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Quiero ser voluntaria, ¿qué me motiva?

Los voluntarios son una especie de héroes que demuestran, ofreciendo su tiempo libre, de qué manera se puede aportar algo a la sociedad
Violeta Torrejón
miércoles, 8 de enero de 2025, 09:59 h (CET)

Existen muchas personas que, en algún momento de su vida, se han planteado ayudar a los demás de una u otra forma, pero lo cierto es que para eso hay que tener tiempo y tener claro en qué ámbito hacerlo. Tenemos la agenda completa de actividades que pueden ser laborales o de ocio, pero siempre con el tiempo justo para aprovecharlo al límite. La sociedad y el entorno es el que nos impone y nos recomienda que el dinero debe estar siempre presente en cualquier experiencia que realicemos.


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Entonces, ¿qué ocurre con esas personas que deciden dar su tiempo a otros sin tener ninguna motivación económica detrás? Nos parece increíble y, a veces, tenemos que reconocer hasta irrisorio el hecho de que alguien que tiene tiempo lo invierta en ayudar a los demás.


Actualmente, nos movemos prioritariamente por dinero, es decir, nos cambiamos de trabajo porque nos pagarán más, se incrementan los precios en aquellos hoteles que cuentan con más estrellas, escalamos de puestos por el salario que vamos a cobrar, nos sentimos halagados cuando alguien nos invita, aumentan nuestras salidas a medida que tenemos más ingresos… Es decir, es inevitable que aparezca esa condición económica en cualquier parte de nuestra vida.


Pero existe algo más que no está condicionado por la motivación económica y eso es el alma e interior de cada uno. Todavía existen personas que tienen un don, algo que las hace diferentes al resto, y son capaces de ayudar sin que detrás de su trabajo exista el dinero. Se trata de una especie de héroes que demuestran a través de su tiempo libre de qué manera pueden aportar algo a la sociedad. Estamos hablando de cualquier persona que ha decidido prestar sus horas a cualquier clase de proyecto en forma de voluntariado.


Existirán personas que lo hagan como una especie de terapia porque estén en paro, otros que por la experiencia vivida quieran dar algo de sí mismos en una esfera en concreto, otros que lo hagan porque piensen que todavía es posible erradicar el egoísmo… Sea como sea, lo cierto es que la motivación que les ha llevado a tomar esta decisión les hace completamente diferentes al resto.


Por eso, cuando queremos embarcarnos en este camino, es imprescindible saber en qué área queremos colaborar y de cuánto tiempo disponemos para ello. No se trata de tener más tiempo para ayudar más, sino de que el tiempo que tengamos, aunque sea poco, sea de calidad. Se trata de una actividad completamente desinteresada y sin ánimo de lucro. Se trata de una experiencia que nos llenará a través de los días y nos aportará algo que no conseguiremos de cualquier otra manera. Estaremos en círculo donde la humildad, la comprensión y el entendimiento estarán siempre presentes. Se tratará de un mundo apartado donde las personas a las que ayudamos nos darán más energía a nosotros que nosotros a ellos.


Por eso mismo, los voluntarios de cualquier organización son personas especiales que deciden renunciar a un tiempo que podían invertirlo en cualquier otra cosa para, dedicarlo a causas sociales que necesitan algo más de mano humana. Se trata de proyectos personales que cada uno lleva a cabo para demostrar que en el corazón caben diversos tiempos que se pueden fraccionar y que trabajar sin recibir nada a cambio no es algo de lo que avergonzarse porque habrá gente que lo cuestione, claro que sí, pero hay que recordar que cada persona es libre para actuar como realmente le llene y le haga ser mejor persona. Y no es que el voluntario lo sea, sino que lo que nos hace ser un poco mejores es el hecho de pararnos a reflexionar en cómo mejorar un poco la situación de la sociedad, ya sea a nivel general o más personal embarcándonos en hacerlo realidad y no en que, sólo, fuera un pensamiento.


Y es que la sociedad está compuesta por muchísimos integrantes, algunos de los cuales contarán con más empatía y sensibilidad que otros, pero no hay que olvidar que gracias a que somos también diferentes podemos compatibilizar cada una de las actitudes con las que afrontamos la vida.

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Lidiar con una persona pasivo-agresiva puede ser como caminar por un campo minado cubierto de flores. No gritan, no insultan abiertamente, pero cada palabra que dicen lleva veneno disfrazado de cortesía. A primera vista parecen inofensivos, incluso agradables, pero su forma de actuar deja una sensación de incomodidad que va calando poco a poco, como aquella gota de la que hablaba el sabio Salomón. “Decía el Sabio Salomón que una gota constante, ablanda un duro peñón”.

Pensamos que las enfermedades deben aparecer cuando somos mayores, creemos que nuestro sistema empezará a fallar o a tener ciertas inestabilidades cuando vamos sumando años en la últimas etapas. No concebimos tener mala salud o empezar a perderla cuando somos jóvenes, porque nos han inculcado que cada fase tiene su cometido y sus vivencias.

A veces parece que somos nuestros peores enemigos. Queremos avanzar, mejorar, lograr nuestras metas… pero justo cuando las cosas empiezan a encaminarse, algo dentro de nosotros hace que nos detengamos. Posponemos, nos autosaboteamos, nos convencemos de que “todavía no es el momento” o de que “seguro va a salir mal”.

 
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