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Sin querer, el inicio estival te acerca a realidades muy cercanas que en ocasiones pasan desapercibidas e invitan al comentario obligado. Es obvio que el sector laboral mencionado, no el único, concentra a un gran número de próceres políglotas con estudios superiores o sumidos en ellos y que son el reverso de los que con una autocomplacencia desbordada continúan explotando la metáfora de “la universidad de la calle”.
Seguramente se habrán percatado que en redes sociales circula, a modo de meme, una afirmación de Friedrich Nietzsche que versa: “Sin música, la vida sería un error”. Más allá de la banalidad de la circulación de esta frase, lo que allí se está estableciendo es la diferencia de cualquier otro ser en la naturaleza como el único que es capaz de crear obras de arte, y dentro de esa creación, la música ocupa un lugar privilegiado y fundamental.
Durante años, se nos pidió responsabilidad. Se nos exigió sacrificio, se nos decía que “vivíamos por encima de nuestras posibilidades”. Y mientras millones de ciudadanos aceptaban resignadamente recortes, congelaciones salariales y pensiones menguantes, otros, desde los despachos donde se decide el rumbo económico del país, jugaban con otras reglas.
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