¡Cuánto de difícil se dibujan y se antojan las fronteras de las identidades de una ciudad! Sí... Como si sólo unos pocos bravucones decidieran qué o qué no es la ciudad y todo lo respectivo a su avance. Y así es como se encuentra la ciudad, dormida en el arrepentimiento de poderes fácticos al haber llegado al siglo XXI, cuando esa ciudad, esas ciudades, eran felices en los siglos XIX y XX y sin ningún tipo de resignación.
¡Ahora, en las ciudades, sólo unos pocos viven felices! Sí... Aquellos que se fotografían en esa falsa belleza que aterra, la que deja sin palabras y que no tiene intención alguna de partir, y queda sin palabras por todo lo que se observa en la gran ciudad. En esas grandes ciudades todo es voluble, hasta los idiomas ajenos a los que no se les pide identidad, y además falta voluntad política para erradicar esa falsa belleza que aterra.
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