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La aburrida primavera política

Entre la trama Púnica y el autobús de la trama
Luis del Palacio
jueves, 20 de abril de 2017, 00:23 h (CET)
Es una triste gracia que los que criticaron con más saña la peregrina, aunque legítima, iniciativa de unos padres que reclamaban su derecho a que la mente de sus retoños no fuera manipulada con falacias tales como que “existen niños con vagina y niñas con pene”, se hayan apuntado ahora a la idea de fletar un autobús decorado con malísimas caricaturas de políticos, empresarios y hasta periodistas a los que pretenden anatemizar “de pueblo en pueblo, de plaza en plaza” en su afán de demostrar que ellos son los buenos y los demás la escoria. No se trata sólo (yo lo sigo escribiendo con acento, pues hace tiempo que me paso a la RAE y sus arbitrarias decisiones por donde yo me sé) de una absoluta falta de originalidad; es más, de un plagio; sino que pone de manifiesto toda la patosería y falta de originalidad de los dirigentes de Podemos. Como nos faltan ideas y programa político, recurrimos a llamar la atención del personal por los medios que sean. Claro trasunto de su modelo estalinista bolivariano, encarnado por ese ínclito profeta de los pobres y desfavorecidos, de nombre Nicolás Maduro; “Nico”, para los amigos, versión corregida y aumentada del padrecito Chávez.

No es de extrañar, con un panorama político tan paupérrimo como el que padecemos, que un Gobierno tan mediocre como el del PP gane en todas las encuestas en intención de voto.

El PSOE es un partido tísico que aún no conoce el remedio de la penicilina. Su futuro inmediato, el de las tan traídas y llevadas “primarias”, se debate entre el ser y la nada (con tendencia a esta última) presentado a tres candidatos absurdos: un mal perdedor, Pedro Sánchez, que no se resigna a ser Nemo (nadie) en la historia de su partido; un efímero ex presidente de las Cortes, que además fue circunstancial lehendakari del Gobierno vasco en su pírrica victoria, dispuesto a no morir del todo (en lo político) y una sandunguera Susana Díaz, que ejerce de graciosilla de la terna, aunque los chistes y chascarrillos se los traiga aprendidos de casa. Los tres tan insustanciales como sus programas políticos… inexistentes.

¿Y qué decir de Ciudadanos?

Pues que apeados de su lucha contra el independentismo catalán, que fue lo que les alentó como partido, se ha quedado en partido bisagra. Triste destino para el que, por lo menos, aspiraba a picaporte.

Y poco más se puede añadir.

No hay más partidos; salvo los nacionalistas, regionalistas, independentistas etc., que nunca han pensado en el bien de la nación, sino en sus propias sinecuras.

España carece de ultraderecha, lo cual está muy bien, pero no nos libramos de una ultraizquierda dispuesta a dar lecciones de moralina, pasatiempo de ociosos niños de papá. Como lo del “autobús de la trama” (que así le llaman) o lo de no beber Coca Cola para solidarizarse con no se qué causa laboral y luego trincárselas a pares en la cafetería del Senado. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo.

En fin, no es la Primavera Mortal de Lajos Zilahy pero sí una primavera mortalmente aburrida.

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