Todos conocemos la saga Millennium, la de ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’, creada por Stieg Larsson. De su aparición, parece mentira, han pasado ya veinte años. El éxito alcanzado por esta novela y las dos que le siguieron, fue tremendo. Las ventas se multiplicaron, ciento cinco millones de lectores, pero el futuro de la serie se complicó con la repentina muerte de Stieg Larsson, víctima de un infarto de miocardio. Hubo litigio sobre la propiedad de la obra entre su compañera sentimental y los familiares de Larsson. Finalmente, los tribunales sentenciaron que fueran estos últimos quienes detentasen los derechos de autor y la gestión de lo que Stieg Larsson había dejado escrito. Tiempo después, los herederos tomaron la decisión de proseguir con Millennium. Y contrataron al sueco David Lagerkrantz, que añadió tres nuevas novelas a la serie. Concluido su trabajo, Karin Smirnoff fue llamada para continuar con las andanzas de Lisbeth Salander y Mike Blomkvist. Hace unas semanas, Karin intervino en el festival València Negra 2025. Aprovechando su estancia en la capital del Túria, pude hablar con ella sobre su trabajo literario en la cafetería del Hotel Meliá de la plaza del Ayuntamiento. Cuando comenzamos a conversar, con el piloto rojo de la grabadora encendido, dispuesta a funcionar a pleno pulmón, el sol barría de plano la acristalada fachada del hotel. Como intérprete y testigo de nuestra charla participó Jakob Gramms. Mientras hablábamos, cámaras y técnicos de una televisión sueca, que prepara actualmente un documental sobre Karin Smirnoff, grabaron buena parte de nuestra charla en tiempo real, sin interrupciones.

Welcome to València, Karin. Cuando entrevisto por primera vez a una escritora suelo comenzar con la misma cuestión: ¿por qué escribe Karim Smirnoff? Escribo un poco por mí misma, por mis propios objetivos. He escrito siempre, desde muy joven, y me planteo los temas en función de las preguntas a las que deseo encontrar respuestas. Es algo completamente independiente del hecho de que haya lectores para leer lo que escribo o no.
Como ha dicho, su vocación escritora fue muy tempranera, pero no intentó publicar hasta mucho más tarde. ¿Por qué? A lo largo de mi vida he desempeñado varias profesiones. He trabajado como fotógrafa, periodista, relaciones públicas y también en una compañía maderera. Tengo tres hijos y, en algún momento, los tuve que cuidar yo sola. En consecuencia, era muy importante tener la certeza de que podía llevar dinero seguro a casa, algo que, cuando escribes, desconoces porque puede suceder o no.
Como ha dicho, ha trabajado como fotógrafa, un oficio también muy creativo, a la vez que muy real, porque retrata trozos de realidad. Fundamentalmente, la literatura es ficción, en qué territorio se maneja con mayor comodidad? De alguna manera, si uno se dedica a actividades artísticas, siempre vive en una burbuja, porque literatura y fotografía sólo son dos tipos diferentes de expresión. Además, creo que en la fotografía existe una cierta subjetividad, porque el fotógrafo elige qué parte de la realidad va a mostrar. Por otro lado, la literatura no es sólo ficción sino que también refleja la realidad. De hecho, todos mis libros, hasta un cierto punto, están basados en hechos reales.
En el momento en el que le ofrecieron la posibilidad de continuar con la saga Millennium sintió que aquello era un reto muy grande al que no podía renunciar como escritora? Sí, dije que sí sin pensármelo dos veces. Los tres primeros libros de la saga me habían gustado mucho y me atraía la posibilidad de continuar una serie que cuenta con un personaje tan particular como Lisbeth Salander. Ahora, que ya estoy escribiendo la tercera novela, echo la vista atrás y reflexiono qué es lo que hubiera ocurrido con mi vida si no hubiera aceptado esta oferta. Y tengo claro que mi respuesta siempre hubiera sido la misma: aceptar el reto.
¿Pesa mucho la responsabilidad a la hora de sentarse a escribir esta continuación? ¿Ha sentido presión para que la serie continuase siendo exitosa? Eh, sí experimenté esa presión. Millennium es un proyecto muy grande y tenía un cierto temor de que las editoriales que apostaban por él no obtuvieran suficiente rédito del proyecto con mi trabajo.
Mientras hablamos, una cadena de televisión sueca le está grabando. ¿Cómo lleva la promoción del libro? ¿Le gusta? De alguna manera ya estoy acostumbrada y no diría que es un lío. Por ejemplo, estos camarógrafos y el periodista que están con nosotros ahora mismo, mientras conversamos, me vienen siguiendo desde hace seis meses para rodar un documental y no me molesta en absoluto.
Su primera publicación fue una trilogía de la que vendió más de setecientos mil libros. Su compromiso con Millennium también es de tres títulos. ¿Significa eso que planifica sus novelas para esa distancia, que es una escritora de largo aliento? En realidad, no, porque mis primeros libros no estaban pensados para formar una trilogía, simplemente me puse a escribir, no podía parar de hacerlo, creció mucho y al final fueron tres volúmenes. En este caso, fue una sugerencia mía firmar para tres libros, ya que me resulta difícil escribir novela negra, con un argumento bien estructurado y con muchas ramificaciones, sin disponer de una distancia larga para resolverlo todo.
Los escritores que han trabajado en Millennium hasta ahora, Stieg Larsson, el creador, y David Lagercrantz, el continuador, son hombres. Usted es mujer. ¿Qué le aporta su punto de vista a la serie? Sí, es verdad que hay diferencias entre hombres y mujeres e imagino que, a la hora de escribir, sucederá igual. En determinados momentos, como la descripción de un crimen o de la escena de un asesinato, yo trato de no volver a victimizar a la víctima, ni sexualizarla. Cuando leemos escenas de crímenes cometidos sobre mujeres descritas por hombres, a veces encontramos una especie de crimen doble. Por un lado, la muerte de la mujer y, por otro, su objetivación como objeto femenino. En este sentido creo que sí que cambia algo con mi obra. En todos mis libros hay un cierto ángulo feminista, aunque no me lo haya propuesto, y, cuando trato temas como la violencia contra las mujeres, resulta evidente que mi visión femenina permea lo que estoy presentando. He de señalar también que, al parecer, los familiares de Stieg Larsson, deseaban una escritora para continuar la serie. En esta ocasión no querían otro hombre.
Maj Sjöwall y Per Wahlöö, padres de la novela negra nórdica, escribieron diez novelas a lo largo de su carrera. Stieg Larsson se planteó la posibilidad de que Millennium también constara de diez volúmenes, ¿la intención de Larsson era mantener el modelo establecido por esta pareja de escritores? No lo sé. Podría ser, aunque en verdad nunca me lo he planteado. Sjöwall y Wahlöö fueron los primeros escritores de novela negra que leí y sus obras continúan siendo muy válidas en la actualidad.
Han transcurrido 20 años desde que se publicó el primer libro. Como personajes, ¿Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist han envejecido bien? Es una pregunta difícil de contestar, al fin y al cabo no son seres humanos, son personajes de un libro. Pero sí que he intentado ubicarlos en el presente. Ahora, Lisbeth Salander tendrá entre cuarenta y cuarenta y cinco años y Mikael Blomkvist unos sesenta-sesenta y cinco. Los he cambiado un poco, pero no demasiado, porque en su origen Lisbeth ya era un personaje muy bueno y no necesitaba muchos cambios. Y lo mismo ocurre con Blomkvist. Pero claro, eso es un poco problemático, porque no quieres alterarlos mucho y el no hacerlo, a su vez, te impide estar más cerca de ellos. Por tanto, he tenido que efectuar un ejercicio de equilibrio entre mantenerlos tal cual eran y actualizarlos.
Una vez, la fallecida escritora Esther Tusquets me preguntó por qué me gustaba tanto el personaje de Lisbeth Salander. Le respondí que estando con ella uno no tenía tiempo de aburrirse, siempre le ocurrían cosas. Como Vd. ha dicho antes, Salander es un personaje muy bueno para cualquier escritor, es ella el verdadero pilar que sustenta la serie Millennium? Para algunos, entre los que me incluyo, el personaje de Salander es muy importante y, cuando leía el libro, yo estaba muy ávida por conocer qué iba a ocurrir con ella. De hecho, a veces pasaba rápidamente las páginas donde Lisbeth no aparecía para volver a encontrármela. Pero también hay mucha gente a la que le gusta la enorme capacidad de Stieg Larsson para contar lo que sucedía en la sociedad sueca y se focalizaba más en todo esto. En consecuencia, resulta difícil saber con exactitud qué es lo que más le aporta a la serie, pero desde luego ella es un personaje en el que me apoyo mucho a la hora de escribir.

En algún sitio ha comentado que Mikael Blomkvist no le gustaba demasiado y que, incluso, le habían entrado ganas de «matarlo». En ‘Los colmillos del lince’ nos enteramos de que Mikael padece cáncer de próstata, ¿significa eso que lo va «jubilar», que lo va a eliminar? [Risas] En ocasiones y en broma, puedo decir que varias veces he tenido ganas de matarlo, porque me parece muy aburrido como personaje. Ha envejecido y está viendo los resultados de lo que ha hecho a lo largo de su vida. Él se ha dedicado a trabajar y ha descuidado otros aspectos de la existencia, como que tiene una hija, que no es muy importante para él. Mikael ha destrozado las relaciones que tenía con otras personas y ahora, superada la sesentena, se encuentra solo, y padece cáncer de próstata, una enfermedad bastante común en hombres de esa edad. Por lo tanto, sólo estoy describiendo a un ser humano con esas características. Quizá detrás de todo eso se oculte la intención de castrarlo, a través de ese cáncer, para que su personaje adquiera un poco más de profundidad.
Ha incorporado a Millennium un nuevo personaje: Svala, lectora de James Joyce, activista ecológica y sobrina de Lisbeth Salander. ¿Cómo es Svala en breves rasgos? El origen de Svala radica en que no quería limitarme a Blomqvist y Salander todo el tiempo. Tenía ganas de introducir mis propios personajes para que les acompañasen. Svala tiene trece o catorce años, una edad interesante porque aún es niña, pero, al mismo tiempo, también es mujer. Por otro lado, me ha servido para que Salander desarrolle nuevos sentimientos y emociones maternales hacia ella, algo a lo que en principio se mostraba reacia.
¿Dónde está Karin Smirnoff en esta novela? [Risas] Bueno, estoy un poco en todas partes y en ninguna, incluso en personajes como el limpiador o los malos, en Svala, en Salander y Mikael… Los conozco bien a todos y, de alguna forma, me puedo sentir identificada con todos ellos.
Hace 20 años, Stieg Larsson pronosticó el advenimiento de la extrema derecha en Suecia. Él lo anunció, se vio venir, pero no se puso remedio a esta situación. ¿Qué ha fallado a la hora de evitar su irrupción en el panorama político actual? Creo que lo que ha sucedido es que la extrema derecha ha variado su forma de entrar en política. Antes era gente un poco loca, que se afeitaba la cabeza, vestida con chupas de cuero y botas negras, a la que nadie tomaba en serio. Pero hace unos quince años optaron por cambiar su forma de actuar. Crearon un partido, sustituyeron sus calvas y las chaquetas de cuero por corbatas y trajes y decidieron convertirse en políticos. Y se dedican a abordar los problemas de la gente común, del hombre de la calle. Los políticos convencionales no pueden competir con ese discurso, porque quieren hablar de temas importantes como la educación o la sanidad, mientras que los políticos de la extrema derecha no entran a ese discurso y hablan de cosas más profanas, como el precio de la gasolina, que afecta a todo el mundo. En consecuencia, han sido muy hábiles y han conseguido cambiar los planteamientos del debate público. Pero, detrás de ese debate, sigue estando el discurso de la extrema derecha que significa expulsar a los emigrantes y promover una Suecia blanca y supremacista.
Suecia es un país donde la naturaleza influye en el modo de vivir. ‘Los colmillos del lince’ aborda el problema del medio ambiente y los negocios económicos, que se esconden detrás de él. Visto desde aquí, a orillas del Mediterráneo, Suecia se nos antoja como un país muy preocupado por la preservación del medio ambiente, pero ¿realmente eso es así? Sí, es verdad. Es así. Escribo sobre el Norte de Suecia porque vivo allí. Es un territorio muy extenso, que tiene una tradición de gente de fuera que acude a la región para buscar oro y dedicarse a la minería. Siempre están presentes grandes proyectos industriales, que ahora se presentan con la etiqueta de que son verdes, como por ejemplo enormes plantas de producción de baterías para coches eléctricos. Sin embargo, si se examina de cerca esos proyectos, resulta que no son tan verdes como nos los pintan, ni tan beneficiosos, porque tienen efectos nocivos sobre el agua, los ríos, los bosques… Además, consumen mucho territorio y afectan a la población local, por ejemplo, a los samis, que se dedican a la cría del reno. No digo que todos sean malos, pero detrás de todo se esconde eso que en inglés llaman greenwashing. Le colocan la etiqueta de verde, pero en realidad, no lo es. Y al final lo que manda es el dinero, la avaricia. En el caso de los sami existe una ley que los protege, pero, cuando hay dinero por medio, los proyectos se saltan la legalidad.
La última por hoy. Su novela, además de entretener, también pretende denunciar la situación actual del medio ambiente, la ultraderecha, el racismo, el tráfico de mujeres. ¿‘Los colmillos del lince’ es una novela reivindicativa? Digamos que esos problemas medioambientales y políticos son el trasfondo del libro, pero en verdad la historia trata sobre la gente, sus relaciones, por qué hacen lo que hacen. Sólo escribo lo que está pasando en la realidad sueca actual, igual que sucede también en otras partes del mundo.
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