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Etiquetas | Productividad | Trabajo
La productividad no aumenta cuando trabajamos agotados durante mil horas. La productividad aumenta cuando somos felices haciendo lo que hacemos

La antiproductividad

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Dicen que no existe nada como repetir mil veces una mentira para que se convierta en una verdad.

Yo creo que se podría adaptar esto y decir que no hay nada como repetir una acción mil veces para que nos creamos que estamos haciendo lo correcto aunque no sea real.

España es uno de los países que está a la cola de la Unión Europea en productividad laboral y en cambio, somos uno de los países en los que más horas se trabaja.

La interpretación de este hecho es que los españoles trabajamos muchas horas pero el rendimiento durante ese tiempo no es en absoluto bueno.

En España se está normalizando el hecho de trabajar muchas más horas de las que los trabajadores tienen firmadas en sus contratos.

Hoy en día no es extraño conocer a profesionales con jornadas maratonianas de doce horas e incluso más. Padres y madres que llegan a sus casas con el tiempo justo para cenar y meter en la cama a sus hijos. Personas que limitan su vida personal a los fines de semana y que renuncian sistemáticamente a la vida más allá del trabajo entre semana.

A base de demonizarlos hemos convertido el ocio y el descanso en un lujo al que parece que no debemos aspirar más que en contadas ocasiones.

Hemos pasado de trabajar para sostener a nuestras familias a intentar hacerle huecos a los nuestros en nuestras apretadas agendas laborales.

Y por más que el entorno nos presione más y más para ir hacia este modelo de vida en la que el trabajo se convierte en el centro de todas las cosas, por más que estén aumentando los casos de ansiedad, los problemas coronarios y las depresiones, con todo esto, nuestra productividad sigue siendo un desastre.

Nos estamos convenciendo de que este es el modelo que nos llevará de camino al éxito. Pero la realidad, que es tozuda, nos sigue diciendo a voz en grito que estamos yendo por el camino equivocado.

La productividad no aumenta cuando trabajamos agotados durante mil horas. La productividad aumenta cuando somos felices haciendo lo que hacemos.

No creo que ningún entrenador de fútbol del mundo ponga a sus jugadores a entrenar doce horas al día, sin ver a sus familias ni permitirse un tiempo para el descanso. En un negocio multimillonario como es el fútbol, donde el trabajo de un sólo jugador puede valorarse en muchos millones de euros, los entrenadores y directivos entienden que un futbolista infeliz, desmotivado y agotado no es para nada rentable.

En este caso no existe diferencia entre un deportista, un contable o un ingeniero,

Cierto es que los profesionales que aman sus oficios, pueden estar horas y horas ejerciéndolos con la mayor de las felicidades. Cuando un trabajo te apasiona, deja de ser un trabajo,

Pero no creo que este sea el caso para la mayoría de contables, comerciales o ingenieros metidos en oficinas desde que aún es de noche cuando llegan a sus trabajos hasta mucho después de que se haya puesto el sol.

El ocio y el descanso diarios no son lujos. La vida familiar no es en absoluto prescindible.

El trabajo debe hacerse con el máximo de motivación y meticulosidad pero esto no es sostenible si se pretende hacer de forma sistemática durante doce horas al día.

Para poder avanzar en España necesitamos un cambio de mentalidad también en nuestra relación con el trabajo.

Tenemos que mejorar nuestra productividad como país pero esto sólo lo podremos conseguir cuando realmente sigamos el ejemplo de nuestros vecinos europeos y hagamos buena la frase de que a la hora de terminar la jornada laboral “tiremos el boli” y nos vayamos a nuestras casas a hacer deporte, atender a nuestros hijos, a leer o simplemente a descansar sentados en el sofá.

Según aumente nuestra felicidad mejorará nuestro rendimiento y con ello nuestra productividad.

¿Qué se apuestan?

La antiproductividad

La productividad no aumenta cuando trabajamos agotados durante mil horas. La productividad aumenta cuando somos felices haciendo lo que hacemos
Iria Bouzas Álvarez
miércoles, 19 de octubre de 2016, 00:13 h (CET)
Dicen que no existe nada como repetir mil veces una mentira para que se convierta en una verdad.

Yo creo que se podría adaptar esto y decir que no hay nada como repetir una acción mil veces para que nos creamos que estamos haciendo lo correcto aunque no sea real.

España es uno de los países que está a la cola de la Unión Europea en productividad laboral y en cambio, somos uno de los países en los que más horas se trabaja.

La interpretación de este hecho es que los españoles trabajamos muchas horas pero el rendimiento durante ese tiempo no es en absoluto bueno.

En España se está normalizando el hecho de trabajar muchas más horas de las que los trabajadores tienen firmadas en sus contratos.

Hoy en día no es extraño conocer a profesionales con jornadas maratonianas de doce horas e incluso más. Padres y madres que llegan a sus casas con el tiempo justo para cenar y meter en la cama a sus hijos. Personas que limitan su vida personal a los fines de semana y que renuncian sistemáticamente a la vida más allá del trabajo entre semana.

A base de demonizarlos hemos convertido el ocio y el descanso en un lujo al que parece que no debemos aspirar más que en contadas ocasiones.

Hemos pasado de trabajar para sostener a nuestras familias a intentar hacerle huecos a los nuestros en nuestras apretadas agendas laborales.

Y por más que el entorno nos presione más y más para ir hacia este modelo de vida en la que el trabajo se convierte en el centro de todas las cosas, por más que estén aumentando los casos de ansiedad, los problemas coronarios y las depresiones, con todo esto, nuestra productividad sigue siendo un desastre.

Nos estamos convenciendo de que este es el modelo que nos llevará de camino al éxito. Pero la realidad, que es tozuda, nos sigue diciendo a voz en grito que estamos yendo por el camino equivocado.

La productividad no aumenta cuando trabajamos agotados durante mil horas. La productividad aumenta cuando somos felices haciendo lo que hacemos.

No creo que ningún entrenador de fútbol del mundo ponga a sus jugadores a entrenar doce horas al día, sin ver a sus familias ni permitirse un tiempo para el descanso. En un negocio multimillonario como es el fútbol, donde el trabajo de un sólo jugador puede valorarse en muchos millones de euros, los entrenadores y directivos entienden que un futbolista infeliz, desmotivado y agotado no es para nada rentable.

En este caso no existe diferencia entre un deportista, un contable o un ingeniero,

Cierto es que los profesionales que aman sus oficios, pueden estar horas y horas ejerciéndolos con la mayor de las felicidades. Cuando un trabajo te apasiona, deja de ser un trabajo,

Pero no creo que este sea el caso para la mayoría de contables, comerciales o ingenieros metidos en oficinas desde que aún es de noche cuando llegan a sus trabajos hasta mucho después de que se haya puesto el sol.

El ocio y el descanso diarios no son lujos. La vida familiar no es en absoluto prescindible.

El trabajo debe hacerse con el máximo de motivación y meticulosidad pero esto no es sostenible si se pretende hacer de forma sistemática durante doce horas al día.

Para poder avanzar en España necesitamos un cambio de mentalidad también en nuestra relación con el trabajo.

Tenemos que mejorar nuestra productividad como país pero esto sólo lo podremos conseguir cuando realmente sigamos el ejemplo de nuestros vecinos europeos y hagamos buena la frase de que a la hora de terminar la jornada laboral “tiremos el boli” y nos vayamos a nuestras casas a hacer deporte, atender a nuestros hijos, a leer o simplemente a descansar sentados en el sofá.

Según aumente nuestra felicidad mejorará nuestro rendimiento y con ello nuestra productividad.

¿Qué se apuestan?

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