La habitación de adentro, como la solemos llamar, estaba diseñada
para mi madre, para sus cosas del hogar, pero terminó
convirtiéndose en el cubículo de juegos y el lugar idóneo para
estudiar, hacer deberes y aprender a relacionarnos con los libros,
con la información y el lugar para la creación del conocimiento.
Terminó siendo para sus hijas. La desterramos, el otro día se lo
comentaba entre risas y ella me miró, con su sonrisa apaciguadora,
tranquilizando el desazón de ese recuerdo torturador.
Nuestra habitación tiene una pizarra incluida, con sus tizas de
colores y sus borradores de toda la vida. Reciclada, por cierto,
un día llamaron a mi padre diciéndole que la iban a tirar por lo
vieja que estaba, que si la quería. Allá que fueron a por ella. De
eso hace quince años, hoy se mantiene majestuosa, supongo que
alegrándose de su larga vida, de lo que ha creado, borrado,
soñado, vislumbrado con nosotras y de lo que le queda por
disfrutar. La mancha de la derecha sigue estando, un día mi
hermana empezó a experimentar con una pintura (rojiza) que luego
formó parte de la historia vital que no pudimos borrar.
En aquel entonces una vergonzosa y novata biblioteca infantil
empezaba a emerger. Lo tenía todo para mis ensayos. Jugaba a ser
maestra a todas horas. Poner exámenes y deberes era una delicia.
Llevaba frita a medio pueblo y familia. También jugaba a ser
bibliotecaria, hacía inventarios de las películas y libros que
tenía y ponía pegatinas fabricadas a mano, pegadas con celo, no
puedo evitar sonreír cuando las veo. La biblioteca empezó a
crecer, y en ocasiones, pienso que quitarle libros sería como
cortar el pelo a alguien de imprevisto, sin previo aviso, una
traición en toda regla.
Allí también empezó el gran sueño con una amiga. La vida empezó a
mutar para ambas con lo que llegamos a imaginar, los sueños se
iban convirtiendo en realidad.
Hace unos pocos años con la investigación en curso, descubrí a
Virginia Woolf y la importancia de tener una habitación propia. Si
podéis leed su obra y degustar las palabras aglutinadas junto a
una copa de vino como ella bien decía. Como agradezco la
oportunidad que nos dieron en casa con la habitación de adentro,
sobre todo a ella. Cada persona necesita de ese espacio íntimo,
único y pacífico desde donde poder reflexionar, soñar y encontrar
la quietud personal, y más aún las mujeres, supongo que lo
entendéis o entenderéis en un futuro.
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