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Pacto de Jahveh con Abraham

Octavi Pereña
Octavi Pereña
miércoles, 23 de junio de 2010, 01:36 h (CET)
Según Francesc Pané “la alianza que (Jahveh) otorgaba a Israel, que entra en el valle del Jordán, en el Creciente – Fértil, el derecho de conquista – no importa como – territorios nuevos en donde hacer crecer sus rebaños. Le concedía la licencia divina a poseer la tierra y bienes que fuese capaz de arrebatar a los pueblos extranjeros”, todavía es vigente hoy y se la ve en la beligerancia del Israel del siglo XXI la continuidad del pacto que Jahveh hizo con Abraham, el padre del pueblo de Israel.

Francesc Pané muestra conocer, al menos en parte, el Antiguo Testamento que entre otras cosas trata del pacto que Jahveh hizo con Abraham. Cuando Pané trata el tema de este pacto que según él da carta blanca a Israel para que pueda conquistar, matar, violar y destruir pueblos enteros por insécula seculorum, se olvida de algo muy importante, olvido imperdonable en quien sabe que un texto fuera de su contexto es un pretexto. El pacto con Abraham se inicia cuando Jahveh ordena al patriarca abandone su tierra que era Ur de los caldeos y se traslade “a la tierra que te mostraré” (Génesis 12:1). Abandona, pues, la tierra que le vio nacer sin saber el destino. Encontrándose en territorio cananeo Jahveh le dijo: “A tu descendencia daré esta tierra” (Génesis 12:7).

El Dios del antiguo Testamento es un Dios justo que juzga sin aceptar soborno y que la sentencia que dicta en las diversas circunstancias siempre está basada en la justicia sin contaminar, característica del único Dios. Este aspecto de la justicia no debe perderse de vista en el análisis del pacto de Jahveh con Abraham. Lo que ocurre es que debido a nuestro pecado tenemos un concepto distorsionado de la justicia que no coincide con el de Dios. Pues bien, este Dios, para Pané sanguinario y cruel, que da licencia para asesinar, vuelve a hablar a Abraham y le dice: “Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena (clara referencia a Egipto), y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la cual servirá, juzgaré yo, y después de esto saldrán con gran riqueza” (15:13,14).

No por haber leído el Antiguo Testamento, pero sí por haber visto la película José que muchos saben cómo la simiente de Abraham fue a parar a Egipto. Aquí, su descendencia se hace muy numerosa hasta que “se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José, y dijo a su pueblo: He aquí el pueblo de los hijos de Israel es mayor y más fuerte que nosotros. Ahora, pues, actuemos con astucia hacia él… Entonces pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los molestaban con sus cargas, y edificaron para faraón las ciudades de almacenaje, Pitón y Ramesés… Y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, y amargaron su vida con dura servidumbre…”(Éxodo 1:8-22). Supongo que el señor Pané estará de acuerdo conmigo en que la esclavitud a la que Egipto sometió a los hijos de Israel fue una injusticia que debía denunciarse y castigarse tal como se hace hoy, al menos sobre el papel, los genocidios y graves injusticias que se hacen por todo el mundo.

El Juez anuncia a Abraham: “Mas también a la nación a la cual servirá, juzgaré yo”. La sentencia que dicta el Juez se conoce como las ‘Diez Plagas’. Para el Dios de la Biblia no se dan casualidades. Todo está sincronizado. La descendencia de Abraham debido a una hambruna emigra a Egipto, en donde será esclavizada por cuatrocientos años. Ahora se da un detalle a tener en cuenta a la hora de juzgar las guerras, todas, que describe el Antiguo Testamento: “Y en la cuarta generación volverán acá, porque todavía no ha llegado a su colmo la maldad de los amorreos hasta aquí” (Génesis 15:16). En I Reyes se nos describe la maldad del rey de Israel Acab en estos términos: “A la verdad ninguno fue como Acab, que se vendió para hacer lo malo ante los ojos de Jahveh, porque Jezabel su mujer lo incitaba. Él fue en gran manera abominable, caminando en pos de los ídolos, conforme a todo lo que hicieron los amorreos, a los cuales lanzó Jahveh delante de los hijos de Israel” (I Reyes 21:25,26). La conquista de Canaan no pudo realizarse hasta que se vertiese la iniquidad del vaso de los pobladores de Canaan. Jahveh es muy paciente a la hora de hacer justicia. Cuando lo hace, guste o no al señor Pané, da a cada uno lo que realmente se merece. El tema de la justicia divina es tabú, pero si queremos salir del estercolero en que nos encontramos todos no se la puede marginar. La justicia de Jahveh se encuentra detrás de todas las guerras que ensangrentaron la tierra de Canaan. Si se leyese sin prejuicios las páginas bíblicas se descubriría que la subida y caída de los antiguos imperios se debía a la justicia de Jahveh que dicta sentencia condenatoria a dichos países, sin excepción alguna. El brazo ejecutor de dichas sentencias son las naciones que ambicionaron dominar otros territorios. Israel no se escapa de la justicia de Jahveh. La destrucción del templo de Jerusalén por los babilónicos primero y más tarde por los romanos indica que Jahveh castiga a su pueblo por sus infidelidades. Jahveh es imparcial a la hora de impartir justicia y no admite cohecho.

El señor Pané afirma que la fundación del moderno estado de Israel se debe al “permiso de Jahveh”. Esta afirmación debería probarla. Ante un tribunal las acusaciones deben ir acompañadas de pruebas que inculpan. Su antijahvehismo y antisemitismo le hacen decir cosas que un hombre erudito como él no debería decir. Su mente ofuscada por el odio no le permite usar las reglas básicas de interpretación de textos.

Jesús que es ni más ni menos que el Jahveh del Antiguo Testamento, el “Yo Soy” que se apareció a Moisés en medio de la zarza ardiendo, se reserva para sí el derecho de juzgar a las naciones en el día final. En tanto no llega este día nos da la vara de medir el comportamiento de su pueblo: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:43,44). Teniendo en cuenta esta vara de medir que da Jahveh que se ha hecho hombre en la persona de Jesús, ¿se puede creer que Jahveh pueda apoyar el sionismo?

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