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‘El Triángulo Secreto. Obra completa’, un bocado exquisito para los amantes del cómic esotérico

Herme Cerezo
Herme Cerezo
domingo, 18 de octubre de 2009, 08:58 h (CET)
Aunque ya se había publicado en siete álbumes independientes, ("El testamento del loco", "El hombre joven del sudario", "De ceniza y oro", "El evangelio olvidado", "La infame mentira", "La palabra perdida" y "El impostor"), Edicions Glenat ha tenido la excelente idea de reeditar en un solo volumen ‘El Triángulo Secreto’ de Didier Convard, Gilles Chaillet, Denis Falque, Christian Gine, Pierre Wachs, André Juillard, Patrick Jusseaume, Jean y Eric Stalner. Nueve autores, nueve. Ocho dibujantes, más el guionista Didier Convard (París, 1950), verdadero artífice de la obra. Y un colorista, Paul, cuyo nombre no figura en la portada. Con lo cual suman diez personas. Y, lo bien cierto, es que cuando uno se adentra en la complejidad de este cómic comprende perfectamente el porqué de tantos artistas metidos en harina para un solo trabajo.




Portada del cómic.


‘El Triángulo Secreto’ es cómic esotérico, una palabra que todos asocian a oscurantismo, símbolos extraños, rituales estrambóticos. Decir que algo es esotérico suena a fenómenos o cosas fuera de lo común, estrafalarios, imposibles, prohibidos incluso. Y aunque algo hay de eso, hay que afinar un poco más. El esoterismo es la transmisión de algún secreto o de alguna verdad a través de la palabra hablada. Pero esa transmisión se efectúa en medios restringidos, herméticos porque se trata de información apta sólo para iniciados. De ahí, por un lado, esa falsa imagen a la que aludía y, por otro, esa fascinación que ejerce sobre muchas personas, entre las que me incluyo.

‘El Triángulo Secreto’ trata sobre la posible existencia de un hermano gemelo de Jesucristo, llamado Tomás, que justamente en hebreo significa gemelo, una teoría bastante conocida entre iniciados. Pero aún hay más: ¿se imaginan ustedes qué efecto podría causar esta revelación en el Mundo? ¿Continuaría siendo el papel de la Iglesia Católica el mismo? ¿Qué consecuencias tendría este descubrimiento en el Dogma? Éstas son sólo algunas de las múltiples preguntas que nos podemos formular. Y es la base sobre la que se sustenta el cómic.

Sobre el hermano gemelo de Jesús, el conocido escritor Javier Sierra publicó un artículo en el mes de agosto de 2006 en el diario El Mundo, donde destaca que en el famoso cuadro de Leonardo da Vinci, ‘La Virgen de las Rocas’, el pintor toscano retrató a la Virgen con dos niños. Tradicionalmente, se ha considerado que eran el propio Jesús y Juan el Bautista. Sin embargo, Sierra señala que a quienes le encargaron ese trabajo en 1483, los hermanos De Predis, frailes de la Orden de San Francisco, no les satisfizo el cuadro porque a los personajes les faltaba un cierto halo divino. Introduciendo pequeñas modificaciones, Leonardo realizó una segunda versión del cuadro y, recientemente, se ha sabido que también pintó una tercera. ¿Por qué tres intentos? Javier Sierra piensa que tal vez el artista se inspiró no en fuentes bíblicas sino en alguna otra para realizar su obra. Pietro Marani, codirector del equipo de restauradores de ‘La Ultima Cena’, indicó que Leonardo se inspiró en un texto semiherético, escrito por Joâo Mendes da Silva, llamado también Amadeo de Portugal, lo que explicaría esa carencia de "divinidad". El propio Sierra añade en su artículo que los dos niños del cuadro se parecen mucho. Tal vez fuesen hermanos, tal vez fuesen gemelos. Bien esto no es más que una teoría, un pensamiento, una posibilidad. Quizá un juego. Pero lo que es innegable es que constituye un interesante punto de partida para dedicarle un cómic de trescientas cincuenta páginas.

Claro que un cómic centrado únicamente sobre este asunto podría caer en el aburrimiento. Por eso, Didier Convard, el guionista, un apasionado del ocultismo y el esoterismo, ha urdido a su alrededor una guerra de logias masónicas, que se han transmitido a lo largo de más de dos mil años, el secreto del hermano gemelo, defendiéndolo a capa y espada. Con la vida, incluso. Por supuesto, el otro bando implicado, la Iglesia católica, anda enredando, controlando, actuando, defendiendo su status en suma. Y ya saben ustedes que el Vaticano en estos menesteres no se anda con muchas contemplaciones. A fin de cuentas son un estado más. Y no sólo espiritual, precisamente. Por ello cuentan con sus propias armas, su propio ejército y su propio servicio secreto. Este último realmente muy efectivo.

La acción de ‘El Triángulo Secreto’ se desarrolla en Francia y su protagonista Didier Mosèle, un estudioso de lo esotérico, que pertenece a la Fundación Meyer, se verá involucrado en todo el proceso investigador hasta sus últimas consecuencias. Por supuesto, donde hay masones, habitualmente, suelen haber templarios. Y cátaros también. Aquí no podían faltar. Convard los introduce en la narración a través de hábiles flashbacks que retrotraen al lector a la Edad Media, al siglo XIX y a la vida del Nazareno, en los primeros años de la era cristiana. No sé si se debe a que la obra fue publicada por entregas o no, pero lo cierto, lo indiscutible es que en ningún momento decae el interés. No tiene altibajos. Lo percibimos precisamente ahora, cuando tenemos a nuestra alcance toda la obra completa. Llega un punto en el que el lector está completamente absorbido por la narración y tiene que leer el resto de un golpe, de un tirón, sin pausa. Lástima del diminuto tamaño de la letra. Los que calzamos gafas por culpa de esa enfermedad llamada presbicia, que tiene nombre de monja reprimida, tenemos auténticas dificultades para leer con comodidad todos los bocadillos y notas a pie de viñeta. Por cierto, son textos espléndidamente cuidados en su redacción.

El dibujo también es espléndido. Y fundamental. A la altura del guión. Con la cantidad de personajes que aparecen, los caracteres físicos están muy logrados y evitan posibles confusiones. Muchos momentos cumbres del ‘Triángulo’ se desarrollan en ámbitos oscuros, nocturnos, en el reino de la penumbra. El matiz de los colores utilizados es simplemente perfecto y creo que es uno de los factores que más contribuye al interés de la obra. Igualmente, el toque eminentemente realista de exteriores e interiores, arropa coherentemente el entorno de la historia.

Mientras leía ‘El Triángulo Secreto’ he tenido la impresión de que veía una película y de que no me podía mover de la butaca de la sala hasta que no concluyese la sesión. En fin, como reza la fórmula masónica que utilizan al comienzo de sus "tenidas" y que se repite en varias ocasiones a lo largo de la obra, "Puesto que es la hora y que tenemos la edad, iniciemos nuestros trabajos" que, traducida al mundo del aficionado al cómic, sería algo así como "Puesto que ya somos mayorcitos, no nos perdamos la lectura de este apasionante cómic". Yo ya no me la perderé. Ahora les toca a ustedes, mis improbables.

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‘El Triángulo Secreto’ de Didier Convard, Gilles Chaillet, Denis Falque, Christian Gine, Pierre Wachs, André Juillard, Patrick Jusseaume, Jean, Eric Stalner y el colorista Paul. Ediciones Glenat. 350 páginas, 29 euros.

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