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La tanqueta

Rafael Torres
jueves, 25 de noviembre de 2021, 08:03 h (CET)
MADRID, 24 (OTR/PRESS) Siete militares resultaron heridos ayer al despeñarse y volcar el BMR en que se desplazaban por el campo de tiro de El Teleno, en León. Una tanqueta igual, pero desarmada, desprovista de todo elemento ofensivo y adscrita a la Unidad de Intervención Policial, anduvo estos días pasados rulando por Cádiz, añadiendo tensión con su sola presencia al fragor de las protestas de los trabajadores del Metal, y lo que se despeñó en éste caso no fue tanto la imagen de las fuerzas de orden público dependientes de Interior, como el propio concepto que del Orden Público ha de regir en una nación civilizada.

Se valora, sin duda, que el blindado sobre ruedas en cuestión sea producto del reciclaje, pues esos artefactos cuestan nuevos un dineral y, reconvertidos al uso civil con apenas una capa de pintura azul, el añadido de una pala frontal y el logo de la Policía, pueden hacer el apaño de apartar de la vía pública los obstáculos, algunos en llamas, que van dejando los disturbios, salvaguardando la integridad física de los agentes, pero mucho menos aceptable, nada, es su irrupción en medio de una protesta laboral marcada, comprensiblemente, por la desesperación y la ira.

Si la mona vestida de seda, mona se queda, también la tanqueta militar vestida de azul, tanqueta militar se queda. Es cierto que ese armatoste puede ser de utilidad en situaciones de extrema gravedad, como las de ataques terroristas, para defender a los ciudadanos de quienes tan vilmente les acometen, pero no tiene sentido su empleo para amedrentar, siquiera con su mera presencia, a los ciudadanos precisamente, y menos cuando ejercen su legítimo derecho a la manifestación y a la huelga.

Y muchísimo menos, si cabe, cuando esos ciudadanos son trabajadores que soportan índices de paro altísimos, jornadas de trabajo extenuantes, temporalidad, precariedad, salarios de hambre, y sólo piden la mejora de sus condiciones y el compromiso del Gobierno de revertir la deriva hacia la decadencia total de Cádiz.

La tanqueta, en efecto, no pinta nada en una ciudad a la deriva económica y social, y entre una gente que no se resigna a ella. Desde luego que indigna y apena la violencia que se genera, así la de los que destruyen el mobiliario urbano sin ton ni son y atacan con piedras o tuercas a los agentes, como la que éstos usan desatentadamente en momentos puntuales con desproporción y escasa profesionalidad, pero la tanqueta esa, cuyo trabajo lo puede hacer perfectamente una excavadora o un tractor cuando la bronca haya pasado, no puede disimular su naturaleza, ni mejorar su inquietante simbolismo, con una capa de pintura azul.

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