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Me instan, quienes me quieren, a que no pierda mi tiempo, escribiendo sobre gentes que son esencia de estiércol.
Yiyi es mi paz, en las noches de frío, calienta mis pies.
Las calles estaban desoladas, el aire fresco estaba lleno de presagios, la penumbra de la noche tenía sus propios temores, los perros aullaban sin cesar, el pueblo dormía; sólo la puerta de la casa de don Adrián se encontraba abierta. Don Adrián dialogaba con sus sirvientes, a la vez se tomaban unos traguitos al encanto de la medianoche.
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