Cuando sor Consuelo iba a Barcelona, hacía obras de caridad en Las Ramblas, donde hay también muchas necesidades ocultas tras la multitud de tiendas y de turistas, en Carrer Tallers o en Carrer Portaferrisa por ejemplo. Es decir, donde ocurrió el atentado. Así que sor Consuelo también se sentía en parte de Barcelona.
Y resultó que una familia de Albera fue víctima del atentado. La hija, Nuria, de 18 años, estaba en el hospital y podía perder una pierna, atropellada por la furgoneta criminal. Los padres no se separaban de la cama ni de la habitación.
Sor Consuelo viajó a Barcelona y fue al hospital. En esta vida parece que todo está controlado y cubierto, pero no es así. La monjita se turnó con los padres por las noches, para que ellos descansaran. También a mediodía, para que fueran a almorzar a la cafetería.
Siempre tenía palabras de cariño para Nuria. Le contaba junto a la cama anécdotas e historias, para hacerle olvidar. Le daba esperanza y le decía que todo iba a salir bien.
Nuria sufrió bastantes operaciones en los meses siguientes, dado que tenía parte del fémur, la tibia y el peroné destrozados. No perdió la pierna, pero le quedó una cojera de por vida. Y una triste sonrisa en su bello rostro. Sor Consuelo la acompañó todo ese tiempo.
La compensación de Nuria fue hacerse después hermana de las Hijas de la Caridad. Como sor Consuelo, y se fue con ella a impartir piedad por el mundo.