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Análogamente a la inversa, el individuo promedio no es tan distinto de los políticos

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Dice un buen profesor, Josep Baqués, que tenemos los políticos que nos merecemos. Nuestros políticos son humanos, no extraterrestres ni criaturas de una dimensión alternativa. Proceden de nuestra misma sociedad, han estudiado en lugares -menos o más privilegiados-, comparten creencias religiosas ampliamente extendidas, han participado en actividades, clubes o asociaciones presentes en su entorno. En definitiva, han llevado a cabo un proceso de socialización existente en el seno de su sociedad. Un proceso de socialización que otras personas ajenas a la política, también han experimentado. Nuestra élite política es producida en casa, es un producto de manufactura artesanal. Su pensamiento, su forma de contemplar el mundo, sus acciones, la justificación de sus acciones y sus objetivos no son tan distintos a los que cualquier ciudadano tendría.

Análogamente a la inversa, el individuo promedio no es tan distinto de esos políticos. Las glorias y las miserias de la política a gran escala también se reproducen en los grupos pequeños. Veamos, cualquier grupo humano de la sociedad crea su propia jerarquía, más o menos acentuada, con independencia de su tamaño. Lo interesante de la microsociología es que -siempre y cuando se tenga en cuenta la falacia ecológica- se puede observar si se reproducen tendencias similares a una escala mayor. Por eso, no es extraño que personas que militan, votan y simpatizan con partidos que supuestamente se oponen al bipartidismo tradicional -C’s y Podemos-, luego en su vida privada, actúen como auténticos miembros de la casta. Y con placer.

Es imposible escapar a estas tendencias. La política, la sociedad y cualquier colectivo humano tiene en su más profundo corazón esta dinámica. Decía Kichi, el alcalde de Cádiz, que la política es gestionar las incoherencias y es cierto, política es la resolución de conflictos con alternativas enfrentadas no necesariamente binarias y cuyo resultado siempre conlleva una pérdida para alguno de los participantes. Pareciera que desde la perspectiva de los elitistas el mundo es oscuro. Sin embargo, existe una luz y es que los líderes necesitan mantener algún vínculo con la masa, y que de no mantenerlo corren el riesgo de ser depuestos por otros.

No exit

Análogamente a la inversa, el individuo promedio no es tan distinto de los políticos
Francisco Collado Campana
jueves, 2 de marzo de 2017, 00:07 h (CET)
Dice un buen profesor, Josep Baqués, que tenemos los políticos que nos merecemos. Nuestros políticos son humanos, no extraterrestres ni criaturas de una dimensión alternativa. Proceden de nuestra misma sociedad, han estudiado en lugares -menos o más privilegiados-, comparten creencias religiosas ampliamente extendidas, han participado en actividades, clubes o asociaciones presentes en su entorno. En definitiva, han llevado a cabo un proceso de socialización existente en el seno de su sociedad. Un proceso de socialización que otras personas ajenas a la política, también han experimentado. Nuestra élite política es producida en casa, es un producto de manufactura artesanal. Su pensamiento, su forma de contemplar el mundo, sus acciones, la justificación de sus acciones y sus objetivos no son tan distintos a los que cualquier ciudadano tendría.

Análogamente a la inversa, el individuo promedio no es tan distinto de esos políticos. Las glorias y las miserias de la política a gran escala también se reproducen en los grupos pequeños. Veamos, cualquier grupo humano de la sociedad crea su propia jerarquía, más o menos acentuada, con independencia de su tamaño. Lo interesante de la microsociología es que -siempre y cuando se tenga en cuenta la falacia ecológica- se puede observar si se reproducen tendencias similares a una escala mayor. Por eso, no es extraño que personas que militan, votan y simpatizan con partidos que supuestamente se oponen al bipartidismo tradicional -C’s y Podemos-, luego en su vida privada, actúen como auténticos miembros de la casta. Y con placer.

Es imposible escapar a estas tendencias. La política, la sociedad y cualquier colectivo humano tiene en su más profundo corazón esta dinámica. Decía Kichi, el alcalde de Cádiz, que la política es gestionar las incoherencias y es cierto, política es la resolución de conflictos con alternativas enfrentadas no necesariamente binarias y cuyo resultado siempre conlleva una pérdida para alguno de los participantes. Pareciera que desde la perspectiva de los elitistas el mundo es oscuro. Sin embargo, existe una luz y es que los líderes necesitan mantener algún vínculo con la masa, y que de no mantenerlo corren el riesgo de ser depuestos por otros.

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