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Todo era y es (pero no será) una farsa

Donald Trump, la última zanahoria del burro
Mario López
viernes, 11 de noviembre de 2016, 01:50 h (CET)
Así que todo es una farsa. Le llamaban antisistema, populista, fascista bolivariano, el podemita americano, pero era y es multimillonario. Le faltó tiempo para, en el colmo del gatopardo, reconciliarse con el stablishment. A fuer de sincero, he de decir que desde un principio mantuve que iba a ganar las elecciones y convertirse en el 45 presidente de los Estados Unidos; escrito está.

Las oligarquías globales son extremadamente listas. De la misma manera que nos hacen ver que los genocidios perpetrados en Sudamérica, el Oriente Medio y en muchos países de África, no son otra cosa que los efectos colaterales de una guerra sin cuartel contra las tiranía, igual que han sabido fagocitar todos los movimientos revolucionarios, convirtiendo a los más destacados líderes de estos en moda, objetos exitosos de mercadería (el Ché, Mao…), ahora son capaces de inventarse cualquier cosa; como por ejemplo, a Donald Trump. Uy qué miedo, los mercados tiemblan ante la fatalidad de que llegue a la Casa Blanca un populista multimillonario, curtido durante décadas en los platós de televisión. Pero, después de conseguir sus objetivos (que el extravagante y muy popular Donald Trump gane las elecciones presidenciales de USA, metiendo en vereda a todos los indignados), el miedo de los mercados se desvanece. Aquí no ha pasado nada y todo seguirá como siempre.

¿Y ahora que nos espera? Cualquier cosa. Cuando el poder es tan sumamente gigantesco, parece que no hay nada que hacer. Y seguramente es así. Ahora bien, lo que está claro es que todo esto no es más que el canto del cisne. El sistema económico de Occidente está herido de muerte. Y más nos vale que empecemos a inventarnos otro, que ya llegamos tarde. Y llegamos tarde porque, en su ciega pasión expoliadora, las oligarquías han sido capaces de bombardear todo nuevo proyecto político. ¿Todo?, no. Aún queda por resolver la crisis final. Y no tardará mucho en producirse. La aldea gala de Asterix es inexpugnable, gracias a la pócima elaborada por su druida: la resistencia.

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