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Corrupción sistemática

La corrupción aprovecha múltiples facetas de la organización social y tensa las peores cuerdas de los impulsos
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 30 de marzo de 2012, 06:58 h (CET)
Que la corrupción no es sólo económica, tampoco requerirá a estas alturas demostraciones complejas; eso sí, cuando afecta a otros sectores, de la moralidad, sentimentales o de la transmisión de conocimientos, los efectos contraproducentes de todas, suelen coincidir y agravan las consecuencias. Como la famosa HIDRA de varias cabezas venenosas, aquí también los sujetos corruptos aparecen por doquier, con idéntico peligro al presentado por la mitología; al decapitar a una de dichas cabezas, salen nuevas similares, con el incremento final de sujetos pervertidos. Destaca esta imagen de la proliferación con trazas de irremediable.

Abundan las cabezas visibles de esas conductas escandalosas. En sus artimañas recurren a los trucos insospechados, pero también y con todo descaro, actúan a la vista de todos. ¿Por qué se les permite llegar a esos extremos? En su expansión y agresividad influye el primer factor favorecedor, la DISPERSIÓN. Actúan en los campos más diversos y bajo múltiples modalidades. Aprovechan la debilidad organizativa de cualquier entramado empresarial, incluídas las instituciones y hasta las ONG, como vemos en casos recientes. El espacio geográfico importa poco con la gran movilidad y comunicación disponible. Manipulan los bienes y servicios que afectan a los públicos más heterogéneos, rebuscan en las estructuras legales o tergiversan las informaciones, con una gran eficacia. Una vez mal informados, entenderemos mejor como el gran público transige con las situaciones, o al menos no reacciona con intensidad. ¡Son tantos los frentes abiertos!

La organización de la sociedad y las actitudes individuales, facilitan el desarrollo de las conductas corruptas. En cada nuevo ejemplo comprobamos esa CONNIVENCIA curiosa, sin ella no sería posible tanta desfachatez. Cuando descubrimos pagos de millones de euros por informes paupérrimos o inexistentes (Caso Matas, Urdangarín…), no estamos ante un robo aislado y limitado a un acto concreto. Hay mucha gente involucrada en la aventura. Y no sólo por ignorancia; existen artimañas colaterales para apropiarse de algunos beneficios. Existe toda una trama de gente servil acompañando a los truhanes; sobre todo testaferros para los apaños legalistas o propagandísticos. Las víctimas quedan englobadas en un ente social, que no parece estar compuesto por nombres; mezcladas a su vez con un colaboracionismo que incrementa las dificultades para el retorno a la sensatez.

Para no quedar al descubierto, en un sentido policial, pero también en relación a la pérdida de prestigio; los corruptos instigan en las cercanías de los núcleos de poder, son tenaces. Tienen su lógica, ubicados en los CENTROS de GESTIÓN, pretenden encubrirse con la pátina de una buena imagen. Entre sus pretendidas maravillas y estar en la despensa donde maduran los proyectos con el dinero público, sus posibilidades se magnifican. Esa infiltración en la proximidad de los diferentes poderes, pone de manifiesto la ineptitud de quienes debieran estar vigilantes para mantener saneado el funcionamiento plural y democrático. Los grados de connivencia inciden en esa ineptitud. Sorprende y desanima la escasa energía de la reacción popular, no contribuye a una decisiva rectificación de actitudes.

La índole de las organizaciones corruptas, presenta proyectos variados y con aires renovadores, con apariencias sugestivas, con los mismos aprovechamientos fraudulentos. Su imagen de actores sociales relevantes y su buena localización donde les interesa; no parece bastarles. Con tácticas arteras promueven la aceptación social y aquellas connivencias que vengan al caso; así, quedan introducidas en el sistema. Por si fallan estas disposiciones, echan mano con frecuencia de métodos COERCITIVOS de diversa calaña e intensidad (Sobornos, amenazas, violencias varias). De una manera subrepticia, aprovechan cualquier resquicio; en relación con los familiares, con los puestos de trabajo, mencionando riesgos velados y sus propuestas salvadoras. Las posiciones adoptan argumentos solapados con intereses regionales (Cataluña, Valencia), étnicos (Euskadi), religiosos y apegados a las nacionalidades. En muchas ocasiones saturados de clientelismos sujetos por burdas exclusiones. Las coerciones son toleradas por ¿los sistemas de convivencia?

La permisividad de las agrupaciones dedicadas a diversas actividades y la de quienes debieran mantener la vigilancia en las instituciones; además de incomprensibles, permiten la mencionada infiltración de sujetos corruptos hasta puestos decisivos. Una vez metidos en el engranaje, van a lo suyo y no al servicio de los demás. Cada grupo o institución admite en su seno a individuos que pervierten sus funciones. Los proyectos acaban deteriorados o anulados, mientras proliferan las barbaridades infiltradas. Aquella tolerancia inicial resulta nefasta, por que EROSIONA desde dentro a las entidades organizadas, debido a las fuerzas disgregadoras. La estupidez del sistema no reacciona a tiempo, antes al contrario, aumentan los colaboracionistas en parcelas muy concretas.

Insisto en la extensa red de colaboradores organizados en las tramas de los diversos géneros de corrupción (Económica, política, conceptos teóricos, legales, morales o policiales, entre otros muchos). Su implantación suele acecer a través de 3 FASES, en las que podríamos actuar contra su presencia. En la primera, delimitan el territorio para sus actuaciones, es una “toma de posición”; asientan cerca de las subvenciones y del dinero público. Aquella asignatura polémica de la Educación para la Ciudadanía, bien que fue dotada de medios, participaron en su elaboración divferentes oráculos de la psicología y la ética; cobrando y elaborando unos contenidos podridos, por lo sectarios y manipuladores de la pluralidad. El siguiente paso es el de “aprovechamiento” de cuanto beneficie a sus pretensiones. De una u otra manera, sobreviene la tercera fase, una vez conseguidos los objetivos de quienes promovieron la trama, vienen las “prebendas”, sustanciosas o ridículas, para los colaboracionistas. En el recorrido por estas fases, evolucionan los protagonistas y el grado de participación.

El sistema como tal, queda perfecto para las conductas que no respetan los derechos decisorios de cada persona. La reparación de los daños causados no se exige por ninguna parte. Los procesos judiciales, cuando los hay, estiran las argumentaciones, reparten las motivaciones y al menor descuido, aún han perturbado la honorabilidad de los truhanes de turno; en la conclusión, comprobamos el gran poder de la disgregación, que funde los problemas habidos. La presunta INOCENCIA acentúa sus poderes hasta la transformación de protestas y denuncias en simples pretensiones de incordiar. Hemos asimilado el sistema de que no hay responsabilidades individuales. Estas quedan diluídas entre depresiones, ansiedades, pretendidas olvidos de firmas o millones apropiados, formulismos legales o parentescos posicionados. A poco que tarden las demuncias, los delitos prescribieron (Garzón y tantos otros), aunque los plazos fueran prudenciales. Brillan a la vez las inocencias y las impunidades.

El sentido deteriorado de las palabras y la falta de criterios, desdibujan los esquemas necesarios para unas relaciones humanas equilibradas; pero no avizoramos intenciones serias de cambio.

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