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Regreso del Más allá

Estos infiernos creados por uno mismo no son eternos
Vida Universal
martes, 20 de diciembre de 2016, 00:05 h (CET)
George Ritchi era un joven estudiante de medicina que durante la segunda Guerra Mundial murió de pulmonía en una base naval americana, pero que curiosamente nueve minutos más tarde volvió a la vida. Tras su recuperación relató su asombrosa experiencia cercana a la muerte, la que más tarde plasmó en el libro titulado: “Regreso del Más allá”, del cual hemos extraído algunos párrafos:

«Este ámbito estaba atiborrado de gente, hordas de seres sin cuerpo, las personas más defraudadoras, desagradables y miserables que jamás vi. ¡Señor Jesús, ¿dónde estamos?!, grité. Al principio pensé que estábamos ante un gran campo de batalla, pues por todas partes esos seres estaban condenados a luchar unos contra otros. Se retorcían y golpeaban como locos. Pero no se podía tratar de una guerra de nuestra época, pues no había armas de fuego. Parecían estar tumbados unos sobre otros como si cada cual diera golpes en el aire. Por último me di cuenta de que en realidad no se podían tocar ya que no tenían cuerpo.

Si al comienzo supuse que estábamos en el infierno, más tarde estuve seguro. Hasta ese momento había contemplado toda la miseria que significaba estar atado al mundo terrenal, del que ya no formábamos parte. Entonces vi que había otro tipo de cadenas: esas criaturas parecían estar atadas a costumbres de las que generan los sentidos, y a sentimientos como odio, lujuria y pensamientos destructivos. Aún más horrible que los mordiscos y patadas que se propinaban eran los abusos sexuales y perversiones que muchos de ellos en vano ponían en escena como en una febril pantomima.

Lo que alguien pensaba, aunque fuese de forma fugaz o no intencionada, se manifestaba a su alrededor y era visible para todos de forma más nítida de lo que podrían haberlo expresado las palabras, y de forma más rápida que el sonido. No había intimidad en ese ámbito, no había rincones privados en un universo en el que no había paredes. ¿Cómo sería, pensé de repente preso de pánico, si yo tuviese que vivir eternamente en un lugar así, donde mis pensamientos más privados ya no fuesen privados? Sin ninguna posibilidad de ocultar quién soy, sino siendo aquel que realmente soy.”

La condenación eterna tal como la enseña la Iglesia no existe, el infierno no es un lugar en el sentido físico, ya que tanto el cielo como el infierno son estados de consciencia, y depende de con qué hayamos llenado nuestro consciente para en un futuro encontrarnos en un cielo o en un infierno. Del libro de la Editorial Gabriele titulado «Tu vida en la Tierra es tu vida en el Más allá» leemos lo siguiente: «Un alma luminosa tendrá un entorno luminoso y hermoso y un alma oscura sólo se encontrará con cosas sombrías. El más allá consta por tanto de ámbitos sombríos de horror, de sufrimiento y de necesidad interna, y también de hermosas alturas con maravillosos paisajes, cuyos colores son una maravilla de armonía y sinfonía».

Es importante reseñar que estos infiernos creados por uno mismo no son eternos, ya que este sufrimiento será tan horrible que en algún momento el alma querrá recapacitar, reconocerse y cambiar su forma de comportarse, se volverá más luminosa y podrá dar los pasos hacia Dios. El cuándo lo decide cada alma. Ya sea en esta Tierra o más tarde en el Más allá siempre está la ayuda y el auxilio. Eso es algo que nos ha sido manifestado de parte del Espíritu de Dios a través de la profecía dada a través de Gabriele, la profeta y mensajera de Dios para nuestro tiempo.

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