
Apenas faltaban 33 kilómetros para que el tren Alvia procedente de Barcelona hiciese su próxima parada en Logroño, a las 12,52 horas de ayer, lunes, pero en un momento dado el tren se paró con cerca de 170 pasajeros dentro. La intuición del maquinista, que ya estaba viendo fallos eléctricos, hizo que, a pesar de la incertidumbre, el mal trago para los pasajeros fuera menor al parar frente a la estación de tren de la localidad riojana de Alcanadre.
Un lugar sin parada para este tren pero que, sin duda, fue el primer golpe de suerte para todos los pasajeros que allí se encontraban.
Sin mucha información al principio, ni en el propio tren ni en la estación de Logroño, donde reinaba el desconcierto sobre todo entre los familiares que esperaban a los viajeros, los pasajeros -ajenos todavía a la magnitud del apagón- pudieron vivir su segundo golpe de suerte al poder tener las puertas abiertas del tren con total seguridad.
Por lo que, poco a poco, algunos de ellos, y a la vista de "que iba para largo", según les decían desde RENFE, empezaron a salir, siempre con el visto bueno de ferroviarios.
Y allí, justo en frente de la estación de Alcanadre llegó el tercer golpe de suerte de los pasajeros. Y esta vez gracias a la buena voluntad y el apoyo de los trabajadores y propietarios de la bodega Gómez Aguirre. Una empresa familiar, que data de al menos 1900, y cuyos empleados se encontraban trabajando en el interior de su bodega cuando todo pasó.
Así lo ha explicado a Europa Press, una de las propietarias, Marta Gómez, quien ha recordado cómo fue ese momento: "Nos encontrábamos en la oficina cuando de repente se nos fue la luz y el servidor que tenemos empezó a pitar. Yo me levanté de la silla para ver qué había pasado y vi que era importante cuando desde la ventana pude ver que el Alvia había parado aquí cuando no había parada".
"Al ver que no había luz en todo el pueblo y que el tren estaba parado salimos a ver qué pasaba", relata. Todo ello junto a la también propietaria Clara Gómez.
"HICIMOS LO QUE HUBIERA HECHO CUALQUIER PERSONA"
Y, de repente, "y sin saber muy bien qué pasó" comenzó un día que no olvidarán nunca. "Salimos a la calle y vimos a la gente que salía del tren. Así que, como hubiera hecho cualquier otra persona, decidimos ayudar en lo que podíamos".
"Les dimos agua, galletas, atún... lo básico... sí que es cierto que la máquina de café no funcionaba pero, como no podía ser de otra manera, estando donde estamos, también les dimos vino... fue todo sin pensar, pero hubiéramos hecho lo que cualquiera en nuestro lugar hubiera hecho, ayudarles porque estaban desconcertados", explica.
Como recuerda "la gente nos pedía si podía cargar los móviles pero claro, sin luz, tampoco se podía". Pero finamente "algunos sí que pudieron hacerlo. Había mucha desinformación, no había manera de llamar a nadie, pero finalmente todo fue bien".
Además, señala, "ante la incertidumbre, mi hijo y otras personas también les ayudaron a bajar a Logroño en sus coches. Hicieron varios viajes y la gente estaba muy agradecida. Nos decían que iban a volver a comprar vino otro día".
La verdad es que "fue un momento único. Yo ahora pensando lo veo como algo normal, es lo mínimo que podíamos hacer. Dejarles el baño, por ejemplo, qué menos... si no, qué iban a hacer".
Gómez relata "que fue un día de mucha solidaridad. Había muy buen ambiente a pesar de la incertidumbre y fue un día muy especial que tardaremos en olvidar. Algunas personas no abandonaron el tren pero la mayoría que quisieron bajar, nos tuvieron ahí".
Después de varias horas, finaliza, "sobre las 18,30 o 19,00 horas llegaron varios autobuses, uno para Logroño, otros para Bilbao y Miranda para que los que todavía quedaban en el tren pudieran llegar a su destino".
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