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Oligarquía política

Soy un criticón, que le vamos a hacer
Tomás Salinas
viernes, 21 de septiembre de 2012, 07:05 h (CET)
Un conocido me decía esta mañana que lo único que hago es criticar, que no aporto soluciones, que no colaboro en la resurrección de la manada. Y tiene razón. Me estoy haciendo viejo a empujones, se me ha agriado la leche y no controlo las neuronas. Así que hoy voy a portarme bien y a pensar en positivo. A ver, a ver…Soluciones, titas, titas…

Nada. Estoy seco para esto de la literatura creativa. Quizás leyendo un poco, se me ocurre algo…Veamos…¡Hombre, mira tú qué cosas pasan! ¡Uno que encuentra trabajo!...La alcaldesa de Elche (PP) contrata como asesor al ex chófer de un alcalde del PSOE, marido de una concejala del PSOE y ex asesor (repite el colega) de la anterior corporación, también con el PSOE. Un adosado al trono del que la susodicha rajó pública y convenientemente cuando su predecesor en la alcaldía y actual diputado provincial (con una dedicación exclusiva de setenta mil pavos al año), Alejandro Soler (PSOE otra vez), le enchufó en el cargo… Espera, que no me aclaro, se me mezclan las siglas…Pues no, he leído bien. Mandan huevos. Surrealismo público… Animalitos. Dios les cría y ellos se juntan.

Cambio, de oca a oca y tiro porque no tengo otra. Ésta es chula. Operación Pokemon. El alcalde de Orense (PSOE), detenido por cohecho, prevaricación y todo lo que signifique llevarse a la talega el dinero de los demás. Con él, otro alcalde al calabozo. Este último, de Boqueixón, del PP. Y junto a ellos, una docenita más de amigos de lo ajeno, la mayoría políticos variados y ex del tema. Un popurrí en toda regla, miscelánea de mangantes, con más peligro que agacharse en las duchas de una cárcel turca.

Con esto no se anima uno, puñetas. No son mimbres con los que hacer un cesto. Pero que no se diga que no le pongo ganas. Criticón, criticón, ahí dejo caer una peregrina idea. Desembarazarse del enemigo, de la oligarquía política. Metafóricamente, abrirles en canal y sacarles las entrañas. Más que nada porque estoy harto de aguantar su tiranía.

Oligarquía política. Los que hinchan el papo diciendo que los culpables no son los políticos, que la crisis es mundial, que sin dirigentes el país no funcionaría, que la presión de los mercados es injusta, que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, que las vacas dan leche, el gato dice miau y el perro guau. Macedonia de evidencias y mentiras vomitadas por estos fulleros sacacuartos y su aparato propagandístico.

Oligarquía política. Chorizos de años pasados, presentes y futuros. Ahí están, timándonos a cara descubierta, traje, coche oficial, sueldo, dietas y complementos. Importa un carajo el signo, el partido, la bandera, la raza, la religión, el sexo de los pollos y su trayectoria en la democrática lucha por la libertad. Todos cortados por el mismo patrón. Y si alguno hay con corazón y se ofende por mis palabras, que se desmarque de la banda y se una a la masa de los pisoteados, que le hago un hueco junto a mí, lejos de las hienas. Si no lo hace es porque participa del juego, le complace retozar en la inmundicia y obtiene su beneficio en este estupro masivo.

¿Veis? Una solución. Librarse de la oligarquía política. Porque con ella caería este sistema descompuesto que han montado con la única intención de forrarse. Lo que pasa es que no sé cómo, la guillotina está pasada de moda, no hay cárcel para tantos y, angelitos míos, qué culpa tienen ellos, si los que les hemos puesto en el sitio somos nosotros. ¿O no? Mirad, mejor lo dejo, ejerzo de portera y me entretengo criticando. Oligarquía política. Basura.

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La vida, sobre todo cuando se dilata por el transcurso de los años, te somete a momentos en las que tienes que hacer de tripas corazón, asumirlos con dignidad o rendirte. También con una buena dosis de dignidad. El encuentro con las diversas situaciones de tu vida van deteriorando tu capacidad de encaje, entonces te llega el momento en que te planteas si vale la pena seguir luchando o dejarte llevar por la corriente que te rodea y vivir en paz el presente. Pero sin futuro.

En un tiempo donde lo que se aparenta muchas veces vale más que lo que se es, hay quienes han hecho del estatus su escudo, del apellido su bandera y del dinero un pedestal desde el que miran al resto, como si el mundo fuese un teatro de castas en el que ellos, por supuesto, ocupan siempre el primer plano. Es el culto a la vanidad, esa enfermedad silenciosa del alma que disfraza la humildad de altivez.

He de aclarar que, si alguna vez alguien me quiere envenenar, que no lo intente con una manzana. Prefiero el bizcocho de chocolate o las chocolatinas de menta, tal vez un trozo de pizza de pepperoni o unas sabrosas cigalas, pero una manzana, lo que se dice una manzana… no.

 
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