Ni el gobierno tailandés ni los servicios de inteligencia estadounidenses parecen conocer con exactitud cuál era el objetivo de Hussein Atris, el supuesto terrorista libanés detenido en Bangkok la semana pasada.
Lo que sí es indudable es que Atris condujo a la policía a un almacén en la capital tailandesa que escondía toneladas de materiales que podrían haber sido usados en la fabricación de explosivos.
El viernes pasado la Embajada de Estados Unidos en Bangkok hizo público un mensaje en el que advertía de un posible atentado terrorista en la capital tailandesa, y aconsejaba a sus ciudadanos evitar las zonas más turísticas de la ciudad.
Se cree que el ataque iba a tener lugar entre el 13 y el 15 de enero, y que la organización islamista Hezbolá, con base en Líbano, puede haber estado implicada.
Sin embargo, el secretario general del Consejo de Seguridad Nacional tailandés, Wichean Petephosree, ha manifestado sus dudas acerca de las intenciones de Atris, al tiempo que ha criticado al gobierno estadounidense por no haber informado a sus homólogos en el país asíático antes de hacer saltar las alarmas.
“Me gustaría que Estados Unidos demostrara modales y hablara antes con el Ministerio de Asuntos Exteriores [de Tailandia]”, ha dicho Wichean, la máxima autoridad de su país en materia policial.
El supuesto terrorista, cuyo pasaporte es sueco, permanece detenido acusado de poseer sustancias prohibidas, así como de tenencia ilícita de armas. En su defensa ha afirmado que los productos descubiertos tras su detención, entre ellos casi 300 litros de nitrato de amonio, iban a ser utilizadas con fines médicos.
Tailandia no es el objetivo tradicional del terrorismo islamista aunque existen precedentes, como la toma de la embajada israelí en 1972. Además, en el sur del país hay una minoría musulmana, cuyo brazo armado lleva a cabo una campaña terrorista de baja intensidad pero incesante en contra de la mayoría budista.