Todos podemos presumir de tener un amigo atlético. Y digo presumir porque sin duda son una afición especial. Si uno se da una vuelta por el Calderón un día de partido sabrá de que hablo. La fidelidad de un atlético es difícilmente superable por cualquier otro aficionado al fútbol principalmente porque no responde a la razón, sino a una manera de vivir.

Pese al amor eterno que un indio siente por sus colores, la situación del club en los últimos años ha llevado a un desencanto total con el binomio Gil – Cerezo. Ni el doblete conseguido por Quique consiguió devolver la ilusión poco más de unos meses. Y ahora, justo después de otra temporada de sufrimiento la nueva savia rojiblanca no levanta precisamente pasiones ya que trae consigo algunos rostros más que conocidos por el Manzanares.

El sufrimiento atlético no ha tenido tregua ni tan siquiera un solo día ya que, después de salvar los muebles con la clasificación para la previa de la Europa League, llegó el primer jarro de agua fría. Agüero reventó después de un año cargado de desencantos anunció públicamente que quería abandonar el equipo.

La frustración de los atléticos no es sólo que su buque insignia busque nuevos retos, como ya hiciera Torres, sino que la directiva no haya podido rodear al crack argentino de un elenco de jugadores acordes con su categoría. Además, es también inminente la marcha de De Gea al Manchester United lo que escuece aún más al tratarse de un joven de la cantera.

Con el equipo en vistas de quedarse sin sus dos buques insignia ha aterrizado Gregorio Manzano para iniciar su segunda etapa al frente del club. El técnico jienense se ha ganado el respeto por su gran trabajo en la máxima categoría pero muchos dudan que sea la persona que necesita el equipo en estos momentos. Su fichaje llega tras el No de Luis Enrique y otros flirteos con Caparrós, Bielsa y demás técnicos. Veremos si se come el turrón.

De modo que un verano más uno se encuentra con algún atlético por estas fechas despotricando de los tejemanejes de la directiva –hasta ahí nada extraño- pero en esta ocasión además, hay una muestra real de que se ha perdido la fe. Lo digo porque no se me ocurre un mejor estadio para compartir mi pasión por el fútbol que el Calderón y a estas alturas ya cuento con tres de abonos de atléticos de corazón que no están dispuestos a sufrir otro año más. Esperemos que ese no sea el sentimiento general porque el día que su gente pierda definitivamente la fe se habrá acabado el Atleti.