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Pedía comida, no dinero

Decía una hamburguesa y hago de portero, no quiero dinero quiero comer
José Manuel López García
lunes, 3 de abril de 2017, 00:30 h (CET)
Y añadía venga usted conmigo y lo ve. Fue en Gijón en la entrada de un centro comercial con salas de cine. Y no tenía aspecto de beber ni de consumir ninguna otra sustancia. Solo quería comer. Y logró comer su hamburguesa. Pero después de un tiempo, que pareció eterno, de indiferencia de la gente que pasaba ante él. Se cae el alma a los pies al ver una situación semejante. Produce indignación, dolor y tristeza.

Lo que no puede ser es que en nuestro país pasen este tipo de cosas. Los servicios sociales, las fuerzas de seguridad y los organismos competentes en estas cuestiones deberían estar pendientes para que esto no siga ocurriendo. No se puede ser insensible ante la pobreza o la indigencia de nuestros semejantes. No hace falta tener creencias religiosas ni seguir el mensaje de Jesús para darse cuenta de lo terrible que es estar sin comida y pidiendo desesperadamente trabajo para alimentarse. Parece que Jesús el Galileo hablaba de un Reino de Dios en la tierra no en el cielo, según algunos estudiosos e investigadores. Si es cierto, parece que no se está cumpliendo en absoluto.

Razones de humanidad indican claramente que deben incrementarse los procedimientos para estar alerta y localizar a estas personas que están en situaciones extremas y ayudarlas y protegerlas de forma inmediata. Y la colaboración ciudadana es esencial también para lograr esto.

Pero la responsabilidad principal creo que corresponde a las autoridades. El derecho a la alimentación y a la vivienda está garantizado constitucionalmente. Y, aunque, por ejemplo, un profesor es una autoridad pública me parece que lo más racional y coherente es que no tenga que ser necesariamente el que se ocupe del bienestar material de una parte de sus conciudadanos.

La vida de una persona no puede ser dejada a su suerte y depender del azar y de las contingencias diarias. Si es verdad que cada uno va a lo suyo y domina el más absoluto egoísmo de forma general en la sociedad actual corresponde al Estado dar asistencia a esta persona desvalida y no dejarla en absoluto desamparo. Y esto mismo se hace extensivo a todos los individuos que padecen estados de pobreza y de hambre. Que muchas personas no se puedan alimentar por no disponer de un trabajo es sangrante y es intolerable en un país con riqueza como España.

Quizás, con más cámaras en las calles, plazas y en las entradas de los centros comerciales se pueda conseguir que se actúe con la máxima rapidez para que esto que ha pasado no se vuelva a repetir. Y también con mayor observación policial y más intervención de vigilantes de seguridad que avisen y ayuden.

Ningún sujeto debe estar abandonado y sin protección en este mundo y en España tampoco. Existen medios materiales y humanos para remediar este tipo de casos, pero hay que ponerse manos a la obra. No vale con decirlo, ya que es necesario hacerlo realmente.Pueden constituirse patrullas que circulen en vehículos por las calles y las distintas zonas de las ciudades para evitar que hechos similares sigan ocurriendo.

Los albergues para los que no disponen de medios económicos y necesitan comida y alojamiento son un remedio provisional, pero absolutamente necesario. Y también lo son, a mi juicio, otras medidas de apoyo y de reinserción en la sociedad por parte de los servicios sociales de los ayuntamientos o de quien corresponda. Creo que Cáritas y Cruz Roja no pueden hacerse cargo de todo. Las autoridades políticas del Estado considero que deben tomar medidas en favor de estas personas que están padeciendo situaciones de pobreza.

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En un mundo que presume de avances sociales, tecnológicos y morales, hay un virus antiguo que sigue latiendo bajo la superficie, “el egoísmo”. No se trata de una simple preferencia por uno mismo, sino de una actitud enquistada que se manifiesta, con demasiada frecuencia, en la avaricia y la indiferencia hacia quienes solo aspiran a algo tan básico como vivir con dignidad.

Muchos se interesan por mi opinión sobre el nuevo papa. Y yo que sé. Un montón de personas, alguno de mi familia, hablan de Robert Frances Prevost como si le conocieran de toda la vida. Ciertamente, estuvo en Málaga durante unos días en mi querido Colegio de los Olivos, lo hizo en función de su cargo dentro de la Orden agustiniana. Anecdóticamente, tengo un ahijado que comió con él en una ocasión. Pues muy bien.

Existen hoy periodistas, si se les puede llamar así, que buscan la conformidad fácil reivindicando un ateísmo moderno y un antitradicionalismo de manual progre, y perdonen, pero no estoy de acuerdo. Es triste que basándose en tópicos y estereotipos que son minoría en muchos sentidos, se pierda el respeto a las tradiciones y a la cultura religiosa, que es mucha.

 
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