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Una gran mentira

Las estrellas correveidiles se guiñan eseemeses cómplices

El inclemente claqué de unos pasos clausura la noche
Pedro de Hoyos
viernes, 8 de junio de 2012, 06:56 h (CET)
Pasa junio, que la vida es pasar, y el día se asoma liviano, sugiriendo una mañana apacible y bonachona. Con el paso de las horas todo queda en una gran mentira, el solsticio que se avecina presiona incandescente y los ciudadanos parecen encogerse, acobardados, a medida que su sombra merma. Peatones atropellados buscan el alivio de los parques o el refugio de una terraza en la que aplacar la sed y calmar la soledad. Pasa junio, que la vida es pasar, y la noche recarga la vida del día siguiente, refrescando las calles abochornadas durante tantas horas.

La noche es el refugio de los espíritus ofuscados y calma asfaltos llameantes devolviendo Palencia a la serenidad que siempre quiere. Donde antes hubo fuego hay ahora un viento que corretea entre calles y plazas, visitando parques y rotondas, avivando el ánimo decaído y templando osadías turbadas. El silencio se impone, sólo a lo lejos llega un motor quejumbroso o una risa estridente, quizá mitigada por el vientecillo que zanganea en dirección contraria. No es noche de dormir, es luna de contemplar sin prisa desde la cátedra de un banco de piedra o desde el pretil de Puentecillas, dejando las aguas fluir camino de Dueñas. Enfática luna de enamorados, sentenciosa luna de poetas.

Hay un lenguaje secreto en las estrellas correveidiles que se guiñan eseemeses cómplices, cruzados despiadadamente para criticar al jefe ahora que se ha ido y la encargada parece más pendiente de mirarse en las aguas oscuras del Carrión que de apacentar su rebaño sideral. Todo está estudiado y nadie se sale del eterno guión, la dulzura de la noche no se rompe, derrotada la incandescente tarde la quietud se establece en todos los cruces, controla todas las esquinas y tranquilidad es el santo y seña de esta noche. Palencia resiste el avance implacable del calendario hacia la hoguera de San Juan sin importarle las llamas, que todos los fuegos acaban en cenizas que el viento devuelve a la naturaleza.

El inclemente claqué de unos pasos clausura la noche. Se rompe el silencio y a lo lejos alguien canta el mal vino de la pobre Asunción. Una tenue misiva de claridad hiende la negrura y acaba con la magia. Pronto una ventana se abre, suena una persiana y un coche dobla una esquina a toda prisa y deja escapar la urgente sintonía de una radio. Palencia despierta, sale el sol, la actividad comienza, pasa junio, que la vida es pasar, y el día se asoma liviano, sugiriendo una mañana apacible y bonachona. Con el paso de las horas todo queda en una gran mentira.

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