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El Presidente Obama ha tomado la decisión de que tiene más probabilidades de ganar si las elecciones dependen de cosas importantes en lugar de minucias

La nueva campaña Roosevelt de Obama

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WASHINGTON -- Espera convertir la campaña de las presidenciales de plebiscito en torno a la actual situación de la economía a referendo en torno a la tradición progresista más generalizada que nos convirtió en un país de clase media. Por segunda vez, pretende atar su destino a una batalla por el futuro.

Esta elección tiene beneficios políticos evidentes para un presidente en ejercicio con una economía todavía en horas bajas, y confirma el cambio de Obama del enfoque defensivo de principios de este año a un ataque filosófico agresivo a un Partido Republicano que se ha escorado de forma acusada hacia la derecha. También es la maniobra más audaz que ha realizado el presidente desde que decidió sacar adelante a cualquier precio la reforma sanitaria después incluso de que los Demócratas perdieran su mayoría a prueba de vetos en el Senado a principios de 2010.

El discurso del presidente el martes en Osawatomie, Kansas, lugar del discurso legendario de Theodore Roosevelt "Nuevo Nacionalismo" hace 101 años, fue el discurso de investidura que Obama nunca pronunció. Fue excusa filosófica clara de su presidencia, narrativa evidente que explica las causas de la tesitura de la nación al mismo tiempo, y plan coherente de batalla contra un conservadurismo radicalizado que ahora define al Partido Republicano y que ha marcado el tono de su búsqueda de candidato presidencial.

Al apoyarse en Roosevelt, Obama se vincula sin paliativos a una defensa de la larga tradición progresista e izquierdista de América. El Republicano Roosevelt, después de todo, sacó su inspiración del escritor Herbert Croly, cuya obra "La promesa vital estadounidense" se puede considerar con justicia como manifiesto original del progresismo moderno. El radicalismo del movimiento de protesta fiscal tea party alentó así a un político muy diestro a ocuparse de una tarea que los Demócratas han sido reacios a desempeñar desde la llegada de Ronald Reagan.

Obama ha sido notablemente franco al afirmar que las ideas centrales del progresismo avanzado por Theodore y Franklin Roosevelt eran acertadas, y que los compromisos de la era Reagan con la teoría económica del reparto espontáneo de beneficios económicos entre la sociedad son erróneos directamente. Elogió a Roosevelt por saber que "el libre mercado nunca ha sido una carta blanca para coger lo que quieras de quien quieras" y por entender que "el libre mercado sólo funciona cuando hay reglamentos que garantizan que la competencia es justa y abierta y honesta".

También desmontó la teoría económica de Reagan, teoría que promete que "si eliminamos los reglamentos suficientes y bajamos más impuestos -- a las rentas altas en especial -- nuestra economía será más fuerte".

"Pero el problema es éste", anunciaba Obama. "No funciona. Nunca ha funcionado. No funcionó cuando se intentó una década antes de la Gran Depresión. No es lo que condujo al increíble crecimiento de posguerra de las décadas de los 50 y los 60. Y no funcionó cuando se intentó durante la última década".

Una Casa Blanca que hace unos meses estaba obsesionada con el centro político no toma ahora ninguna precaución, en palabras de un asesor, al pregonar las virtudes de "una visión que a este país le ha funcionado". Pero este asesor también destaca que Obama compara de forma implícita la flexibilidad del progresismo de Roosevelt con la rigidez de la variante actual de conservadurismo. El funcionario apunta los compromisos firmes de Obama con la reforma de la educación, incluyendo su crítica en Osawatomie a "destinar dinero a la educación simplemente".

"Puede usted suscribir la tradición progresista si puede defender la idea de que las filosofías y las teorías políticas pueden evolucionar a medida que cambia la realidad sobre el terreno", decía el asesor. El progresismo defendido por Obama contiene así un núcleo de moderación que la ideología del movimiento fiscal tea party no tiene. Por último, Obama se ha dado cuenta de que el camino a la puerta del votante moderado pasa por una crítica integral a la falta de moderación de la derecha.

Durante meses, los progresistas han preguntado a Obama por el motivo de que no invocara el lenguaje populista de Franklin D. Roosevelt y sus ataques a "la realeza económica" y "los príncipes con privilegios" de "las nuevas dinastías económicas". Lo que los progresistas olvidan a menudo es que Roosevelt ofreció estas palabras una vez estuvo a punto de concluir su primera legislatura, en su discurso de aceptación de la candidatura en la Convención Demócrata Nacional de 1936. Roosevelt no se convirtió en un populista económico expreso hasta que las elecciones estaban encima -- y una vez se vio presionado por la izquierda y por un movimiento sindical que le exigía más.

Abocado a su propia reelección y presionado por un movimiento Occupy Wall Street que ha convertido la desigualdad en un motor de nuestra política, Barack Obama descubre sus dos Roosevelt interiores.

© 2011, The Washington Post Writers Group

La nueva campaña Roosevelt de Obama

El Presidente Obama ha tomado la decisión de que tiene más probabilidades de ganar si las elecciones dependen de cosas importantes en lugar de minucias
E. J. Dionne
viernes, 9 de diciembre de 2011, 08:30 h (CET)

WASHINGTON -- Espera convertir la campaña de las presidenciales de plebiscito en torno a la actual situación de la economía a referendo en torno a la tradición progresista más generalizada que nos convirtió en un país de clase media. Por segunda vez, pretende atar su destino a una batalla por el futuro.

Esta elección tiene beneficios políticos evidentes para un presidente en ejercicio con una economía todavía en horas bajas, y confirma el cambio de Obama del enfoque defensivo de principios de este año a un ataque filosófico agresivo a un Partido Republicano que se ha escorado de forma acusada hacia la derecha. También es la maniobra más audaz que ha realizado el presidente desde que decidió sacar adelante a cualquier precio la reforma sanitaria después incluso de que los Demócratas perdieran su mayoría a prueba de vetos en el Senado a principios de 2010.

El discurso del presidente el martes en Osawatomie, Kansas, lugar del discurso legendario de Theodore Roosevelt "Nuevo Nacionalismo" hace 101 años, fue el discurso de investidura que Obama nunca pronunció. Fue excusa filosófica clara de su presidencia, narrativa evidente que explica las causas de la tesitura de la nación al mismo tiempo, y plan coherente de batalla contra un conservadurismo radicalizado que ahora define al Partido Republicano y que ha marcado el tono de su búsqueda de candidato presidencial.

Al apoyarse en Roosevelt, Obama se vincula sin paliativos a una defensa de la larga tradición progresista e izquierdista de América. El Republicano Roosevelt, después de todo, sacó su inspiración del escritor Herbert Croly, cuya obra "La promesa vital estadounidense" se puede considerar con justicia como manifiesto original del progresismo moderno. El radicalismo del movimiento de protesta fiscal tea party alentó así a un político muy diestro a ocuparse de una tarea que los Demócratas han sido reacios a desempeñar desde la llegada de Ronald Reagan.

Obama ha sido notablemente franco al afirmar que las ideas centrales del progresismo avanzado por Theodore y Franklin Roosevelt eran acertadas, y que los compromisos de la era Reagan con la teoría económica del reparto espontáneo de beneficios económicos entre la sociedad son erróneos directamente. Elogió a Roosevelt por saber que "el libre mercado nunca ha sido una carta blanca para coger lo que quieras de quien quieras" y por entender que "el libre mercado sólo funciona cuando hay reglamentos que garantizan que la competencia es justa y abierta y honesta".

También desmontó la teoría económica de Reagan, teoría que promete que "si eliminamos los reglamentos suficientes y bajamos más impuestos -- a las rentas altas en especial -- nuestra economía será más fuerte".

"Pero el problema es éste", anunciaba Obama. "No funciona. Nunca ha funcionado. No funcionó cuando se intentó una década antes de la Gran Depresión. No es lo que condujo al increíble crecimiento de posguerra de las décadas de los 50 y los 60. Y no funcionó cuando se intentó durante la última década".

Una Casa Blanca que hace unos meses estaba obsesionada con el centro político no toma ahora ninguna precaución, en palabras de un asesor, al pregonar las virtudes de "una visión que a este país le ha funcionado". Pero este asesor también destaca que Obama compara de forma implícita la flexibilidad del progresismo de Roosevelt con la rigidez de la variante actual de conservadurismo. El funcionario apunta los compromisos firmes de Obama con la reforma de la educación, incluyendo su crítica en Osawatomie a "destinar dinero a la educación simplemente".

"Puede usted suscribir la tradición progresista si puede defender la idea de que las filosofías y las teorías políticas pueden evolucionar a medida que cambia la realidad sobre el terreno", decía el asesor. El progresismo defendido por Obama contiene así un núcleo de moderación que la ideología del movimiento fiscal tea party no tiene. Por último, Obama se ha dado cuenta de que el camino a la puerta del votante moderado pasa por una crítica integral a la falta de moderación de la derecha.

Durante meses, los progresistas han preguntado a Obama por el motivo de que no invocara el lenguaje populista de Franklin D. Roosevelt y sus ataques a "la realeza económica" y "los príncipes con privilegios" de "las nuevas dinastías económicas". Lo que los progresistas olvidan a menudo es que Roosevelt ofreció estas palabras una vez estuvo a punto de concluir su primera legislatura, en su discurso de aceptación de la candidatura en la Convención Demócrata Nacional de 1936. Roosevelt no se convirtió en un populista económico expreso hasta que las elecciones estaban encima -- y una vez se vio presionado por la izquierda y por un movimiento sindical que le exigía más.

Abocado a su propia reelección y presionado por un movimiento Occupy Wall Street que ha convertido la desigualdad en un motor de nuestra política, Barack Obama descubre sus dos Roosevelt interiores.

© 2011, The Washington Post Writers Group

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