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Rutas descabaladas

A pesar de los abundantes conocimientos y por motivos confusos, es un escándalo; elegimos las rutas inconvenientes
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 21 de abril de 2017, 00:06 h (CET)
El destino final de las personas nos resulta desconocido, con la única fijación en la presencia de la muerte. Sobre ese horizonte, viene a ser un abismo al cual arribamos desprotegidos. El genial Víctor Frankl lo recogía en esta frase: “El destino no se puede cambiar; de lo contrario no sería destino”. Pero en sus reflexiones sobre la existencia humana, continuaba: “El hombre, sin embargo, sí que puede cambiar, de lo contrario ya no sería hombre”.

Son dos parcelas bien comprobadas en el tránsito que desplegamos por este mundo, aunque existan ilusos persuadidos de la dirección efectiva de su destino e incluso del correspondiente a otra gente; en una simple mirada veremos abundantes representantes de esa idea. Tampoco escasean las renuncias a la capacidad de cambio expuesta a las decisiones individuales. Destino y cambios comparecen ante la autoría de cada persona, traducidos en una PROYECCIÓN fascinante, pero con la exigencia de responsabilidades. Ese potencial de acción es ambivalente, porque podemos apuntar hacia metas meritorias o contribuir a la mayor profundidad de los abismos vitales; las opciones son patentes.

Ruta de las ÉTICAS particulares, individuales o colectivas. Son justificaciones pensadas en la elaboración de las decisiones, pero sólo centradas en sus protagonistas. Sin ninguna directriz moral que reúna al conjunto de las personas. El rumbo de no dañar a los demás permanece relegado a planos secundarios. La firmeza en la búsqueda de los objetivos propios desplaza cualquier consideración distinta; la tolerancia o la solidaridad no forman entre sus cualidades. La puesta en práctica de sus inquietudes es la regla primera, después acogen el baño de la mención a unas éticas acomodaticias, desvirtuadas desde su esencia, ya son conceptos diferentes. El desliz atañe a los proyectos emprendidos sin escrúpulos.

Apasionados, entusiastas, deambulamos por la ruta de los SEGUIDISMOS, liberadores de la inquietud del pensamiento propio. Un estandarte, un lema altisonante, un personaje aguerrido y locuaz, tiran de las emociones, dejando aparcadas mayores reflexiones. Incrementan su gravedad en la medida que comprometen a sus seguidores en maniobras intempestivas; sobre todo si repercuten en personas ajenas a sus maniobras. Una vez aubidos en ese tobogán, la capacidad de frenada desaparece, ya no encuentran un respiro para intuir errores o el estudio de alternativas. Su organización les confiere carácter sectario, contribuyen a la confusión general a base de presentaciones descollantes.

Destaco las rutas de APROPIACIÓN institucional; los medios empleados recurren a tretas de inicio con buenos planteamientos. Simulan objetivos apreciados, con referencias al progreso, al bien común, a las aplicaciones técnicas, a la mayor libertad de las personas; aunque pronto quedan abandonadas dichas señales, oscurecidas por unas maniobras complejas sólo conocidas por quienes medran entre los vericuetos organizativos. Desde sus puestos privilegiados es más fácil la manipulación de los datos reales. Abordan aspectos variopintos de utilidad para sus maquinaciones; costumbres, sentim ientos patrióticos, diversiones, mentiras reiteradas, forman parte de su bagaje, en el cual están ausentes los escrúpulos.

La tendenciosa ruta de la AGRESIVIDAD, presentada como talante habitual, favorecida por las drogas, la prepotencia, la idiotez, o la simple desconsideración con respecto al prójimo. Impregna cualquier resquicio de las relaciones entabladas en la sociedad. Desde las imprecaciones desaforadas ante cualquier error ajeno, a veces simples desacuerdos de tráfico, en el comercio o lo vemos en eventos deportivos incluso de infantiles; hasta la mayor envergadura de acciones destructivas, con privaciones, lesiones o muertes. La espiral de esta tendencia nace en núcleos pequeños, pero expande sus secuelas hasta lo impensable. Configuran un monstruo libertario de trágicas consecuencias.

Aunque resuena mucho, incluyo la ruta del PARLOTEO dicharachero, que en sí mismo es intrascendente, entretenido y expresivo. Los inconvenientes asoman cuando su práctica pretende orientarse como portadora de las esencias con afanes doctrinarios. Aunque sean muy vehementes las intervenciones, es patente su carácter escurridizo; pasan por encima de razones y conceptos, sin ratificaciones de mayor calado. La ligereza de sus participantes admite como expertos a simples advenedizos, poco dispuestos a la discusión franca y documentada. Resulta deplorable su desarrollo en la gestión de asuntos públicos. Invaden intimidades, silencian barbaridades y desperdician un tiempo precioso.

Es vergonzante la ruta de las CHAPUZAS, con el deterioro derivado de las deficiencias introducidas en las labores habituales. Son muy conocidas, chistosas en ocasiones, las que sufrimos en los términos de la burocracia; bien por exigencias estúpidas, errores por desidia o fuertes enredos innecesarios mezclados en los procedimientos. Comprenden unas andanzas en las cuales abundan las labores defectuosas efectuadas con el poco esmero de sus actuantes; al tiempo de que las quejas proliferan. Los mismos chapuceros en sus ocupaciones, son activos denunciantes de las chapuzas ajenas Las excusas no atenuan los desperfectos, sobrantes para el presente, que torpedean el buen hacer en la comunidad.

El asunto de los desvarios es complejo, incluyo en su haber la ruta de las COHERENCIAS extremosas. El prestigio de su intransigencia contribuye a las deformaciones, otorga un supuesto valor a la firmeza. Observemos lo que ocurre con las labores de precisión (Ingeniería, informática...); aisladas en sus exigencias obtienen logros importantes, pero las mentalidades de sus protagonistas tienden al desdén de otros rasgos primordiales para la vida en sociedad. La excesiva coherencia en una línea, descoordina la comprensión del conjunto, sobre todo de los discrepantes. Si los engaños actúan con las falsedades, ya no hay forma de conseguir equilibrios satisfactorios.

Es una realidad, los DESEQUILIBRIOS originados por las fijaciones, afectan con gran potencia a las mentalidades, En el plano colectivo, porque son muchos los aprovechados, entre los cuales la fijación es sólo una pose, una estratagema, para la imposición de sus objetivos. En los perfiles individuales aumentan las frustraciones. El progresivo olvido del carácter dinámico, multifactorial, de cualquier existencia, es un engaño radical en sí mismo. Los excesos son malos, y este de las fijaciones ahonda en la enajenación.

De la sinceridad a las tergiversaciones o las mentiras, hay pequeñas variaciones. Deseamos respuestas contundentes, que no pueden ser satisfechas si no es con falsedades; con un amplio trecho entre las mentiras piadosas y las maquinaciones ocultas. La orientación existencial nos obliga a situarnos de manera adecuada, de lo contrario, ya quedamos atrapados en la ruta elegida y sus secuelas. Las OPCIONES son múltiples en un recorrido riesgoso.

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