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Chismorreos

“Espiar vidas ajenas es un vicio que disuelve la propia”

Xavier Velasco. Bitácora psicotrópica
Rafael Pérez Ortolá
domingo, 26 de junio de 2011, 06:00 h (CET)
Probablemente será verdad, si tanto se comenta, aquella afirmación comparativa referente a los grandes personajes; a fin de cuentas son sólo PERSONAS, de idéntica constitución a la presentada por los humildes colocados en el extremo opuesto.

Partiendo de dicha semejanza, ambos se pueden abordar para una apreciación de sus cualidades. En un platillo de la balanza pesará el esfuerzo tenaz y las actividades concienzudas practicadas para la buena convivencia. La apreciación se contrapesa con las medias verdades, mentiras e intimidades, aunque estas fueran inventadas en su mayor parte. Pues bien, las versiones que se nos muestran tienen sus preferencias por la segunda opción, la de los peores rasgos, aquellos no relacionados con la mejor calidad personal. Queda muy postergada la primera agrupación de características positivas. A una mujer o un hombre, se les analiza por una serie inapropiada o incompleta de circunstancias, en general frívolas, porque no se lleva lo de concienzudo aplicado hacia los demás. De ahí a la mediocridad progresiva se precisan pocos pasos.

Producto de la cercanía y del pequeño número de habitantes, en los pueblos de reducido tamaño u otros vecindarios recogidos; se practica de una manera simpática y hasta acogedora, esa propensión al conocimiento de los detalles particulares de otras personas. Incluyen el componente solidario, perdido en las aglomeraciones. Las bondades referidas a esta conducta PUEBLERINA, no esconden la parte descuidada, incluso peligrosa cuando se acentúa, de semejante afán puesto en el espionaje local. Una vez en posesión de los datos, la tentación sigue sus pasos; la utilización quisquillosa de los mismos, con murmuraciones o calumnias, incrementa su frecuencia. Tampoco escasean las trifulcas como consecuencia de dichos intercambios. Con alguna variante, son actitudes reiteradas también en la ciudad, en las vecindades de un portal o de una comunidad. Habrá diferencias en cada lugar, pero las dos tendencias son patentes. ¿Predomina la magnífica solidaridad? ¿Se difunde la curiosidad malsana?

Podemos preguntarnos, ¿tiene algún valor la intimidad? ¿Desaparecieron los límites para su conservación? En tiempos, las INTIMIDADES constituyeron un derecho para cada sujeto, aportaban muchas influencias directas a las distintas peculiaridades de un carácter, a la personalidad de un individuo; elementos cruciales para el ejercicio de la responsabilidad. Por fortuna, el mismo fondo biológico o el subconsciente, resisten los embates de los curiosos entrometidos; forman un núcleo rector con gran autonomía, son una auténtica reserva. Después, con las obras que uno efectúa, con las relaciones sociales; se abre la espita de cara a la revelación optativa de las intimidades, a veces se revelan sin pensarlo; con una serie diversificada de consecuencias. Como mínimo, reducirán la intimidad consciente, la que uno crea en su recorrido vital. Esa desmantelación de las interioridades, aumentará la vulnerabilidad de los afectados. Todavía, si son pérdidas consentidas tendrán una interpretación suave; la gravedad de una extracción así, aumenta se se produjo con el recurso a las malas artes.

¿Qué tantas de estas actitudes proliferan entre la sociedad española? El muestrario ofrecido a través de los diferentes medios de comunicación, refleja unos índices muy elevados de COTILLEOS en el ambiente. ¿espontáneos e intranscendentes? ¿Inducidos por los entramados económicos de los medios? ¿Expresión de la referida malicia quisquillosa? En ciertos ejemplos circulan cifras importantes de dinero, a costa de los sujetos espiados; de ahí que pensemos en la provocación, la inducción desde la esfera empresarial, para que funcione la escalada de audiencias, con las consiguientes ganancias. Las parrillas de la programación cubren amplias franjas horarias; en cuanto al porcentaje de tiempo utilizado para estos contenidos, impresiona la importancia adjudicada a estos géneros. Choca el mencionado panorama con el resto de problemas del país, desde el paro a la inseguridad, a través de la languidez política y con la elaboración refinada de los montajes de la corrupción. La cultura ocupa espacios relegados a horas poco propicias, sin el ímpetu creativo deseable, sin la aplicación de los recursos precisos; no pasa de unos papeles secundarios, con frecuencia sectarios. Los excesos citados son manifiestos, aunque en lo referente a los responsables de estas tendencias, está muy repartido el grado de implicación; gestores, público, gobernantes… Nadie le hinca el tijeretazo a la situación; habrá que darla por buena; simplemente, no hay gente dispuesta a ello ni al ofrecimiento de buenas alternativas.

En ciertas ocasiones, el chismorreo hace acopio de datos que no serán usados de forma inmediata. Este bebe, aquel fue visto, es un vago, percibieron reuniones de gente interesante, son gente de una ideología. La acumulación de conocimientos utilizables queda guardada en la RECÁMARA, la espera de una ocasión propicia. Dicha información podrá ser utilizada cuando sea eficaz para perjudicar a los observados, no suele ocurrir para beneficiarle. Tampoco es extraño su uso para el simple regodeo de los espías, es una práctica frecuente en ciertos programas televisivos. Resulta curioso, si no llega a ser deprimente o incluso delictivo, el silencio de esa gente tan informada en momentos cruciales; ocurre en extorsiones ideológicas o patrióticas, agresiones, en torno a la corrupción, etc. La gente enterada no siempre ejerce como testigo cuando interesa, sea por cobardía, sea por hipocresía, aunque no falta la perversidad o la degeneración. Alcanzan zonas míseras, pero también barrios lujosos, en una fiera competición. Estamos ante una recámara de peligros acechantes. Seguro que conocen alguna.

Aún tratándose de un proceso binario, es decir, protagonizado por los entrometidos y sus víctimas, las perspectivas no se presentan halagüeñas. Sus consecuencias se amplían, porque se convierten en un proceso ternario o cuaternario, dado que sus repercusiones afectan a terceras personas y a toda la sociedad en general. Estancados en esa dinámica, emprendemos una DERIVA nefasta, en la que destaca el desvío de la atención con respecto a otras tareas de mayor relevancia para el bienestar del conjunto social. La pujanza de los chismes, entretiene, pero no elabora proyectos convincentes. Tampoco favorecen el ejercicio de la responsabilidad, puesto que el núcleo decisorio del sujeto, queda progresivamente deslavazado, ocupado en los tratamientos superficiales de los asuntos. En todo caso, los reproches se dirigen al sistema y asunto concluido, nadie sacrá la cara por semejante sistema de actuaciones. ¿Habrá alguna diana apropiada en la que atinen las mencionadas actitudes distractoras? Mucho me temo que no.

La distorsión provocada no tiene límites, se vuelve incontrolable,debido a la enorme cantidad de VARIANTES introducidas en el cotarro. Detectamos el afán de excentricidad, las suposiciones arbitrarias, las dudas insidiosas, las premoniciones enfocadas hacia personas concretas, las acusaciones sin base o las sugerencias de afirmaciones no argumentadas, al estilo de un globo sonda provocador. Una compleja trama dominada por la insensatez.

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