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España va bien, pero que muy bien...

La infanta, el rescate y el papel higiénico

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Vamos mejorando, qué sí, que os digo yo qué sí. El devenir de los acontecimientos indica que hay luz al final del túnel. Sólo hay que leer entre líneas, y enseguida un halo de esperanza asoma brillante sobre las sombras que nos dominan. El rumbo de nuestra nave es prometedor. Basta con analizar, con el ojo tonto y el conocimiento espeso, las últimas intenciones de los que tan sabiamente nos gobiernan y las no menos acertadas decisiones que se toman gota a gota cual suero salino por vena, para asegurar que se avecinan nuevos días de vino y rosas. De tetra brick, el primero, y de los chinos las segundas. Pero al fin y al cabo, alegría y esplendor en la hierba sin ser menester fumarse los dichosos brotes verdes.

Si no fuera o fuese porque hace un calor de narices, en Navidad diría que estamos merced a este increíble y maravilloso derrotero por el que camina gloriosa España y, por ende, los españoles de a pie, los de doma clásica y los que llevan años sin bajarse de la calesa. Voy a descorchar un Lanjarón de reserva y a brindar ufano y feliz ya que por fin la cordura impera en el país. Y como no está bien emborracharse de alegría en la intimidad, aprovecho esta tribuna para compartir mi gozo.

Tres noticias han abierto de sopetón el cajón de las ilusiones. La monarquía salva el trasero, España salva el trasero y, lo más trascendental, la sanidad catalana salva el trasero a la vez que marca el camino a tomar por el resto de Autonosuyas. Pero voy por partes, que si no me lío.

Sobre la realeza. El fiscal anticorrupción de Baleares descarta la imputación de la infanta Cristina en el caso Nóos porque "no hay elementos incriminatorios" contra ella. Fiesta en Mallorca, sobrasada para todos. De momento. Que igual desde Andorra, Suiza o Luxemburgo van, y por hacer la puñeta más que nada, dicen que algunos dineritos aparecen a nombre de la hija del rey. Hasta que se produzca o no tal acontecimiento, Miravent está de enhorabuena. Y los elefantes descansan.

Sobre el Gobierno. Rajoy no descarta pedir el rescate. El Gitanic se hunde y el buque del BCE llegaría con sus billetes como un poseso a comprarnos deuda. Lo malo de este salvamento es que me da que en nuestro trasatlántico de latón no hay botes salvavidas para todos. Los de business class y los de primera escaparían en fueraborda. El resto, algunos huirían en patera y la inmensa mayoría se ahogaría en aguas gélidas. Pero no pasa nada, España está antes que la vida de esos cuarenta millones de desgraciados que sólo piensan en comer y gastar. Vividores.

Y sobre Cataluña y su sanidad. Todo apunta a que van a exportar la medida ya tomada el invierno pasado de limitar el consumo de papel higiénico en las escuelas, 25 metros por niño, trasladándola mejorada a los pacientes de los hospitales. En la misma línea que las fiambreras para los escolares, barruntan los magos financieros catalanes el cobrar el rollo de tan necesario papel a los enfermos. La jugada es maestra y seguramente será secundada por las otras Comunidades Autónomas cuyos gobernantes se han fundido los euros sanitarios en otras cosas. Ingresan a uno, le cuecen a pastillas sin darle el protector estomacal, laxante en el yogur de prepago y le sacan un pastón. Ingenio supremo y celestial. Ahora bien. ¿Qué ocurriría si el usuario del váter se trae el papel de casa? ¿Le cobrarían sólo una parte por venir con el recipiente (el culo) incorporado? ¿Y si va el insolidario cagón y se aguanta las ganas hasta que le revienten los intestinos? ¿O si, simplemente, no se limpia o lo hace con la bata del médico, las sábanas o contra la pared?... Señor Más, Artur, hay que pulir un poco la medida que no la veo yo, no…

Desde luego, la llevamos clara. Para habernos matado.

La infanta, el rescate y el papel higiénico

España va bien, pero que muy bien...
Tomás Salinas
jueves, 16 de agosto de 2012, 07:30 h (CET)
Vamos mejorando, qué sí, que os digo yo qué sí. El devenir de los acontecimientos indica que hay luz al final del túnel. Sólo hay que leer entre líneas, y enseguida un halo de esperanza asoma brillante sobre las sombras que nos dominan. El rumbo de nuestra nave es prometedor. Basta con analizar, con el ojo tonto y el conocimiento espeso, las últimas intenciones de los que tan sabiamente nos gobiernan y las no menos acertadas decisiones que se toman gota a gota cual suero salino por vena, para asegurar que se avecinan nuevos días de vino y rosas. De tetra brick, el primero, y de los chinos las segundas. Pero al fin y al cabo, alegría y esplendor en la hierba sin ser menester fumarse los dichosos brotes verdes.

Si no fuera o fuese porque hace un calor de narices, en Navidad diría que estamos merced a este increíble y maravilloso derrotero por el que camina gloriosa España y, por ende, los españoles de a pie, los de doma clásica y los que llevan años sin bajarse de la calesa. Voy a descorchar un Lanjarón de reserva y a brindar ufano y feliz ya que por fin la cordura impera en el país. Y como no está bien emborracharse de alegría en la intimidad, aprovecho esta tribuna para compartir mi gozo.

Tres noticias han abierto de sopetón el cajón de las ilusiones. La monarquía salva el trasero, España salva el trasero y, lo más trascendental, la sanidad catalana salva el trasero a la vez que marca el camino a tomar por el resto de Autonosuyas. Pero voy por partes, que si no me lío.

Sobre la realeza. El fiscal anticorrupción de Baleares descarta la imputación de la infanta Cristina en el caso Nóos porque "no hay elementos incriminatorios" contra ella. Fiesta en Mallorca, sobrasada para todos. De momento. Que igual desde Andorra, Suiza o Luxemburgo van, y por hacer la puñeta más que nada, dicen que algunos dineritos aparecen a nombre de la hija del rey. Hasta que se produzca o no tal acontecimiento, Miravent está de enhorabuena. Y los elefantes descansan.

Sobre el Gobierno. Rajoy no descarta pedir el rescate. El Gitanic se hunde y el buque del BCE llegaría con sus billetes como un poseso a comprarnos deuda. Lo malo de este salvamento es que me da que en nuestro trasatlántico de latón no hay botes salvavidas para todos. Los de business class y los de primera escaparían en fueraborda. El resto, algunos huirían en patera y la inmensa mayoría se ahogaría en aguas gélidas. Pero no pasa nada, España está antes que la vida de esos cuarenta millones de desgraciados que sólo piensan en comer y gastar. Vividores.

Y sobre Cataluña y su sanidad. Todo apunta a que van a exportar la medida ya tomada el invierno pasado de limitar el consumo de papel higiénico en las escuelas, 25 metros por niño, trasladándola mejorada a los pacientes de los hospitales. En la misma línea que las fiambreras para los escolares, barruntan los magos financieros catalanes el cobrar el rollo de tan necesario papel a los enfermos. La jugada es maestra y seguramente será secundada por las otras Comunidades Autónomas cuyos gobernantes se han fundido los euros sanitarios en otras cosas. Ingresan a uno, le cuecen a pastillas sin darle el protector estomacal, laxante en el yogur de prepago y le sacan un pastón. Ingenio supremo y celestial. Ahora bien. ¿Qué ocurriría si el usuario del váter se trae el papel de casa? ¿Le cobrarían sólo una parte por venir con el recipiente (el culo) incorporado? ¿Y si va el insolidario cagón y se aguanta las ganas hasta que le revienten los intestinos? ¿O si, simplemente, no se limpia o lo hace con la bata del médico, las sábanas o contra la pared?... Señor Más, Artur, hay que pulir un poco la medida que no la veo yo, no…

Desde luego, la llevamos clara. Para habernos matado.

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