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El Molino, sin el polvo de las molineras

Reabrió hace un año y se asienta en el Paralelo
Teresa Berengueras
domingo, 10 de julio de 2011, 05:05 h (CET)
El Molino, centenario local de Barcelona, en los años setenta era para mi el mejor acicate para pasar una noche loca, más que eso, loquísima, el espectáculo de este local era único en el mundo y especial para todos aquellos que seguíamos sus vericuetos. No sólo conocíamos lo que se veía en el escenario sino también las correrías de los camerinos.

El local con su molino con aspas en la puerta como reclamo y diciendo ¡aquí estoy yo¡ nos recordaba vagamente el Moulin Rouge parisino, nada que ver el uno con el otro, si acaso su denominador común, más allá del nombre, era que son únicos.

Viví noches memorables, con personajes importantes, en la platea, delante de las filas de asientos, estaban dispuestos una serie de estantes para dejar los vasos, los espectadores recibían la visita de la vedette de turno que bajaba del escenario y cercana paseaba su palmito entre los asistentes, ella, desde arriba, ya había elegido a quien tenían que acercarse para entablar una conversación, siempre picante, que amenizaba aún más la velada. Al local acudía gran parte de la burguesía catalana que llenaban de regalos importantes a las vedettes, como por ejemplo a la Bella Dorita a quién no tuve la suerte de poder ver actuar en su tiempo más espléndido.

Flores y cajas de música
Luego las cosas cambiaron y lo máximo que pude vivir fue la entrega de algún ramo de flores, inmenso por cierto, o alguna caja de música. Las vedettes de El Molino siempre se mostraron agradecidas y se sentaban en las rodillas tanto del que obsequiaba como del que llegaba al local con las manos vacías, incluso aquellos que iban acompañados por sus mujeres recibían la atención de estas artistas que, noche tras noche, sabían que lo único que importaba allí era distraer al personal.

En el primer piso en el centro había mesas y en los laterales palcos pintados en rojo y con incrustaciones doradas que le daban un adorable aspecto Kish, un sello de la casa nada desdeñable si nos atenemos a que aquello era más un cabaret que no un restaurante minimalista.

Muchas plumas y sal gorda
Sobre el pequeño escenario actuaban vedettes con poca ropa y mucha pluma y los actores y bailarines eran gays o lo hacían ver representado personajes donde todos perdían mucho aceite. Conocí a Johnson, le entrevisté muchas veces, me invitó a su casa y su gran preocupación era tener todos los potingues que se ponía en orden, su vestuario impecable y sus bisoñés limpios cada día, el resto de su vida era una paseo de casa a El Molino, nunca me habló de su vida privada, en aquellos tiempos en que Franco reinaba en el país cualquier manifestación de índole sexual se consideraba pecado, también recuerdo a Pipper, un hombre muy pequeño pero resultón y muy divertido, era quien soltaba sal gorda en sus entrañables actuaciones, las grandes vedettes arrancaron antes de mi experiencia, pero en esos tiempos estaba La Maña, una tía de tomo y lomo que arrancaba la risa del personal al salir al escenario, ese acento maño que la ha acompañado toda la vida le sigue dando buenos rendimientos, Mary Mistral, toda una hembra, por sus buenas hechuras, que sabía moverse de forma cimbreante, en el palco proscenio siempre había hombres que la querían tocar y no precisamente y sólo con la mano.

Misia, la que ahora es reina de los fados, también estuvo de molinera en esta santa casa, es la tercera generación en su familia que actuaba en El Molino, luego, haciendo valer su voz, se reinventó en el mundo del fado, los canta como Dios, en el supuesto de que éste cante.

Christa Lem, forever
Los que la conocimos nunca la olvidaremos, primero por lo marchosa, por su poca prudencia, por su diversión sin límites, por su forma de ver la vida, por su gran humanidad y por su vulnerabilidad, estoy hablando de Christa Lem, para mi, con todos los respetos para las que practican el arte del strip-tease, Christa ha sido la mejor, no sólo de El Molino, fue la mejor, sin más, era una mezcla de ángel y demonio, de inocencia y lascivia, de sensualidad y sexualidad, al lado del escenario se desvestía a media luz, Joan Brossa y todos los intelectuales de la época la aplaudieron y la nombraron su musa, entre ellos también Vázquez Montalbán y un sin fin de nombres más que no escribo porque sería demasiado larga la lista, también por aquel entonces pasaron por el escenario de El Molino nombres como Teresita la Mojada que también tenía una fiel legión de seguidores y vedettes que ahora continúan triunfando en los escenarios como actrices Amparo Moreno y Yolanda Ramos.

Durante la apoteosis final los artistas no cabían en el diminuto escenario y las plumas de los boas de coristas y vedettes pugnaban por alcanzar la primera fila del grupo mientras efectos de luz y color hacían de aquel pequeño escenario una escena cinematográfica con reminiscencias de Broadway, la orquesta situada a los pies del escenario se arrancaba con las notas del número final mientras el público, eufórico, aplaudía entonando el conocido estribillo de “qué polvo tiene El Molino que polvo las molineras”.

Hagan cola, señores
Hace unos días fui a ver el nuevo Molino, hace un año que lo han reabierto y con el sabor de lo que viví tenía miedo a encontrar algo tan diferente a lo que había conocido que, la verdad, no me apetecía. Al final la fuerza del destino me llevó hasta el local, hice cola, como siempre, no se aceptan encargos, ni reservas, cola, bien, pensé empezamos bien, esta esencia de la cola, que la verdad a nadie gusta, forma parte de algo que te interesa, si eres capaz de hacer cola por algo es porque quieres verlo. Ya empecé a sentirme más cerca de algo de lo que no quería volver a saber nada.

La entrada me impresionó por su negrura, nos recibió una tremenda oscuridad, ese impacto inicial quedó nivelado con el recibimiento de Merche Mar, la que fuera vedette de la casa durante años y ahora, vestida de paillette en plata, vestido largo, hombros al aire y marcando escote, nos agradecía la visita, una copa de cava hacia el resto para ponernos en la butaca a esperar que se levantara el telón, Merche que ha conocido más que muchos El Molino, el de ayer y el de hoy, ya nos advirtió: “Nos han puesto la casa llena de bombillas de bajo coste porque creen que tenemos que hacerlo así y ¿verdad que ha quedado muy mono?”.

Mini bombillas de bajo coste
De la platea hasta el segundo piso un manto negro repleto de mini bombillas nos daba la impresión de estar bajo algún cielo, alcé la vista y vi en el primer piso el palco desde donde saludaban a la Mistral y me pareció exageradamente moderno, la ausencia de todo lo Kish lo hace diferente, no hay dorados, si tonos negros y la cortina del escenario es roja.

No hay polvo, y las actuales molineras son chicas que bailan muy bien, tienen cuerpos esculturales, no llevan plumas y no hay escaleras, sus actuaciones rozan la perfección, es un espectáculo medido, estudiado, artístico, para ser visto en todo el mundo, llegada a este punto debo decir que cuando me enteré que en los camerinos, pese a seguir siendo pequeños, hay duchas pensé que El Molino se ha puesto a la orden del día.

Me costó hacerme al nuevo local, en platea las copas ya no tienen un lugar para asentarlas, hay que estar con la copa en la mano y cuando acabas posarla en el suelo o entregarla a la azafata que son muy rápidas recogiéndolas.

Sin escalera, ni palcos dorados
En un Molino sin su antigua escalera pero si con plumas comenzó el espectáculo con las coristas entonando el “Gracias por venir, emocionadas….” y luego cuero, cuerpos atléticos, todo muy correcto, muy profesional, pero no llegaba la parte gamberra de antaño y sin ella El Molino no me parecía el mismo, ya no nos quedan los palcos en dorado y en rojo y todos los que están en el escenario trabajan muy bien, es un espectáculo perfecto pero, al menos para mi lo visto al inicio no representaba la esencia molinera.

Por suerte todo cambió cuando Merche Mar, espléndida, desde la platea comenzó a dialogar con el público: “Es que la laca hoy en día ya no aguanta, me pongo laca y al poco rato chafsss todo el peinado se me ha venido abajo, nosotros necesitamos una laca para que nos aguante todo arriba, a ver los de Salerm que estáis por aquí si me mandáis una botellas de laca de la dura, esto, aquí, tiene que estar duro”, las intervenciones de Merche Mar volvían la sala a sus antiguos años de esplendor, a ese lenguaje molinero bien hilvanado y con doble intención que hace aparecer la sonrisa en la cara de los espectadores.

El tarro de las esencias
Sobre el escenario apareció La Terremoto de Alcorcón con una melena negra como el carbón que le llegaba a la cintura y entre ella y Merche abrieron el tarro de las esencias molineras: “Que ahora no vas tu, que si, que no, que cantas siempre canción española y esto aquí que no ves que no es lo que le va ahora”, la de Alcorcón, en un mutis de la otra, explica cómo ha llegado a El Molino, tiene mucha gracia, lo hace con desparpajo, canta lo que le da la gana, tiene buena voz y recordemos que la de Alcorcón llegó al gran público por cantar en su inglés particular canciones de la gran Madonna.

Su espectáculo es molinero cien por cien, pero ¡cuidado¡ no un molinero anclado en los setenta, se ha adaptado a los nuevos tiempos que corren y de ahí su doble importancia. Sus piques con Merche son la sal del espectáculo y sin pasarme creo que la moderna esencia molinera del nuevo Molino, es cierto que todos los demás números que vimos son internacionales y no podrían estar Merche y la Terremoto en el escenario sin ellos, pero, a mi manera de ver, La Terremoto y Merche llevan en sus venas algo que no todo el mundo tiene, ambas son alma de revista. Sin escaleras como las de antes, sin pinturas doradas, con bombillas de bajo consumo y sin polvo, ¡ya es terrible para una molinera no tener polvo¡ pero bueno….tienen melenas postizas que parecen auténticas, se las hacen en Salerm Cosmetics y por ejemplo a la Terremoto si la encontramos por la calle no la reconocemos , va de rubia y parece una chica nacida en un zona burguesa de cualquier ciudad del mundo. Vivir para ver. Al finalizar el espectáculo una lluvia de rojas plumas nos despidió recordándonos que las plumas, los boas perfumados y la música en directo son la esencia de la revista que, por fin, ha vuelto al Paral-lel de la mano del Molino donde también es posible ver espectáculos de milongas y tangos, cante flamenco y el renacimiento del burlesque en esta avenida barcelonesa que comienza a retomar los aires que la hicieron famosa.

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