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Etiquetas | Antes muerto que en silencio

El planeta de los simios

Dios aprieta, pero no ahoga. Europa ya ha cerrado el nudo
Tomás Salinas
viernes, 11 de mayo de 2012, 07:05 h (CET)
Os cuento de qué va la película, por si no os acordáis. Unos  astronautas aterrizan en un planeta desconocido. Tras sacar el cuello como pueden, se encuentran con otros hombres, pero en plan salvaje, con taparrabos y tal, y que encima no dicen ni mú, sólo gruñen. Ganado, puro y duro, sometido a la especie dominante, simios inteligentes que hablan en inglés, que para eso la peli es americana. Los chimpancés son los científicos, los gorilas se encargan del orden militar y los orangutanes asumen el control político y religioso. Todo un sistema que se entretiene en la caza y captura de humanos, para disponer de los mismos a placer.

El caso es que, de los que se meten el leñazo con la nave, únicamente el pecho tabla del Charlton Heston, haciéndose el mudo, consigue sobrevivir. Y claro, como él si es listo y no un borrego como el resto, tras ligarse a una mona, se escapa con la rubia y descubre, en su huída, que el planeta en cuestión es la Tierra del futuro, un mundo destruido por la estupidez del hombre (y de la mujer, que para equivocarse lo mismo da)…Sí, ya sé que hay una versión más moderna, pero es que yo soy muy mayor ya…Vale, venga, contaré la actual. Pero que conste que sustancialmente es idéntica, sólo cambian actores y localizaciones…Bueno, y el final también.

Empiezo. Unos astronautas aterrizan en un erial. Como se les ha escacharrado el reloj del cohete, no saben en qué época se encuentran, pero no les importa, porque está todo hecho polvo. Enseguida se encuentran con una ingente masa de seres humanos como ellos, por lo menos en lo físico, pero totalmente domeñados, corderitos aplastados por la necesidad que no pueden ni hablar y que sólo obedecen al látigo de la casta dominante, unos simios agrupados bajo una gran bandera, que hablan en alemán y francés, y que se entretienen experimentando con tan tremenda colección de cobardes. Chimpancés economistas que practican ajustes y recortes con una raza moribunda; mandriles financieros, repelentes especuladores que dominan los mercados y juegan con las vidas de sus encadenadas presas; y orangutanes de cara dura y culo pelado que asumen el control político, haciendo y deshaciendo a capricho, y siempre asesorados por infinidad de monos trepadores.

Hasta aquí, más o menos lo mismo. La diferencia radica en que en éste largo, muy largometraje, de los que habían llegado con la nave espacial no sobrevive ni uno, perecen atacados por hipotecas salvajes y una bestia sin entrañas, el paro. No hay, pues, un Heston que logre escapar, no existe un héroe que descubra que el erial en cuestión es la España actual, un país arrasado por la canalla. No hay bicho viviente que, perteneciendo a la masa, pueda librase de convertirse en un esclavo al servicio de una Europa que ha decidido inducir un coma profundo al estado español para transformarlo en una cobaya. Menudo final asqueroso…

Ya, ya, se me va la bola, pero no me negaréis que la versión de ahora es aterradora. Casi que mejor en solitario o africano que cadáver en formol. Vosotros diréis.

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