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Nueva York, un mito

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No es mi propósito negar la grandeza de esta gran ciudad, que es uno de los mayores símbolos del modo de vida americano, pero no parece que Nueva York sea el reflejo de la perfección, ni mucho menos. Aunque ya se sabe que no lo es ninguna ciudad del planeta. Empezando por la gente desamparada abandonada en sus calles y también por algunos niños que deambulan sin rumbo por sus avenidas pidiendo dinero, alimentación, etc. En Estados Unidos la red de protección social debería ser más sólida y ayudar más a los que lo necesitan. En uno de los países más ricos del globo llama la atención que existan estos contrastes entre la más extrema riqueza y el abandono social de los más débiles.

El consumismo no lo puede justificar todo. El gasto en seguridad está bien, pero también es esencial que Estados Unidos dedique más fondos económicos para reducir las desigualdades económicas y sociales. El desinterés y la despreocupación no deben ser los planteamientos generales que triunfen en una sociedad tremendamente materialista.

En Nueva York creo que sería positivo que hubiera una mayor comprensión hacia los extranjeros que la visitan y un mayor respeto a la persona en sí misma, por parte de todos. Nueva York y Estados Unidos no son el ombligo del mundo, aunque algunos lo crean. Y actitudes como la prepotencia y la soberbia sobran.

Las autoridades norteamericanas deberían tomar nota de los procedimientos de las autoridades europeas en relación con las actuaciones y protocolos policiales, ya que se debe respetar la presunción de inocencia, y no basarse en simples sospechas generales acerca de los ciudadanos. En un Estado de Derecho esto debe respetarse rigurosamente. Los controles de seguridad están bien, pero tienen unos límites.

Es cierto que el patriotismo norteamericano impresiona por su fuerza y vigor, algo que parece garantizar la unión de este gran país. No cabe duda que la gran red de autopistas norteamericanas es digna de admiración y el gran desarrollo de la tecnología también, ya que repercute muy positivamente en el nivel de vida de los estadounidenses.

Que en Nueva York esté la sede central de las Naciones Unidas es un motivo de orgullo para la ciudad. Pero la totalidad de los Derechos Humanos no son algo meramente simbólico y deben ser cumplidos siempre, tanto en su espíritu como en su letra.

Es cierto que los prodigios arquitectónicos de la ciudad de los rascacielos son algo evidente y maravilloso, y es por eso, y por otras razones, que Nueva York recibe unos 60 millones de visitantes anuales. Su cosmopolitismo y multiculturalismo es también algo digno de elogio. Es la gran ciudad de los negocios y de la cultura y el arte. Pero todo es mejorable y la solidaridad debe ser uno de los valores fundamentales.

Nueva York, un mito

José Manuel López García
lunes, 15 de agosto de 2016, 01:53 h (CET)
No es mi propósito negar la grandeza de esta gran ciudad, que es uno de los mayores símbolos del modo de vida americano, pero no parece que Nueva York sea el reflejo de la perfección, ni mucho menos. Aunque ya se sabe que no lo es ninguna ciudad del planeta. Empezando por la gente desamparada abandonada en sus calles y también por algunos niños que deambulan sin rumbo por sus avenidas pidiendo dinero, alimentación, etc. En Estados Unidos la red de protección social debería ser más sólida y ayudar más a los que lo necesitan. En uno de los países más ricos del globo llama la atención que existan estos contrastes entre la más extrema riqueza y el abandono social de los más débiles.

El consumismo no lo puede justificar todo. El gasto en seguridad está bien, pero también es esencial que Estados Unidos dedique más fondos económicos para reducir las desigualdades económicas y sociales. El desinterés y la despreocupación no deben ser los planteamientos generales que triunfen en una sociedad tremendamente materialista.

En Nueva York creo que sería positivo que hubiera una mayor comprensión hacia los extranjeros que la visitan y un mayor respeto a la persona en sí misma, por parte de todos. Nueva York y Estados Unidos no son el ombligo del mundo, aunque algunos lo crean. Y actitudes como la prepotencia y la soberbia sobran.

Las autoridades norteamericanas deberían tomar nota de los procedimientos de las autoridades europeas en relación con las actuaciones y protocolos policiales, ya que se debe respetar la presunción de inocencia, y no basarse en simples sospechas generales acerca de los ciudadanos. En un Estado de Derecho esto debe respetarse rigurosamente. Los controles de seguridad están bien, pero tienen unos límites.

Es cierto que el patriotismo norteamericano impresiona por su fuerza y vigor, algo que parece garantizar la unión de este gran país. No cabe duda que la gran red de autopistas norteamericanas es digna de admiración y el gran desarrollo de la tecnología también, ya que repercute muy positivamente en el nivel de vida de los estadounidenses.

Que en Nueva York esté la sede central de las Naciones Unidas es un motivo de orgullo para la ciudad. Pero la totalidad de los Derechos Humanos no son algo meramente simbólico y deben ser cumplidos siempre, tanto en su espíritu como en su letra.

Es cierto que los prodigios arquitectónicos de la ciudad de los rascacielos son algo evidente y maravilloso, y es por eso, y por otras razones, que Nueva York recibe unos 60 millones de visitantes anuales. Su cosmopolitismo y multiculturalismo es también algo digno de elogio. Es la gran ciudad de los negocios y de la cultura y el arte. Pero todo es mejorable y la solidaridad debe ser uno de los valores fundamentales.

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