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Carrillones (I)

Nieves Fernández
Nieves Fernández
sábado, 10 de septiembre de 2005, 22:26 h (CET)
Hay que ver cómo suena en el mundo campanil la historia de los carillones, desde los más antiguos fechados en el siglo XVII hasta el carillón Móvil de Praga, uno de los más modernos del mundo con 57 campanas, o el original y cervantino de Ciudad Real, hay toda una gama de anécdotas que merecen ser contadas.

Me informo que un reloj carillón es el reloj que tiene un conjunto de campanas que al sonar producen melodías, quedando así convertido en un verdadero instrumento musical, pues las campanas fundidas en bronce han sido afinadas con bastante precisión, de modo que al ser percutidas con los badajos unidos a unos cables por un sistema de articulación llamado, consola puede ser accionado bien manual o electrónicamente e interpretar música.

La tradición de las campanas musicales se inicia en el norte de Europa, aunque como muchos otros instrumentos musicales, los primeros carillones probablemente aparecieran antes en Oriente.

El carillón más grande de España y uno de los más grandes del mundo está en Villareal (Castellón) con nada menos que 72 campanas. Emite una melodía distinta en cada hora marcada durante todo el día, desde que en 1988 diera el concierto inaugural Aimé Lombaert, uno de los carillonistas más prestigiosos del mundo. También ofrece villancicos en Navidad y un domingo al mes acuden concertistas profesionales, además si se les pide a las Monjas Clarisas, hace servicios especiales en bodas y funerales.

La mayoría de los carillones antiguos tienen un gran peligro ya sea por su deterioro, conservación e incluso su desaparición. Algunos son harto incomprendidos, unos les tachan de emitir un ruido infernal, sobre todo si se vive cerca, en cambio otros les aplauden por su celestial sonido, es el caso de la Iglesia de San Sebastián en Palma de Mallorca, al que han acusado de contaminación acústica. Pobre carillón que vino a sonar en el 2000 para el tercer milenio.

No ocurre así con el Carillón del Palacio de la Generalidad de Cataluña, de 49 campanas y 4 octavas musicales que es un auténtico Carillón de Concierto y eso a pesar de suplir al viejo carillón alemán que ya hubo en 1927. Es aquí donde se desarrolla el Festival Internacional de Carillonistas que gran éxito goza en verano, tanto por la afluencia de público como por los importantes concertistas invitados.

Las obras que un carillón puede interpretar pueden ser composiciones originales, trascripciones de obras escritas para otro instrumento o arreglos de himnos, melodías populares o del folklore como las seguidillas manchegas y los fragmentos de zarzuela del ya citado reloj cervantino ciudadrealeño que con las tres figuras autómatas de Cervantes, Don Quijote y Sancho Panza hacen que, junto a sus 14 campanas, atraiga a viandantes y curiosos cuatro veces al día, como si se tratara de una sonora flauta de Hamelin con forma de campana.

Claro que hay carillones que merecen otro tipo de música como el de La Merced de Santiago de Chile a quien los artistas argentinos Enrique Santos Discépolo y Alfredo Le Pera le compusieron un tango cuyas primeras estrofas dicen así: “Yo no sé por qué extraña/ razón te encontré/ Carillón de Santiago/ que está en la Merced/ con tu voz inmutable/ la voz de mi andar/ de viajero incurable/ que quiere olvidar.” Curioso carillón que hace muy poco tiempo albergaría en sus campanas en un acto solemne la melodía de su nombre con un Concierto de Tango para ofrecerlo a la memoria de sus compositores.

Pero para melodías las más de 500 de su vecino y también chileno carillón de Castro, un nuevo carillón electrónico que en el pasado agosto ha estrenado la comunidad franciscana castreña aunque ha sido patrocinado por varias empresas de la zona y hasta por un senador y un diputado como medida de urgencia porque en el pueblo se estropearon las campanas.

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