No les descubro que la Tierra es redonda si les digo que la política es una lucha de gladiadores con un final sabido, la muerte para uno y la victoria para el otro. La tristeza es que a veces el preparado, el apto, el formado no tiene el beneplácito del César, y tras la victoria, éste decide apartarlo y reducirlo al olvido.
Don Antonio Gaspar, alcalde del PSOE en el municipio de Faura tendrá sus defectos y virtudes como cualquier otro, pero les puedo afirmar que pocas veces le verán un rostro amargo, un tono despectivo o una mala mirada hacia los vecinos a los que gobierna y dirige.
Su entrada en la Diputación Provincial de Valencia era como un premio a una vida dedicada desde muy joven a su pueblo natal, cuando todavía por aquel entonces trabajaba en el Ayuntamiento sin recibir una peseta. Luego pasó a convertirse en alcalde del municipio, cargo que ha revalidado por tercera vez consecutiva, gracias al esfuerzo, al trabajo diario y a una gestión no compartida por todos los vecinos, pero razonada, argumentada, discutida y debatida en los plenos municipales. Una lección de cordura y de respecto social y político.
Pero como todos ustedes saben, tras las siglas PSOE, PP, etc. se esconden formas distintas de ver la sociedad, familias políticas, núcleos de favor, relaciones ocultas, cinismos y caciquismos que pocas veces dejan que fluya la sensatez, y así nos ha ido y nos va el País, porque se premia el amiguismo, el compañerismo de partido y el silencio cómplice.
En mi opinión, el señor Ximo Puig ha tomado una decisión respetable, aunque ha hecho patente una forma de gobierno déspota, antidemocrática y dictatorial. Lejos quedan aquellas palabras de Elena Valenciano cuando decía que en los Congresos Nacionales del PSOE primaba el consenso, el debate y el respeto.
Así que viendo como es la oposición de la Comunidad Valenciana, les digo aquello de “Más vale malo conocido que bueno por conocer”.