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Preparando la farsa: III acto

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En un plazo tan corto como dos días, en Francia se ha coartado la libertad de expresión para preservar la intimidad de una princesa británica y, en el sagrado nombre de esa misma libertad de expresión, se ha permitido que se ofenda severamente a 1200 millones de musulmanes.

Francamente, ya sospechaba que la princesa británica ésa, de la que según parece algunos medios amarillos publicaron fotografías en las que estaba desnuda, tenía tetitas y culito y todo eso que suelen tener todas y cada una de las mujeres. Sin embargo, parece que las tetitas principescas gozan de un esplendor lo bastante inusitado como para que se muevan los tribunales franceses de un día para otro y, ¡zas!, prohibido exhibirlas en Francia, y tanto más en Gran Bretaña, donde la censura ya impidió por el artículo 33 la publicación de esas fotografías… por vejatorias. Y es que, efectivamente, es muy ofensivo que la gente se crea que la realeza puede tener lo mismo que los siervos, siquiera sean tetitas. Su sangre, en fin, es azul, y no van al baño por que los dioses no hacen caquita.

Cosas del poder, supongo. Manías, tal vez, que contrastan con que en ese mismo día una revista francesa, para aprovechar el tirón y forrarse con el enfado que los musulmanes estaban demostrando con una peli norteamericana absurdamente tan ridícula como ofensiva sobre el profeta Mahoma, publicara ciertos chistes –sin la menor gracia y carentes de toda moralidad o buen gusto- que ridiculizaban igualmente al Profet, echando así gasolina al fuego. Todo ello, ambas cosas, claro, coartadas e impulsadas, según, en el sagrado nombre de la libertad de expresión, siendo que en el segundo caso, el de la infame revista ésa, sus ganancias la han obtenido en base a la sangre ya derramada de algunas decenas de personas. Espero que les aproveche esta forma repugnante de hacer dinero y que las autoridades francesas sean felices con ello, pero no parece a priori que sean maneras. A no ser que no se trate sólo de eso, claro. Princesas arriba y profetas abajo en el mismo día y el mismo país: sospechoso, cuando menos.

Ambos casos me producen náuseas, y, lo que es peor, me suenan a una burda maniobra orientada precisamente a soliviantar los ánimos de los musulmanes contra Occidente en general, tal vez intentando provocar un nuevo negocio que sería un enfrentamiento intercultural, quién sabe si procurando borrar con ese conflicto a una de las religiones monoteístas más extendidas del planeta. A quien le haga alguna clase de gracia que alguien ridiculice a quien muchos consideran su profeta o su dios, en fin, que se lo hagan ver urgentemente porque están graves. Por mi parte, a mí me parece que son personas que en el mejor de los casos sólo merecen el desprecio de cualquiera que tenga la cabeza para cuestión distinta que el ornato, y, lo que es peor, el que esta infamia sea protegida por país supuestamente desarrollado, sabiendo cuáles van a ser las consecuencias, es sencillamente intolerable… si es que no una maniobra que procura desarrollar un enfrentamiento interreligioso y/o intercultural.

El esfuerzo por dar santuario a los musulmanes con la llamada Primavera Árabe siempre me olió a chamusquina, especialmente por cuanto los apoyos que las propiciaron venían de quienes les gusta dejar aquello que tocan como unos zorros, no hay más que ver el estado sublime en que han dejado a Iraq, Afganistán o Pakistán, sin ir más lejos. Naturalmente, a nadie con uno o dos dedos frente le podía pasar desapercibido que las consecuencias de esas guerras y esa Primavera iban a ser exactamente las que han sido, logrando una radicalización del orbe musulmán y acaso dándoles a entender que disponen de un santuario desde el que poder enfrentar a Occidente. Fabricar al enemigo, en fin, de modo que, conociendo su potencial y recursos, sean fácilmente identificables como adversarios y pudiéndoselos destruir con una mayor facilidad. El que ahora suceda casi sucesivamente lo de la película ésa, primero, y lo de las insultantes viñetas de esa repugnante revista, a continuación, no es sino la prueba del nueve de lo que digo, especialmente por cuanto están por saltar chispas en Oriente Medio con el asunto de Siria e Irán, y por cuanto ya se habla abiertamente de la unificación de Europa y su constitución como estado único, paso previo al Gobierno Mundial. Esto apesta.

Creer en las casualidades en política, y tanto más en la escena internacional, no es propio de ingenuos, sino de ignorantes. Todos los pasos que se están dando en los distintos ámbitos conducen a colegir que estamos asistiendo al montaje de una farsa que busca una colisión frontal intercultural perfectamente planificada. Los esfuerzos que los estados occidentales y sus medios están haciendo para demonizar (y destruir) los ámbitos musulmanes, son enormes, siendo que al mismo tiempo que se sostienen a radicales como Al Qaeda o a los rebeldes sirios (en realidad mercenarios pagados), se empuja con actos como los mencionados a los musulmanes en general a radicalizarse contra Occidente, con las consecuencias que en el corto plazo son más que previsibles. Los están empujando a dejarse humillar como colectivo… o a morir matando, siendo más que evidente cuál es la opción que tomarán. Todo hace pensar, en fin, que se está preparando el III y último acto de esta farsa, tal y como dijo Albert Pike que iban a ser necesarios para establecer el NO, y estamos ya en vísperas de el telón se alce.

Preparando la farsa: III acto

Ángel Ruiz Cediel
lunes, 24 de septiembre de 2012, 06:32 h (CET)

En un plazo tan corto como dos días, en Francia se ha coartado la libertad de expresión para preservar la intimidad de una princesa británica y, en el sagrado nombre de esa misma libertad de expresión, se ha permitido que se ofenda severamente a 1200 millones de musulmanes.

Francamente, ya sospechaba que la princesa británica ésa, de la que según parece algunos medios amarillos publicaron fotografías en las que estaba desnuda, tenía tetitas y culito y todo eso que suelen tener todas y cada una de las mujeres. Sin embargo, parece que las tetitas principescas gozan de un esplendor lo bastante inusitado como para que se muevan los tribunales franceses de un día para otro y, ¡zas!, prohibido exhibirlas en Francia, y tanto más en Gran Bretaña, donde la censura ya impidió por el artículo 33 la publicación de esas fotografías… por vejatorias. Y es que, efectivamente, es muy ofensivo que la gente se crea que la realeza puede tener lo mismo que los siervos, siquiera sean tetitas. Su sangre, en fin, es azul, y no van al baño por que los dioses no hacen caquita.

Cosas del poder, supongo. Manías, tal vez, que contrastan con que en ese mismo día una revista francesa, para aprovechar el tirón y forrarse con el enfado que los musulmanes estaban demostrando con una peli norteamericana absurdamente tan ridícula como ofensiva sobre el profeta Mahoma, publicara ciertos chistes –sin la menor gracia y carentes de toda moralidad o buen gusto- que ridiculizaban igualmente al Profet, echando así gasolina al fuego. Todo ello, ambas cosas, claro, coartadas e impulsadas, según, en el sagrado nombre de la libertad de expresión, siendo que en el segundo caso, el de la infame revista ésa, sus ganancias la han obtenido en base a la sangre ya derramada de algunas decenas de personas. Espero que les aproveche esta forma repugnante de hacer dinero y que las autoridades francesas sean felices con ello, pero no parece a priori que sean maneras. A no ser que no se trate sólo de eso, claro. Princesas arriba y profetas abajo en el mismo día y el mismo país: sospechoso, cuando menos.

Ambos casos me producen náuseas, y, lo que es peor, me suenan a una burda maniobra orientada precisamente a soliviantar los ánimos de los musulmanes contra Occidente en general, tal vez intentando provocar un nuevo negocio que sería un enfrentamiento intercultural, quién sabe si procurando borrar con ese conflicto a una de las religiones monoteístas más extendidas del planeta. A quien le haga alguna clase de gracia que alguien ridiculice a quien muchos consideran su profeta o su dios, en fin, que se lo hagan ver urgentemente porque están graves. Por mi parte, a mí me parece que son personas que en el mejor de los casos sólo merecen el desprecio de cualquiera que tenga la cabeza para cuestión distinta que el ornato, y, lo que es peor, el que esta infamia sea protegida por país supuestamente desarrollado, sabiendo cuáles van a ser las consecuencias, es sencillamente intolerable… si es que no una maniobra que procura desarrollar un enfrentamiento interreligioso y/o intercultural.

El esfuerzo por dar santuario a los musulmanes con la llamada Primavera Árabe siempre me olió a chamusquina, especialmente por cuanto los apoyos que las propiciaron venían de quienes les gusta dejar aquello que tocan como unos zorros, no hay más que ver el estado sublime en que han dejado a Iraq, Afganistán o Pakistán, sin ir más lejos. Naturalmente, a nadie con uno o dos dedos frente le podía pasar desapercibido que las consecuencias de esas guerras y esa Primavera iban a ser exactamente las que han sido, logrando una radicalización del orbe musulmán y acaso dándoles a entender que disponen de un santuario desde el que poder enfrentar a Occidente. Fabricar al enemigo, en fin, de modo que, conociendo su potencial y recursos, sean fácilmente identificables como adversarios y pudiéndoselos destruir con una mayor facilidad. El que ahora suceda casi sucesivamente lo de la película ésa, primero, y lo de las insultantes viñetas de esa repugnante revista, a continuación, no es sino la prueba del nueve de lo que digo, especialmente por cuanto están por saltar chispas en Oriente Medio con el asunto de Siria e Irán, y por cuanto ya se habla abiertamente de la unificación de Europa y su constitución como estado único, paso previo al Gobierno Mundial. Esto apesta.

Creer en las casualidades en política, y tanto más en la escena internacional, no es propio de ingenuos, sino de ignorantes. Todos los pasos que se están dando en los distintos ámbitos conducen a colegir que estamos asistiendo al montaje de una farsa que busca una colisión frontal intercultural perfectamente planificada. Los esfuerzos que los estados occidentales y sus medios están haciendo para demonizar (y destruir) los ámbitos musulmanes, son enormes, siendo que al mismo tiempo que se sostienen a radicales como Al Qaeda o a los rebeldes sirios (en realidad mercenarios pagados), se empuja con actos como los mencionados a los musulmanes en general a radicalizarse contra Occidente, con las consecuencias que en el corto plazo son más que previsibles. Los están empujando a dejarse humillar como colectivo… o a morir matando, siendo más que evidente cuál es la opción que tomarán. Todo hace pensar, en fin, que se está preparando el III y último acto de esta farsa, tal y como dijo Albert Pike que iban a ser necesarios para establecer el NO, y estamos ya en vísperas de el telón se alce.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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