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Elogio del juego de las canicas

“Porque en este país hay más de cinco justos y merece ser salvado”
Felipe Muñoz
martes, 6 de diciembre de 2011, 10:06 h (CET)
Porque hubo una vez un conjunto de tribus dispersas, a las que, más o menos, conquistó y civilizó el Imperio Romano (en la época de la República), el cual comenzó a dotar de cierta unidad cultural a la Península Ibérica, sobre todo a través de la urbanización y de las comunicaciones…

Porque, poco a poco, fue naciendo España

Porque, gracias a ello, cuando el Imperio Romano fue destruido (o, más bien, cuando se autodestruyó), nuestras tierras fueron conquistadas por una de las “tribus bárbaras” más civilizadas más civilizadas que existían, leales aliados del Imperio hasta el final…

Porque, gracias a esa herencia cultural, conservada por la Iglesia Católica, y a la estabilidad institucional subsiguiente (por encima de continuos asesinatos de reyes), los visigodos, cuando nuestras tierras fueron conquistadas casi completamente por los árabes, en pocos años formaron un núcleo de resistencia, con el proyecto explicito de la “recuperación de España”, proyecto que seguiría vigente un milenio después, ya en América…

Porque los españoles hicieron grandes cosas

Porque ese núcleo de resistencia creció y creció, sobre la base del sacrificio de nuestros antepasados, y aunque se dividió muchas veces (en el caso de Portugal, de forma definitiva), tras ochocientos años de lucha, recuperaron todo lo perdido y crearon el país más moderno y potente del mundo, en su tiempo…

Porque ese país no se detuvo a las puertas de Granada en 1492 y, escasamente poblado como estaba, forjó el Imperio Americano y sostuvo la hegemonía militar indiscutible en Europa hasta entrado el siglo XVII…

Porque ese país soportó, en adelante, a gobernantes nefastos y fue capaz de recuperarse, sobre el sacrificio de nuestros antepasados, e, incluso, volver a ser una potencia mundial en el siglo XVIII…

Porque las personas de este país fueron generosas

Porque este país, después de defender su independencia (por el sacrificio de nuestros antepasados), contra el ejército más poderoso de su tiempo y contra la cobarde rendición de su rey y de su príncipe, intentó integrar, con un Constitución, a los “españoles de ambos hemisferios”

Porque, a pesar de los “desastres” del siglo XIX, de la pérdida del Imperio y, por tanto, del proyecto que le daba identidad, ese país permaneció unido y consiguió atravesar el tormentoso siglo XX y llegar hasta el siglo XXI…

Porque hoy día España pierde la partida

Porque los catalanes y vascos independentistas van a ganar, aunque no tengan razón y ellos lo sepan (qué importa la razón aquí; importa ganar)…

Porque cuando mis compatriotas votan a políticos que se pone a llorar cuando una banda de asesinos se compromete a no asesinar, creo en, y a veces deseo la, muerte de España…

Porque cuando mis compatriotas votan por millones a “mangantes” y a “cambiantes” de la Historia pasada, dejo de creer que este país debería seguir existiendo…

Porque ya nadie cree en este país

Porque yo sí que no soy representado por unas decenas de chorizos que ocupan propiedades privadas y llaman a la manifestación cuando son desalojados legalmente…

Porque en este país es noticia que el presidente del Congreso dé un “¡viva!” a España…

Porque, digan lo que digan, y dígalo quien lo diga, en la Península Ibérica sólo hay dos naciones: España y Portugal…

Porque me gusta el valor

Porque me gustan las muestras de valor y los valores en general; pero los valores son diferentes si son valores españoles…

Por todo eso, y mucho más, porque este es el país de mis padres, y de los padres de mis padres, y porque en este país hay más de cinco justos y merece ser salvado, a mí, personalmente, me hace feliz, durante unos momentos, que España gane, aunque sea, el juego mundial de las canicas. Aunque eso no arregle nada. Soy así de provinciano.

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La vida, sobre todo cuando se dilata por el transcurso de los años, te somete a momentos en las que tienes que hacer de tripas corazón, asumirlos con dignidad o rendirte. También con una buena dosis de dignidad. El encuentro con las diversas situaciones de tu vida van deteriorando tu capacidad de encaje, entonces te llega el momento en que te planteas si vale la pena seguir luchando o dejarte llevar por la corriente que te rodea y vivir en paz el presente. Pero sin futuro.

En un tiempo donde lo que se aparenta muchas veces vale más que lo que se es, hay quienes han hecho del estatus su escudo, del apellido su bandera y del dinero un pedestal desde el que miran al resto, como si el mundo fuese un teatro de castas en el que ellos, por supuesto, ocupan siempre el primer plano. Es el culto a la vanidad, esa enfermedad silenciosa del alma que disfraza la humildad de altivez.

He de aclarar que, si alguna vez alguien me quiere envenenar, que no lo intente con una manzana. Prefiero el bizcocho de chocolate o las chocolatinas de menta, tal vez un trozo de pizza de pepperoni o unas sabrosas cigalas, pero una manzana, lo que se dice una manzana… no.

 
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