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Nos despertamos la otra mañana para descubrir la hermosa visión del papel higiénico ondeando a la brisa

La vida envuelta en papel higiénico

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WASHINGTON - .En realidad, nos despertamos con el sonido insistente del timbre de la puerta, seguido de golpes aún más insistentes en ella. La policía se había personado, llamada por un vecino preocupado que al parecer logró saltarse el instituto.

Cuando te han envuelto la casa en papel higiénico, tienes dos opciones. Puedes despacharte contra los críos de estos tiempos, como el caballero tan cabreado por sucesivos episodios que se compró unas gafas de visión nocturna para atrapar a los gamberros y rociarlos con orina de zorro. O puedes reírte del espectáculo y ponerte a desmontarlo.

Mi marido y yo elegimos esto último. Nuestras hijas adolescentes, una de las cuales fue la musa tras esta gamberrada, se encontraban casualmente durmiendo en casa de amigas, así que hicimos una foto y se la enviamos por correo electrónico.

Los vecinos salieron a recordar su propio ataque hace años - ¿en serio han pasado ya 10 años? -- y hacer fotos para sus hijas, ya adultas. Los padres que llevaban a los críos a natación pisaban el freno al pasar y nos daban el pésame. Las tiras de papel al viento daban el aire de una instalación del artista neoyorkino Christo.

Fue un trabajo realmente impresionante. No se trataba de algo improvisado, unos cuantos rollos de papel higiénico arrojados por aquí y por allá al azar. Era un espectáculo de tres árboles y doble capa. La diligencia de nuestros gamberros les será de gran utilidad en el futuro.

Uno de los autores materiales por lo menos, tiene buen brazo. Uno de los rollos fue a parar junto a la ventana del dormitorio, planteando la duda de cómo se las arregló para dormir el perro durante todo el acontecimiento. Había un añadido de crema de afeitar y, mi toque favorito, un campo de tenedores de plástico de aires Dadaístas sembrado entre el césped.

Queriendo decir qué: ¿híncale el tenedor? ¿O que había una gran caja de cubiertos de plástico en el garaje junto al papel higiénico de emergencias? La investigación revela que "el sembrado de tenedores" es una broma de invierno: clavas los tenedores en el césped, se congelan y se parten cuando tratas de sacarlos.

A media mañana, la lista de correo del barrio rebosaba de reacciones contradictorias. Una facción estaba descontenta con el destrozo y expresaba su pésame por nuestra situación que un solícito vecino tachaba de "primitiva". El grupo del esquesonniños recordaba las tradiciones de envolver casas en papel higiénico del equipo local de natación y los episodios de los años anteriores.

Dado que hace falta un barrio para escribir una columna, un vecino sugería esta iniciativa. "Bueno, Ruth, ya tienes tema para tu próxima columna... la generación de jóvenes de hoy carentes de todo respeto a la propiedad ajena y la propiedad privada y que en general se está yendo al cuerno", escribe. "Ah, espere, llevamos (en el barrio) más de 41 años. Y recuerdo que envolver casas y coches en papel higiénico no era algo inusual, sobre todo en la época de final de curso... Moraleja: la juventud siempre será así".

Me parece que da de lleno. En una era de mensajes SMS subidos de tono y acoso escolar por Internet, la vieja costumbre del papel higiénico tiene su pintoresco atractivo. Al menos levantó a los críos del sofá. Y no hubo daños materiales; parece no tanto un acto hostil como una gamberrada maliciosa. Mi vecina la experta en imagen Susan Kellam me señalaba una columna de 2008 que había escrito para la revista Washingtonian acerca del desencuentro de su hijo con la ley a cuenta de unos huevos estampados contra la casa del vecino. Lo cogieron las cámaras de seguridad del supermercado 7-Eleven de la gasolinera, y el vecino se negó a aceptar disculpas incluso después de que Kellam le enviase a su contratista para lavar el desperfecto.

Cuando Susan le preguntó a su hijo por qué lo había hecho, su respuesta fue al grano: "Porque soy adolescente". Ser adolescente es actuar impulsivamente y, casi inevitablemente, de forma estúpida. Ser el padre de un adolescente es estar en constante guardia contra esta tendencia -- y saber que nunca vas a tener éxito total. Si lo peor que puedes decir de tus hijos es que envuelven casas en papel higiénico, o que las empapelan a estos efectos, es que debes considerarte afortunada.

Han pasado ya varios días y todavía hay tiras de papel enganchadas en las ramas más altas. La escena parece bastante descuidada, y eso antes de que llueva.

No sé si celebrar la gamberrada o apreciar el feo residuo. Pero despertar entre árboles adornados y un jardín repleto de tenedores tuvo su aliciente de inesperada ternura.

La vida envuelta en papel higiénico

Nos despertamos la otra mañana para descubrir la hermosa visión del papel higiénico ondeando a la brisa
Ruth Marcus
viernes, 17 de junio de 2011, 07:21 h (CET)
WASHINGTON - .En realidad, nos despertamos con el sonido insistente del timbre de la puerta, seguido de golpes aún más insistentes en ella. La policía se había personado, llamada por un vecino preocupado que al parecer logró saltarse el instituto.

Cuando te han envuelto la casa en papel higiénico, tienes dos opciones. Puedes despacharte contra los críos de estos tiempos, como el caballero tan cabreado por sucesivos episodios que se compró unas gafas de visión nocturna para atrapar a los gamberros y rociarlos con orina de zorro. O puedes reírte del espectáculo y ponerte a desmontarlo.

Mi marido y yo elegimos esto último. Nuestras hijas adolescentes, una de las cuales fue la musa tras esta gamberrada, se encontraban casualmente durmiendo en casa de amigas, así que hicimos una foto y se la enviamos por correo electrónico.

Los vecinos salieron a recordar su propio ataque hace años - ¿en serio han pasado ya 10 años? -- y hacer fotos para sus hijas, ya adultas. Los padres que llevaban a los críos a natación pisaban el freno al pasar y nos daban el pésame. Las tiras de papel al viento daban el aire de una instalación del artista neoyorkino Christo.

Fue un trabajo realmente impresionante. No se trataba de algo improvisado, unos cuantos rollos de papel higiénico arrojados por aquí y por allá al azar. Era un espectáculo de tres árboles y doble capa. La diligencia de nuestros gamberros les será de gran utilidad en el futuro.

Uno de los autores materiales por lo menos, tiene buen brazo. Uno de los rollos fue a parar junto a la ventana del dormitorio, planteando la duda de cómo se las arregló para dormir el perro durante todo el acontecimiento. Había un añadido de crema de afeitar y, mi toque favorito, un campo de tenedores de plástico de aires Dadaístas sembrado entre el césped.

Queriendo decir qué: ¿híncale el tenedor? ¿O que había una gran caja de cubiertos de plástico en el garaje junto al papel higiénico de emergencias? La investigación revela que "el sembrado de tenedores" es una broma de invierno: clavas los tenedores en el césped, se congelan y se parten cuando tratas de sacarlos.

A media mañana, la lista de correo del barrio rebosaba de reacciones contradictorias. Una facción estaba descontenta con el destrozo y expresaba su pésame por nuestra situación que un solícito vecino tachaba de "primitiva". El grupo del esquesonniños recordaba las tradiciones de envolver casas en papel higiénico del equipo local de natación y los episodios de los años anteriores.

Dado que hace falta un barrio para escribir una columna, un vecino sugería esta iniciativa. "Bueno, Ruth, ya tienes tema para tu próxima columna... la generación de jóvenes de hoy carentes de todo respeto a la propiedad ajena y la propiedad privada y que en general se está yendo al cuerno", escribe. "Ah, espere, llevamos (en el barrio) más de 41 años. Y recuerdo que envolver casas y coches en papel higiénico no era algo inusual, sobre todo en la época de final de curso... Moraleja: la juventud siempre será así".

Me parece que da de lleno. En una era de mensajes SMS subidos de tono y acoso escolar por Internet, la vieja costumbre del papel higiénico tiene su pintoresco atractivo. Al menos levantó a los críos del sofá. Y no hubo daños materiales; parece no tanto un acto hostil como una gamberrada maliciosa. Mi vecina la experta en imagen Susan Kellam me señalaba una columna de 2008 que había escrito para la revista Washingtonian acerca del desencuentro de su hijo con la ley a cuenta de unos huevos estampados contra la casa del vecino. Lo cogieron las cámaras de seguridad del supermercado 7-Eleven de la gasolinera, y el vecino se negó a aceptar disculpas incluso después de que Kellam le enviase a su contratista para lavar el desperfecto.

Cuando Susan le preguntó a su hijo por qué lo había hecho, su respuesta fue al grano: "Porque soy adolescente". Ser adolescente es actuar impulsivamente y, casi inevitablemente, de forma estúpida. Ser el padre de un adolescente es estar en constante guardia contra esta tendencia -- y saber que nunca vas a tener éxito total. Si lo peor que puedes decir de tus hijos es que envuelven casas en papel higiénico, o que las empapelan a estos efectos, es que debes considerarte afortunada.

Han pasado ya varios días y todavía hay tiras de papel enganchadas en las ramas más altas. La escena parece bastante descuidada, y eso antes de que llueva.

No sé si celebrar la gamberrada o apreciar el feo residuo. Pero despertar entre árboles adornados y un jardín repleto de tenedores tuvo su aliciente de inesperada ternura.

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