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La turbulenta decisión de Papandreou simboliza esta erosión más genérica de la cohesión colectiva

La economía mundial a la deriva

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Tuvo algo de idónea la imprudente convocatoria de un referendo a la batería de medidas de rescate a su país más reciente por parte del Primer Ministro heleno George Papandreou.

Los líderes del mundo reunidos en Cannes con motivo de la cumbre del G20 se enfrentan a realidades desoladoras. La economía global se tambalea, y ningún país ha asumido el liderazgo a la hora de organizar la recuperación. Se da una pérdida de control, un vacío de poder. La economía mundial va a la deriva.

Transitamos de la Globalización 1.0 a la Globalización 2.0. Durante la Globalización 1.0, las economías se beneficiaron de las actividades comerciales expandidas y de las transferencias tecnológicas a nivel mundial. Entre 1980 y 2010, el volumen del comercio global se cuadriplicó. Incontables millones salieron de la pobreza; nuevas clases medias surgieron en Latinoamérica y Asia. Durante la Globalización 2.0, las interconexiones económicas entre los países alimentan la inestabilidad y las rivalidades nacionalistas.

Hubo un tiempo en el que Estados Unidos asumía el papel rector de forma automática. De 1948 en adelante, el Plan Marshall brindó a Europa el equivalente a 850.000 millones de dólares -- precisados con desesperación para adquirir comida, materias primas y maquinaria industrial -- para recuperarse de la Segunda Guerra Mundial. Durante la década de los 80, Estados Unidos asumió el liderazgo en la desactivación de la crisis de la deuda latinoamericana; a finales de la década de los 90, hizo lo propio con la crisis económica asiática. La arquitectura de la economía global de posguerra fue producto sobre todo del liderazgo norteamericano.

Pero bajo el Presidente Obama -- probablemente nadie más habría actuado de forma distinta -- la capacidad y el deseo de liderar de América se han tambaleado. La crisis económica de 2007-2009, habiendo partido de Estados Unidos, desacreditó las ideas y la competencia norteamericana. La letárgica situación económica, el fuerte endeudamiento de las economías y las constantes riñas partidistas castigaron al poder financiero y a la voluntad política de ayudar a los demás. Estados Unidos no ha ayudado nada a Europa con sus problemas de deuda.

Europa representa la quinta parte de la producción económica mundial, equivalente más o menos a Estados Unidos. Podría haber llenado el vacío de liderazgo; por supuesto, no lo ha hecho. En lugar de eso, Europa ha agravado la inestabilidad global, peleando con su propio crecimiento anémico y su fuerte endeudamiento. Antes incluso de que Papandreou torpedeara de forma temporal la batería de medidas de la deuda más recientes -- destinada a ayudar a Grecia y a proteger del impago a España y a Italia -- había dudas de que fuera lo bastante sustancial.

Para proteger a Italia y España, el fondo de rescate de Europa (la Instancia de Estabilidad Económica Europea, o EFSF) precisa de entre 2,5 billones a 3 billones de euros (de 3,5 billones a 4,2 billones de dólares), escribía hace poco en el Financial Times Willem Buiter, el responsable económico de Citigroup La cifra más elevada es casi siete veces el tamaño en vigor del fondo EFSF. ¿De dónde va a salir todo ese capital? Probablemente de Europa no. Ni siquiera Alemania es lo bastante rica para asumir toda esa deuda extra.

China es la respuesta evidente, junto a los demás países asiáticos y productores de petróleo con enormes reservas de divisas extranjeras. (Según el último recuento, las reservas de divisas totales son de 3,2 billones de dólares en el caso de China, 516.000 millones de dólares en el caso de Rusia y 484.000 millones en el de Arabia Saudí). Tienen un interés claro en ayudar a Europa a evitar una crisis de la deuda y la banca en toda regla. Europa es un mercado preferente para sus productos.

Pero China se ha resistido a jugar un papel más relevante, cosa a la que también se oponen muchos europeos. "Es impactante", decía hace poco Martine Aubry, la secretario general del Partido Socialista de Francia, de una modesta iniciativa de recaudar dinero chino para paliar los problemas de la deuda. "Al recurrir a los chinos, los europeos manifiestan su debilidad. ¿Cómo podrá Europa solicitar a China que deje de manipular a la baja el cambio de su divisa?" Otros plantean: si China es el agente de crédito de Europa, ¿cómo puede criticar Europa las políticas de derechos humanos de China? Buenas preguntas.

Un mundo de economías cada vez más conectadas exige de mayor cooperación. Pero existe una creciente fragmentación del poder y la cohesión por doquier. Por supuesto, ningún país ni grupo de países sabe ingeniar una recuperación global; el mecanismo económico no es todavía una disciplina potente y precisa (y podría no serlo nunca). Pero los líderes pueden hacer hincapié en las políticas que alienten la recuperación y rechazar las políticas que la retrasan. El liderazgo manifiesto despierta la confianza que acelera el crecimiento económico El Plan Marshall reforzó la confianza.

Tras la quiebra de Lehman Brothers' en el año 2008, la cooperación floreció en apariencia. Los países consideraron que repercutía en su interés común adoptar baterías de medidas "de estímulo" consistentes en subidas del gasto público y bajadas tributarias para impedir un colapso económico más grave. Desde entonces, la tendencia se ha invertido.

Las economías débiles han vuelto más proteccionistas a los países. En el año 2012, la economía norteamericana crecerá solamente un 1,8 por ciento y la zona euro (los 17 países que utilizan el euro) el 0,3 por ciento, según pronostica la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. El elevado desempleo tienta a los líderes impopulares a realizar gestos arriesgados que, con total independencia de la repercusión internacional, pretenden mejorar su posición nacional. Véase Papandreou, arriba. Los distintos sistemas políticos y de valores frustran la cooperación. Véase el caso de China, arriba.

El peligro reside en una lenta caída en guerras de divisas y proteccionismo. Estados Unidos y Europa se están batiendo en retirada fruto de un elevado endeudamiento. China y muchos países en vías de desarrollo siguen un crecimiento basado en la exportación. Parece la fórmula para fomentar la discordia y el estancamiento económico.

La economía mundial a la deriva

La turbulenta decisión de Papandreou simboliza esta erosión más genérica de la cohesión colectiva
Robert J. Samuelson
viernes, 4 de noviembre de 2011, 08:47 h (CET)
Tuvo algo de idónea la imprudente convocatoria de un referendo a la batería de medidas de rescate a su país más reciente por parte del Primer Ministro heleno George Papandreou.

Los líderes del mundo reunidos en Cannes con motivo de la cumbre del G20 se enfrentan a realidades desoladoras. La economía global se tambalea, y ningún país ha asumido el liderazgo a la hora de organizar la recuperación. Se da una pérdida de control, un vacío de poder. La economía mundial va a la deriva.

Transitamos de la Globalización 1.0 a la Globalización 2.0. Durante la Globalización 1.0, las economías se beneficiaron de las actividades comerciales expandidas y de las transferencias tecnológicas a nivel mundial. Entre 1980 y 2010, el volumen del comercio global se cuadriplicó. Incontables millones salieron de la pobreza; nuevas clases medias surgieron en Latinoamérica y Asia. Durante la Globalización 2.0, las interconexiones económicas entre los países alimentan la inestabilidad y las rivalidades nacionalistas.

Hubo un tiempo en el que Estados Unidos asumía el papel rector de forma automática. De 1948 en adelante, el Plan Marshall brindó a Europa el equivalente a 850.000 millones de dólares -- precisados con desesperación para adquirir comida, materias primas y maquinaria industrial -- para recuperarse de la Segunda Guerra Mundial. Durante la década de los 80, Estados Unidos asumió el liderazgo en la desactivación de la crisis de la deuda latinoamericana; a finales de la década de los 90, hizo lo propio con la crisis económica asiática. La arquitectura de la economía global de posguerra fue producto sobre todo del liderazgo norteamericano.

Pero bajo el Presidente Obama -- probablemente nadie más habría actuado de forma distinta -- la capacidad y el deseo de liderar de América se han tambaleado. La crisis económica de 2007-2009, habiendo partido de Estados Unidos, desacreditó las ideas y la competencia norteamericana. La letárgica situación económica, el fuerte endeudamiento de las economías y las constantes riñas partidistas castigaron al poder financiero y a la voluntad política de ayudar a los demás. Estados Unidos no ha ayudado nada a Europa con sus problemas de deuda.

Europa representa la quinta parte de la producción económica mundial, equivalente más o menos a Estados Unidos. Podría haber llenado el vacío de liderazgo; por supuesto, no lo ha hecho. En lugar de eso, Europa ha agravado la inestabilidad global, peleando con su propio crecimiento anémico y su fuerte endeudamiento. Antes incluso de que Papandreou torpedeara de forma temporal la batería de medidas de la deuda más recientes -- destinada a ayudar a Grecia y a proteger del impago a España y a Italia -- había dudas de que fuera lo bastante sustancial.

Para proteger a Italia y España, el fondo de rescate de Europa (la Instancia de Estabilidad Económica Europea, o EFSF) precisa de entre 2,5 billones a 3 billones de euros (de 3,5 billones a 4,2 billones de dólares), escribía hace poco en el Financial Times Willem Buiter, el responsable económico de Citigroup La cifra más elevada es casi siete veces el tamaño en vigor del fondo EFSF. ¿De dónde va a salir todo ese capital? Probablemente de Europa no. Ni siquiera Alemania es lo bastante rica para asumir toda esa deuda extra.

China es la respuesta evidente, junto a los demás países asiáticos y productores de petróleo con enormes reservas de divisas extranjeras. (Según el último recuento, las reservas de divisas totales son de 3,2 billones de dólares en el caso de China, 516.000 millones de dólares en el caso de Rusia y 484.000 millones en el de Arabia Saudí). Tienen un interés claro en ayudar a Europa a evitar una crisis de la deuda y la banca en toda regla. Europa es un mercado preferente para sus productos.

Pero China se ha resistido a jugar un papel más relevante, cosa a la que también se oponen muchos europeos. "Es impactante", decía hace poco Martine Aubry, la secretario general del Partido Socialista de Francia, de una modesta iniciativa de recaudar dinero chino para paliar los problemas de la deuda. "Al recurrir a los chinos, los europeos manifiestan su debilidad. ¿Cómo podrá Europa solicitar a China que deje de manipular a la baja el cambio de su divisa?" Otros plantean: si China es el agente de crédito de Europa, ¿cómo puede criticar Europa las políticas de derechos humanos de China? Buenas preguntas.

Un mundo de economías cada vez más conectadas exige de mayor cooperación. Pero existe una creciente fragmentación del poder y la cohesión por doquier. Por supuesto, ningún país ni grupo de países sabe ingeniar una recuperación global; el mecanismo económico no es todavía una disciplina potente y precisa (y podría no serlo nunca). Pero los líderes pueden hacer hincapié en las políticas que alienten la recuperación y rechazar las políticas que la retrasan. El liderazgo manifiesto despierta la confianza que acelera el crecimiento económico El Plan Marshall reforzó la confianza.

Tras la quiebra de Lehman Brothers' en el año 2008, la cooperación floreció en apariencia. Los países consideraron que repercutía en su interés común adoptar baterías de medidas "de estímulo" consistentes en subidas del gasto público y bajadas tributarias para impedir un colapso económico más grave. Desde entonces, la tendencia se ha invertido.

Las economías débiles han vuelto más proteccionistas a los países. En el año 2012, la economía norteamericana crecerá solamente un 1,8 por ciento y la zona euro (los 17 países que utilizan el euro) el 0,3 por ciento, según pronostica la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. El elevado desempleo tienta a los líderes impopulares a realizar gestos arriesgados que, con total independencia de la repercusión internacional, pretenden mejorar su posición nacional. Véase Papandreou, arriba. Los distintos sistemas políticos y de valores frustran la cooperación. Véase el caso de China, arriba.

El peligro reside en una lenta caída en guerras de divisas y proteccionismo. Estados Unidos y Europa se están batiendo en retirada fruto de un elevado endeudamiento. China y muchos países en vías de desarrollo siguen un crecimiento basado en la exportación. Parece la fórmula para fomentar la discordia y el estancamiento económico.

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