" para la salud de las mujeres; sus discursos discriminatorios también generan rechazo y estigmatización contra el colectivo LGBTQIA+, aumentando su riesgo de sufrir problemas de salud mental y de provocar barreras en el acceso sanitario. Estos mensajes de odio y polarización acaban erosionando la cohesión social, generan ansiedad, estrés colectivo e incluso la justificación de la exclusión y la violencia, lo que a su vez alimenta agresiones y delitos de odio con "impactos directos" en la salud física y mental, además de provocar "traumas duraderos" en comunidades y generaciones. Aunque los investigadores han manifestado que estas características no son "exclusivas" de la extrema derecha, sí han señalado que su auge supone un riesgo de regresión de todas las cuestiones mencionadas, motivo por el que han abogado por adoptar una "postura consciente" ante esta realidad. "Este contexto de escalada de la extrema derecha exige una reflexión sobre sus posibles impactos en la salud, especialmente tras la experiencia de la pandemia de Covid-19, que ofreció varios ejemplos de hacia dónde podrían dirigirse las políticas sanitarias de la extrema derecha", han concluido.
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