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Continúa abierta la veda de animalistas

Antonio Adán y las "Hienas verdes"

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El Redactor Jefe de la Revista "Caza, Turismo, Naturaleza y Ocio Rural", Antonio Adán Plaza, acaba de firmar y publicar un texto titulado "Hienas verdes". Con semejante cabecera no hace falta ser Champollion para descifrar a quién se lo dedica: a los malos malísimos de los animalistas que se empeñan en que las armas, no siendo buenas en manos de nadie que las empuñe con la clara intención de matar - se me ocurren como ejemplo los cazadores -, se convierten en una muy peligrosa aberración en manos de niños. Al Señor Adán, cual enfermo infectado de rabia, le causa ansiedad, depresión y convulsiones focalizadas en su teclado que esos "defensores de los animales" demanden la prohibición de la asistencia de menores de catorce años a jornadas cinegéticas, o lo que es lo mismo: a participar en calidad de testigos y actores en el asesinato de animales como distracción para quienes juran solemnemente que "conservan, sostienen y equilibran" pero lo hacen de una forma insólita: acumulando cadáveres tiroteados por ellos mismos.

Se supone que el título de su artículo quiere trasladar una connotación despectiva hacia el colectivo al que se refiere, y bueno, lo de emplear el adjetivo "verde" con ese matiz peyorativo por parte de los que se autoproclaman lo más abnegados ecologistas desconcierta, va a ser que al final ese color sólo les agrada en su tonalidad de camuflaje para pasar desapercibidos y matar más, pero utilizar el sustantivo "hiena" como insulto cuando manifiestan una y otra vez amar y respetar más que nadie a los animales ya les deja desnuditos, y es que abrir la boca cuando se tiene la costumbre de mentir conlleva ese riesgo: que entre falacia y embuste la vehemencia asome y la hipocresía quede reducida a unos harapos caídos mostrando el verdadero pelaje de quien acostumbra a vestirse de farsa.

Dice que los niños están deseando acompañar a los mayores para "disfrutar de un día de campo" y de paso "aprender a respetar la naturaleza conociéndola y amándola", todo ello "practicando su afición favorita". Cuál, ¿la de los pequeños o la de sus padres? Anda que les inducen a la lectura. Viene a cuento repasar algunas definiciones del Diccionario de la RAE: Disfrutar: percibir o gozar los productos y utilidades de algo. Respetar: tener veneración o miramiento hacia alguien. Amar: manifestación del sentimiento intenso del ser humano que necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. Cazar: buscar y seguir a toda clase de animales para cobrarlos o matarlos. Ahora trataremos de llegar a un nivel esencial del conocimiento que es la asociación entre conceptos. Mezclamos "disfrute", "respeto" y "amor" y nada chirría, al contrario: se complementan entre sí. Pero claro, introducimos el cuarto, caza, y es como añadirle movimiento brusco a una combinación de ácido sulfúrico, nítrico y glicerina: salta irremediablemente por los aires y el resultado, en este caso, es que sentimientos tan profundos, loables y compatibles se transforman en una amalgama de sangre y vísceras. Son pues, los tres primeros, irreconciliables con el último, pero los escopeteros se empeñan en juntarlos y venderlos en el mismo pack porque de algún modo habrán de justificarse. Una estrategia inútil por lo zafia.

Asegura que esos padres armados si creyesen por un solo instante que sus hijos, tambien armados, fuesen a estar en peligro, no les permitirían asistir y ni ellos mismos lo harían. Bueno, pues entonces todos los accidentes cinegéticos (según datos de Mutuasport la media anual en España es de 24 muertos y 2448 heridos por disparos durante la caza), con niños y con adultos como víctimas, van a ser al final noticias que se inventan las empresas y los medios de comunicación porque no tienen otra cosa mejor que hacer. Antonio, ¿tan imbéciles nos considera a los "hienas verdes" y por extensión al resto de los ciudadanos?

Y va a más, que es lo que les suele pasar a algunos de estos personajes con "trofeitis", que no se conforman con una pieza autorizada y por eso si pueden se llevan también alguna otra sin que sea impedimento que la especie esté protegida o se encuentre en estado de gestación. El único estorbo sería la presencia de la Guardia Civil, pero para eso ya se encargan de vigilar tanto en el momento del abatirla como durante el transporte de la víctima. Unos cuantos, ojo que no digo que todos, terminada la temporada de caza y dominados por su psicosis cartuchera, la rematan nostálgicos con la última presa que tienen a mano: su propìo perro, pero eso es otro tema que daría para hablar mucho. Decía que va a más porque el Señor Redactor Jefe ya empieza a escribir sobre animalistas que se enfrentan a la policia, lanzan piedras y arrojan cócteles molotov, además de dar por sentada su culpabilidad en la liberación de visones refiriéndose a un proceso del que ni el juicio se ha celebrado todavía. Y tales imputaciones en boca de un individuo que cada vez que puede sale armado al monte para regresar a casa con criaturas a las que ha ejecutado, eso sin contar las que ha dejado vivas pero heridas a merced de una agonía prolongada. Hay que tener la jeta como la conciencia: de cemento.

Lo de repetir incansablemente que somos unos "ecoterroristas" es ya un capítulo clásico en el "Manual de Cazador". Creo que precede al que les ilustra sobre como convencer de que el plomo dentro del cuerpo de un animal es la más sublime demostración de afecto y deferencia que se le puede brindar. Verá, hace tiempo, un colega suyo también Redactor Jefe de una revista dedicada a ensalzar las bondades de la caza, en un artículo titulado "Los hijos de PETA", no sólo me señalaba como uno de los prohombres de las hordas consagradas a ejercer terrorismo en nombre del animalismo, sino que además indicaba que ya había sido desenmascarado en algunas publicaciones cinegéticas por colegas suyos. ¿Y sabe qué decían de mí?, que manejaba los fondos de varios grupos animalistas, les faltó agregar ya tenía prácticamente asegurado un puestecito en la lista "The World´s Richest People" de Forbes. Un consejo: elaboren con un poquito más de esmero sus acusaciones o no las lancen, porque esa estrategia está sumando a la ignominía de sus actos el descrédito de sus argumentos.

No me extraña, Antonio Adán, que al comienzo de su artículo haga piña con los taurinos. Sus lazos ya se demostraron en las detenciones durante la "Operación Bambi" por la caza furtiva. Son igual de nocivos, de embusteros, de cínicos y como a ellos, en pleno proceso de decadencia, les invade un miedo que traduciéndose en rabia desemboca en la sarta de memeces y patrañas que disparan cada vez que se quieren poner dignos y convincentes.

No tendría que ser yo quien me preocupase por sus hijos y no voy a cometer la osadía de afirmar que no los quiera o que no le importen, que seguro que sí. El problema que padecen los cazadores es que están tan pervertidos por su codicia de animales muertos que llegan a desvirtuar patrones de conducta imprescindibles para no convertirnos en seres dañinos. Vuelvo al ejemplo de su amor hacia aquellos a los que les quitan la vida, ¿no entienden que es un contrasentido? Pues hombre, lo mismo con los niños: unos padres deberían alejar a éstos del uso de las armas y empezar por dar ellos mismos ejemplo enseñándoles que hay que respetar la vida de otros seres. Repito que no tengo yo atribuciones ni quiero inmiscuirme en su patria potestad, pero como parece que ustedes no son capaces de entender conceptos tán básicos, entonces lo mejor es que sea la adminsitración la que se convierta en la "hiena verde" y les impida iniciar a esos chavales en una práctica violenta, destructiva y por completo innecesaria como es la caza, donde el único objetivo consiste en sumar "despojos rojos".

Antonio Adán y las "Hienas verdes"

Continúa abierta la veda de animalistas
Julio Ortega Fraile
miércoles, 9 de mayo de 2012, 06:51 h (CET)
El Redactor Jefe de la Revista "Caza, Turismo, Naturaleza y Ocio Rural", Antonio Adán Plaza, acaba de firmar y publicar un texto titulado "Hienas verdes". Con semejante cabecera no hace falta ser Champollion para descifrar a quién se lo dedica: a los malos malísimos de los animalistas que se empeñan en que las armas, no siendo buenas en manos de nadie que las empuñe con la clara intención de matar - se me ocurren como ejemplo los cazadores -, se convierten en una muy peligrosa aberración en manos de niños. Al Señor Adán, cual enfermo infectado de rabia, le causa ansiedad, depresión y convulsiones focalizadas en su teclado que esos "defensores de los animales" demanden la prohibición de la asistencia de menores de catorce años a jornadas cinegéticas, o lo que es lo mismo: a participar en calidad de testigos y actores en el asesinato de animales como distracción para quienes juran solemnemente que "conservan, sostienen y equilibran" pero lo hacen de una forma insólita: acumulando cadáveres tiroteados por ellos mismos.

Se supone que el título de su artículo quiere trasladar una connotación despectiva hacia el colectivo al que se refiere, y bueno, lo de emplear el adjetivo "verde" con ese matiz peyorativo por parte de los que se autoproclaman lo más abnegados ecologistas desconcierta, va a ser que al final ese color sólo les agrada en su tonalidad de camuflaje para pasar desapercibidos y matar más, pero utilizar el sustantivo "hiena" como insulto cuando manifiestan una y otra vez amar y respetar más que nadie a los animales ya les deja desnuditos, y es que abrir la boca cuando se tiene la costumbre de mentir conlleva ese riesgo: que entre falacia y embuste la vehemencia asome y la hipocresía quede reducida a unos harapos caídos mostrando el verdadero pelaje de quien acostumbra a vestirse de farsa.

Dice que los niños están deseando acompañar a los mayores para "disfrutar de un día de campo" y de paso "aprender a respetar la naturaleza conociéndola y amándola", todo ello "practicando su afición favorita". Cuál, ¿la de los pequeños o la de sus padres? Anda que les inducen a la lectura. Viene a cuento repasar algunas definiciones del Diccionario de la RAE: Disfrutar: percibir o gozar los productos y utilidades de algo. Respetar: tener veneración o miramiento hacia alguien. Amar: manifestación del sentimiento intenso del ser humano que necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. Cazar: buscar y seguir a toda clase de animales para cobrarlos o matarlos. Ahora trataremos de llegar a un nivel esencial del conocimiento que es la asociación entre conceptos. Mezclamos "disfrute", "respeto" y "amor" y nada chirría, al contrario: se complementan entre sí. Pero claro, introducimos el cuarto, caza, y es como añadirle movimiento brusco a una combinación de ácido sulfúrico, nítrico y glicerina: salta irremediablemente por los aires y el resultado, en este caso, es que sentimientos tan profundos, loables y compatibles se transforman en una amalgama de sangre y vísceras. Son pues, los tres primeros, irreconciliables con el último, pero los escopeteros se empeñan en juntarlos y venderlos en el mismo pack porque de algún modo habrán de justificarse. Una estrategia inútil por lo zafia.

Asegura que esos padres armados si creyesen por un solo instante que sus hijos, tambien armados, fuesen a estar en peligro, no les permitirían asistir y ni ellos mismos lo harían. Bueno, pues entonces todos los accidentes cinegéticos (según datos de Mutuasport la media anual en España es de 24 muertos y 2448 heridos por disparos durante la caza), con niños y con adultos como víctimas, van a ser al final noticias que se inventan las empresas y los medios de comunicación porque no tienen otra cosa mejor que hacer. Antonio, ¿tan imbéciles nos considera a los "hienas verdes" y por extensión al resto de los ciudadanos?

Y va a más, que es lo que les suele pasar a algunos de estos personajes con "trofeitis", que no se conforman con una pieza autorizada y por eso si pueden se llevan también alguna otra sin que sea impedimento que la especie esté protegida o se encuentre en estado de gestación. El único estorbo sería la presencia de la Guardia Civil, pero para eso ya se encargan de vigilar tanto en el momento del abatirla como durante el transporte de la víctima. Unos cuantos, ojo que no digo que todos, terminada la temporada de caza y dominados por su psicosis cartuchera, la rematan nostálgicos con la última presa que tienen a mano: su propìo perro, pero eso es otro tema que daría para hablar mucho. Decía que va a más porque el Señor Redactor Jefe ya empieza a escribir sobre animalistas que se enfrentan a la policia, lanzan piedras y arrojan cócteles molotov, además de dar por sentada su culpabilidad en la liberación de visones refiriéndose a un proceso del que ni el juicio se ha celebrado todavía. Y tales imputaciones en boca de un individuo que cada vez que puede sale armado al monte para regresar a casa con criaturas a las que ha ejecutado, eso sin contar las que ha dejado vivas pero heridas a merced de una agonía prolongada. Hay que tener la jeta como la conciencia: de cemento.

Lo de repetir incansablemente que somos unos "ecoterroristas" es ya un capítulo clásico en el "Manual de Cazador". Creo que precede al que les ilustra sobre como convencer de que el plomo dentro del cuerpo de un animal es la más sublime demostración de afecto y deferencia que se le puede brindar. Verá, hace tiempo, un colega suyo también Redactor Jefe de una revista dedicada a ensalzar las bondades de la caza, en un artículo titulado "Los hijos de PETA", no sólo me señalaba como uno de los prohombres de las hordas consagradas a ejercer terrorismo en nombre del animalismo, sino que además indicaba que ya había sido desenmascarado en algunas publicaciones cinegéticas por colegas suyos. ¿Y sabe qué decían de mí?, que manejaba los fondos de varios grupos animalistas, les faltó agregar ya tenía prácticamente asegurado un puestecito en la lista "The World´s Richest People" de Forbes. Un consejo: elaboren con un poquito más de esmero sus acusaciones o no las lancen, porque esa estrategia está sumando a la ignominía de sus actos el descrédito de sus argumentos.

No me extraña, Antonio Adán, que al comienzo de su artículo haga piña con los taurinos. Sus lazos ya se demostraron en las detenciones durante la "Operación Bambi" por la caza furtiva. Son igual de nocivos, de embusteros, de cínicos y como a ellos, en pleno proceso de decadencia, les invade un miedo que traduciéndose en rabia desemboca en la sarta de memeces y patrañas que disparan cada vez que se quieren poner dignos y convincentes.

No tendría que ser yo quien me preocupase por sus hijos y no voy a cometer la osadía de afirmar que no los quiera o que no le importen, que seguro que sí. El problema que padecen los cazadores es que están tan pervertidos por su codicia de animales muertos que llegan a desvirtuar patrones de conducta imprescindibles para no convertirnos en seres dañinos. Vuelvo al ejemplo de su amor hacia aquellos a los que les quitan la vida, ¿no entienden que es un contrasentido? Pues hombre, lo mismo con los niños: unos padres deberían alejar a éstos del uso de las armas y empezar por dar ellos mismos ejemplo enseñándoles que hay que respetar la vida de otros seres. Repito que no tengo yo atribuciones ni quiero inmiscuirme en su patria potestad, pero como parece que ustedes no son capaces de entender conceptos tán básicos, entonces lo mejor es que sea la adminsitración la que se convierta en la "hiena verde" y les impida iniciar a esos chavales en una práctica violenta, destructiva y por completo innecesaria como es la caza, donde el único objetivo consiste en sumar "despojos rojos".

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