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Las cosas de Palacio van despacio. O al menos eso se ha dicho siempre, pero una cosa es ir despacio y otra cosa es “ir a paso burra” porque ya me dirán ustedes cómo avanza un litigio que dura ya más de doscientos años, el de Gibraltar.
Nunca el control de un puñado de monos, que es de lo poco que hay en ese pequeño peñón situado al sur de nuestro país, había dado tanto de sí. Bien que sea punto estratégico de entrada al Mediterráneo, bien que el gobierno gibraltareño impida a los pescadores gaditanos desempeñar libremente su labor, pero reclamar Gibraltar, después de casi tres siglos de ocupación inglesa, ya no tiene razón de ser. Y España más bien reclama ese cachito de tierra por orgullo patrio más que por otra cosa.
Y este ha sido uno de los motivos, junto a la próxima visita del príncipe Eduardo, hijo menor de Isabel II, al Peñón entre los días 11 y 13 de junio, que aparentemente han dejado a la reina Sofía sin viaje a Londres para celebrar la conmemoración del 60 aniversario de la reina Isabel II como soberana del Reino Unido.
Todo esto ha llevado al Gobierno español a tomar la decisión de aconsejar a Zarzuela que eviten la visita a la isla británica para no levantar ampollas ante lo que suponen, una provocación.
Doña Sofía, que ve como toda su familia hace lo que le da la gana menos ella, -su marido, su nieto y su yerno-, se ha quedado sin fiesta en el castillo de Windsor y se quedará en Madrid donde, si se aburre mucho, podrá disfrutar con las miles de anécdotas que le puede contar el rey de sus aventuras por todo el mundo.
Mientras en España muchas son las personas que se han alegrado de que la reina no viaje a Londres y gaste el dinero de todos en un viaje privado, en Reino Unido ven este episodio como un desprecio a su reina y su país. Y es que claro, para ellos no tiene que ser nada agradable ver como somos sus ‘superamigos’ cuando vienen a gastarse el dinero de vacaciones en nuestras playas pero ahora que nos toca a nosotros poner el dinero, nos negamos.
Pero bien mirado, lo mismo da que se lo gaste ahora en un acto más institucional que privado, que la semana que viene visitando a su familia que reside en la isla británica sin que nadie nos enteremos.
Que la monarquía es una institución obsoleta, está más que claro. Pero de ahí a que la reina no pueda ni viajar por su propia voluntad sin atender a los mandatos del Gobierno, de su marido o de cualquier que se ponga por el medio, hay un gran trecho. Doña Sofía ya no puede viajar, ni siquiera en ‘low cost’.
A quienes estamos convencidos de la iniquidad intrínseca de Sánchez, no nos va a confundir la supuesta “carta de amor” de este cateto personaje a su Begoña amada, redactada de su “puño y letra” (con sus tradicionales errores y faltas gramaticales) y exceso de egolatría.
Recuerdo con nostalgia la época en la que uno terminaba sus estudios universitarios y metía de lleno la cabeza en el mundo laboral. Ya no había marchas atrás. Se terminaron para siempre esos años de universitario, nunca más ya repetibles. Las conversaciones sobre cultura, sobre política, sobre música. Los exámenes, los espacios de relajamiento en la pradera de césped recién cortado que rodeaba la Facultad, los vinos en Argüelles, las copas en Malasaña...
Tras su inicial construcción provisional, el Muro de Berlín acabó por convertirse en una pared de hormigón de entre 3,5 y 4 metros de altura, reforzado en su interior por cables de acero para así acrecentar su firmeza. Se organizó, asimismo, la denominada "franja de la muerte", formada por un foso, una alambrada, una carretera, sistemas de alarma, armas automáticas, torres de vigilancia y patrullas acompañadas por perros las 24 horas del día.
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