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La competencia por la candidatura presidencial Republicana para 2012 ha sido descrita como un reality o como un circo

El reality show racional del Partido Republicano

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WASHINGTON -- . Pero lo que está sucediendo dentro del Partido Republicano es muy racional y fácilmente explicable.

El candidato Republicano evidente era el Gobernador de Texas Rick Perry -- evidente porque su virulenta crítica al estado, su fanatismo ideológico y sus flirteos con la secesión de la Unión eran la indumentaria perfecta para un electorado de unas primarias Republicanas que ha adelantado por la derecha a Ronald Reagan.

El anhelo de alguien como Perry era inevitable. Combina las opiniones de derechas -- muy de derechas, en realidad -- con la experiencia como jefe de un ejecutivo que le hace parecer alguien preparado para ser presidente.

Piense que antes incluso de haberse unido a la campaña, el revuelo decía que podría atraer a los votantes Republicanos a puñados. Ya tenía un 18% frente al 23% de Romney a finales de julio en el sondeo Gallup. Michele Bachmann iba por detrás con el 13 por ciento. En ese extremo, Newt Gingrich tenía un 6% y Herman Cain un 4%.

Tras anunciar su candidatura Perry, se disparó en los sondeos. La encuesta Gallup realizada del 17 al 21 de agosto situaba a Perry en el 29%, a Romney en el 17%, Bachmann por debajo del 10% y Gingrich y Cain con el 4% los dos. (Ron Paul, adalid del estandarte libertario, conserva a sus incondicionales con independencia de lo que suceda alrededor suyo. Paul tenía el 10 por ciento en julio y el 13 por ciento en agosto). Otro sondeo de aquel momento realizado por la empresa Public Policy Polling situaba a Perry con el 33% frente al 20% de Romney.

Esta candidatura iba a ser la derrota de Perry. Y eso es exactamente lo que fue.

Pero aun así Romney sigue sin despegar, y ríos de tinta y de píxeles se han dedicado a tratar de explicar el motivo. Yo veo cuatro factores que impiden despegar a Romney. Que se trata de un veleta es una acusación que ha dejado de ser vertida por sus rivales; es algo sabido. Su negativa a rechazar su propia reforma sanitaria en Massachusetts no pega entre los conservadores. Su imagen pública es, bueno, lo bastante estirada como para que la red esté llena ya de vídeos de lo raro que es Romney. Y es mormón, un problema para ciertos conservadores evangélicos.

Constituye un escándalo que la religión de Romney sea una cuestión, y cualquiera que analice su impacto tiene la obligación moral de decirlo abiertamente. Por desgracia, eso no se traduce en que no tenga efecto. Y Romney tendría que enorgullecerse de su iniciativa sanitaria -- aunque sea totalmente ingenuo por su parte negar los claros vínculos entre lo que hizo y lo que luchó por sacar adelante el Presidente Obama.

Pero lo que está sucediendo no es problema de Romney únicamente. El electorado principal del Partido Republicano ha cambiado de forma radical desde el año 2008 -- e incluso entonces, John McCain se hizo con la candidatura en contra del deseo de muchos entre la derecha Republicana gracias a que la oposición en su contra estaba dividida.

La formación revivida al calor del movimiento fiscal tea party en el año 2010 se está viendo gravemente entorpecida por él ahora. La derecha Republicana quiere la clase de pureza que la indujo a acoger a candidatos como Cain o Bachmann con gran seriedad durante un tiempo. Es la misma gente que se tomó en serio también a la conservadora Sharron Angle, a la activista Christine O'Donnell o al líder conservador de Alaska Joe Miller en las primarias al Senado en 2010. Ninguno de ellos salió elegido.

Perry aparentó ser en tiempos la respuesta a este problema. Ahora que Cain, Bachmann y él se han ido quedando por el camino, los solitarios conservadores han ido a parar a Gingrich. Esto es raro, puesto que Gingrich puede dar a Romney una fabulosa paliza en cualquier concurso de cambios de opinión a conveniencia.

Pero Gingrich siempre ha mantenido un pie por lo menos en el bando del movimiento conservador, y habla como alguien del movimiento. Esto podría bastar. La cuestión es que tenga la disciplina de no decir algo realmente estúpido de aquí al 3 de enero, fecha de los comités de Iowa. (Consejo gratis a Newt: deja de hablar de ti en tercera persona como si fueras una figura histórica de talla mundial).

Se habla de la "institución Republicana" interviniendo para salvar la situación, y las cosas desde luego parecen estar a punto de caramelo para una campaña de movilización en favor de algún candidato nuevo fuera de la lista. Pero la institución Republicana, tal como está, está indefensa esencialmente. Vendió su alma al movimiento de protesta fiscal tea party, se quedó cruzada de brazos mientras la retórica extremista se tragaba al Partido Republicano, y se imaginó que los votantes indecisos iban a pasar por alto con el tiempo todo esto para depositar un voto en contra de una mala situación económica.

Esa sigue siendo la apuesta de Romney, pero su fracaso a la hora de despuntar en los sondeos sugiere que la derecha no va a ser burlada. Los líderes Republicanos desataron fuerzas que podrían comerse viva a su propia formación. Y el único Republicano que está disfrutando realmente de lo que está sucediendo es Newt Gingrich.

© 2011, The Washington Post Writers Group

El reality show racional del Partido Republicano

La competencia por la candidatura presidencial Republicana para 2012 ha sido descrita como un reality o como un circo
E. J. Dionne
miércoles, 7 de diciembre de 2011, 08:14 h (CET)

WASHINGTON -- . Pero lo que está sucediendo dentro del Partido Republicano es muy racional y fácilmente explicable.

El candidato Republicano evidente era el Gobernador de Texas Rick Perry -- evidente porque su virulenta crítica al estado, su fanatismo ideológico y sus flirteos con la secesión de la Unión eran la indumentaria perfecta para un electorado de unas primarias Republicanas que ha adelantado por la derecha a Ronald Reagan.

El anhelo de alguien como Perry era inevitable. Combina las opiniones de derechas -- muy de derechas, en realidad -- con la experiencia como jefe de un ejecutivo que le hace parecer alguien preparado para ser presidente.

Piense que antes incluso de haberse unido a la campaña, el revuelo decía que podría atraer a los votantes Republicanos a puñados. Ya tenía un 18% frente al 23% de Romney a finales de julio en el sondeo Gallup. Michele Bachmann iba por detrás con el 13 por ciento. En ese extremo, Newt Gingrich tenía un 6% y Herman Cain un 4%.

Tras anunciar su candidatura Perry, se disparó en los sondeos. La encuesta Gallup realizada del 17 al 21 de agosto situaba a Perry en el 29%, a Romney en el 17%, Bachmann por debajo del 10% y Gingrich y Cain con el 4% los dos. (Ron Paul, adalid del estandarte libertario, conserva a sus incondicionales con independencia de lo que suceda alrededor suyo. Paul tenía el 10 por ciento en julio y el 13 por ciento en agosto). Otro sondeo de aquel momento realizado por la empresa Public Policy Polling situaba a Perry con el 33% frente al 20% de Romney.

Esta candidatura iba a ser la derrota de Perry. Y eso es exactamente lo que fue.

Pero aun así Romney sigue sin despegar, y ríos de tinta y de píxeles se han dedicado a tratar de explicar el motivo. Yo veo cuatro factores que impiden despegar a Romney. Que se trata de un veleta es una acusación que ha dejado de ser vertida por sus rivales; es algo sabido. Su negativa a rechazar su propia reforma sanitaria en Massachusetts no pega entre los conservadores. Su imagen pública es, bueno, lo bastante estirada como para que la red esté llena ya de vídeos de lo raro que es Romney. Y es mormón, un problema para ciertos conservadores evangélicos.

Constituye un escándalo que la religión de Romney sea una cuestión, y cualquiera que analice su impacto tiene la obligación moral de decirlo abiertamente. Por desgracia, eso no se traduce en que no tenga efecto. Y Romney tendría que enorgullecerse de su iniciativa sanitaria -- aunque sea totalmente ingenuo por su parte negar los claros vínculos entre lo que hizo y lo que luchó por sacar adelante el Presidente Obama.

Pero lo que está sucediendo no es problema de Romney únicamente. El electorado principal del Partido Republicano ha cambiado de forma radical desde el año 2008 -- e incluso entonces, John McCain se hizo con la candidatura en contra del deseo de muchos entre la derecha Republicana gracias a que la oposición en su contra estaba dividida.

La formación revivida al calor del movimiento fiscal tea party en el año 2010 se está viendo gravemente entorpecida por él ahora. La derecha Republicana quiere la clase de pureza que la indujo a acoger a candidatos como Cain o Bachmann con gran seriedad durante un tiempo. Es la misma gente que se tomó en serio también a la conservadora Sharron Angle, a la activista Christine O'Donnell o al líder conservador de Alaska Joe Miller en las primarias al Senado en 2010. Ninguno de ellos salió elegido.

Perry aparentó ser en tiempos la respuesta a este problema. Ahora que Cain, Bachmann y él se han ido quedando por el camino, los solitarios conservadores han ido a parar a Gingrich. Esto es raro, puesto que Gingrich puede dar a Romney una fabulosa paliza en cualquier concurso de cambios de opinión a conveniencia.

Pero Gingrich siempre ha mantenido un pie por lo menos en el bando del movimiento conservador, y habla como alguien del movimiento. Esto podría bastar. La cuestión es que tenga la disciplina de no decir algo realmente estúpido de aquí al 3 de enero, fecha de los comités de Iowa. (Consejo gratis a Newt: deja de hablar de ti en tercera persona como si fueras una figura histórica de talla mundial).

Se habla de la "institución Republicana" interviniendo para salvar la situación, y las cosas desde luego parecen estar a punto de caramelo para una campaña de movilización en favor de algún candidato nuevo fuera de la lista. Pero la institución Republicana, tal como está, está indefensa esencialmente. Vendió su alma al movimiento de protesta fiscal tea party, se quedó cruzada de brazos mientras la retórica extremista se tragaba al Partido Republicano, y se imaginó que los votantes indecisos iban a pasar por alto con el tiempo todo esto para depositar un voto en contra de una mala situación económica.

Esa sigue siendo la apuesta de Romney, pero su fracaso a la hora de despuntar en los sondeos sugiere que la derecha no va a ser burlada. Los líderes Republicanos desataron fuerzas que podrían comerse viva a su propia formación. Y el único Republicano que está disfrutando realmente de lo que está sucediendo es Newt Gingrich.

© 2011, The Washington Post Writers Group

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