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Del dicho al hecho y viceversa

Nos hemos cargado la epistemología
Mario López
jueves, 6 de julio de 2017, 01:15 h (CET)
¿Qué es amor? Si no lo tienes claro, puedes responder: un anagrama de mora, ramo o Roma. Has cumplido sin mentir; que en los tiempos que corren es cosa meritoria.

“La copla que está en mi boca apunto de ser del viento, que lejos de aquella otra que estaba en mi pensamiento” ¿Cómo explicarlo? Aquí no hay anagrama que te salve los muebles de ese tu cerebro que está en plena mudanza.

Hoy en día, a los pocos que saben de estas cosas les preguntas por la sofística y te hablarán de Protágoras, el primer abogado caro de la Historia. Olvidados quedan los sofistas que entendieron que la sofística bien pudiera ser la profesión de enseñar sabiduría. La cosa práctica, que acaba devorando la ideología como Saturno a sus hijos (pero en sentido genealógico inverso)… es lo que tiene.

Lo que queda del liberalismo, el socialismo, el comunismo, el anarquismo, no es la epistemología sino la dura y cruda praxis de cada cual; sin duda, se han cargado la epistemología. Los modos epistemológicos de pensamiento han sucumbido, todos ellos, a la vil experiencia humana. El ser humano es la gran trituradora capaz de hacer picadillo cualquier buena idea al ponerla en práctica. Si a ello sumamos el subjetivismo autista del común y la imposible objetividad (entelequia que sólo ha servido para “legitimar” las más crueles tiranías), llegamos a la conclusión de que sólo a partir de prácticas saludables se puede construir el pensamiento epistemológico adecuado que nos sirva para construir una “idea” del mundo eficaz para el común de la gente.

Es decir, lo que hoy toca no es tanto discutir sobre ideologías sino ser muy celosos vigilantes de las prácticas saludables.

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