La verdad es que hacía mucho tiempo que tenía ganas de escribir sobre la serie de ‘El Escorpión’, pero por unas causas u otras siempre demoraba la hora de ponerme a darle a la tecla. La aparición del octavo álbum, ‘La sombra del ángel’, publicado recientemente por Norma Editorial, me ha proporcionado el pretexto, y también la obligación, de hacerlo de una vez por todas.
| 
Portada del cómic.
| ‘El Escorpión’ de Desberg y Marini es una historia que juega con dos y tres planos temporales a la vez para urdir su trama. En esencia, la acción se centra en tiempos convulsos, de cambios, de temores y expectativas sociales. En primer lugar, nos tropezamos con la época de la decadencia del Imperio Romano, momento en el que el Cristianismo surge, con inusitada fuerza, como nueva fuente espiritual y de pensamiento y que, con el devenir de los siglos, detentará también el poder político. Nueve familias romanas, de esas que llaman de rancio abolengo, una especie de mafia nobiliaria, se organizan para controlar los cambios y conseguir que su capacidad de poder, político y económico no sufra menoscabo alguno. En pocas palabras, adaptarse a la nueva situación y controlar lo que se les viene encima, que todo cambie para que todo siga igual. Estas nueve familias consiguen perpetuar su status hasta el siglo XVIII, donde se enmarcan las aventuras de ‘El Escorpión’, otro momento trascendental para la Historia Universal: la época del libre pensamiento, de la ilustración, de otra forma de concebir el cristianismo, de la aparición de nuevos modos de pensar y obrar. En Roma gobierna un papa bonachón, comprensivo, con tintes libertinos y abierto a las corrientes innovadoras. Por supuesto, frente al Papa se posiciona el lado conservador de la curia, oscuro, tenebroso e intolerante, personificado en el cardenal Trebaldi, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, léase Inquisición, que, al contrario de lo que hicieran sus ancestros muchos siglos antes, no tratará de adaptarse y se opondrá abiertamente contra los cambios que se avecinan. Los asesinatos, las traiciones, las emboscadas, las peleas de capa y espada, los viajes a territorios de Oriente, los Santos Lugares y Estambul, se suceden una página tras otra, convirtiendo esta serie en una magnífica obra de aventuras, con tintes de política-ficción (¿ficción?), gotas de historicismo (‘El Escorpión’ oficialmente es un entendido en arte y libros antiguos) y algunas dosis de esoterismo, ya que los templarios y los libros secretos también andan por en medio. Evidentemente, no podían faltar a esta cita.
‘El Escorpión’ tiene muchos aspectos positivos que destacar. Y antes que nada el dibujo de Enrico Marini (Suiza, 1969), que es espléndido. El dibujante suizo, probablemente basándose en imágenes de cuadros antiguos, de Canaletto u otros pintores de la época, diseña un escenario romano simplemente perfecto, idóneo para el deambular de los tipos que por allí se mueven, tocados con capa y espada, máscaras, embozos y similares. Los personajes principales sobresalen, por sus rasgos limpios y luminosos, de los secundarios, a los que el artista ensombrece a conciencia, como para dejar bien patente su papel de usar y tirar. En algunos momentos, al mirar la imagen de la hermosa Mejai – Marini tiene buen gusto para dibujar desnudos, torsos, piernas y rostros femeninos –, el lector puede acordarse de la gitana Esmeralda de ‘El Jorobado de Notre Dame’ de la factoría Disney. Y lo mismo ocurre si nos fijamos con detenimiento en Trebaldi, que nos puede sugerir ciertos rasgos de Jafar, otro personaje marca Disney. Estos parecidos, completamente lícitos por otro lado, están cumplidamente recompensados con la calidad de las viñetas y el dinamismo de las escenas de lucha, así como la tonalidad, preferentemente oscura en Roma, abiertamente luminosa en los desiertos de Oriente Próximo. Tampoco los interiores guardan misterio alguno para Marini: los reflejos de las velas o de los hachones se trasmiten nítidamente a los escenarios que iluminan. Y no podemos olvidar las vistas aéreas desde los oteros de los edificios, ya sean romanos o musulmanes. Los tejados, las cúpulas, las balaustradas y los campanarios no presentan ninguna dificultad, ni en la textura, ni en sombras o volúmenes, para Marini. Y es algo que, además, me parece que le gusta, porque en alguna escena que he podido ver correspondiente a otro de sus trabajos, las alturas también ocupan un papel destacado.
El guión de Stephen Desberg (Bruselas, 1954), que ya ha colaborado con Marini en alguna otra obra, rima perfectamente con la trepidante imaginería del dibujante suizo, aunque, bien pensado, tal vez sea al contrario, ya que lo habitual es que primero sea la letra, el guión, que la imagen. Las tramas están bien entrelazadas y cada uno de los ocho capítulos acaban, al estilo del folletín antiguo, en punta, con algún misterio pendiente de aclarar, sugerido bien con recuadros de texto, bien con alguna imagen, como es el caso del jinete que permanece en primer plano en la viñeta postrera de ‘La sombra del ángel’, última entrega de la obra hasta hoy.
La única duda que me plantea la serie es su final. Aunque no me gusta hablar de obras excesivamente largas o cortas, sólo el autor o autores están capacitados para hacerlo, me temo que ‘El Escorpión’ debería finalizar muy pronto o, incluso, haberlo hecho ya. La capacidad de Desberg para mantener al lector atento a la lectura y saber si Armando Catalano, alias ‘El Escorpión’, logrará llevar a cabo su desquite o no, ha quedado fuera de dudas y está más que demostrada en estos ocho álbumes. Proseguir por esta senda puede conducir al aburrimiento, a la reiteración de situaciones y planteamientos. A veces hay que saber cortar a tiempo para no estropear un camino tan bien andado hasta ahora por Desberg y Marini.
____________________
‘La sombra del ángel’ de Desberg y Marini. Norma Editorial. Color, 48 páginas, tapa blanda y dura, 9 euros (también existe en versión de tapa dura). Noviembre 2009.
|