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Vivimos en una sociedad enferma, donde en lugar de aislar a los maltratadores, estamos obligando a las víctimas a hacerse a un lado

Víctimas y agresores

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Leo en estos días en la prensa que en varios colegios de la Comunidad de Madrid los padres han cambiado a sus hijos de centro para así poder alejarlos el próximo curso de aquellos que los acosan cada día y les hacen la vida imposible.

Entiendo perfectamente a esos padres, yo haría exactamente lo mismo si estuviese en su caso. Cuando alguien a quien quieres es lastimado, lo primero que haces (si puedes) es alejarlo de aquel o aquello que le hace daño.

Pero no entiendo a los poderes públicos.

Vivimos en una sociedad enferma, donde en lugar de aislar a los abusones y a los acosadores estamos obligando a las víctimas a hacerse a un lado haciéndoles llevar una doble carga, la del daño que le han infligido sus verdugos y la del aislamiento social culpable por haber sido heridos.

Cuando una mujer es maltratada la sacamos del hogar en el que vive con el maltratador en lugar de sacarlo a él e impedirle volver.

Cuando un niño sufre acoso escolar la única posibilidad que tienen los padres de proteger a su hijo es la de cambiarle de colegio cuando debería ser el acosador el que fuese trasladado a otra parte con la preceptiva supervisión de su conducta.

Cuando un okupa se mete en un piso de un pobre ciudadano que estaba de vacaciones, es el dueño del piso el que tiene que buscar, y pagar, otro sitio donde vivir en lugar de ser el okupa el que salga el mismo día de la vivienda con las esposas bien puestas camino del calabozo.

Los poderes públicos son cómplices de una sociedad cada vez más insensible donde subliminalmente estamos haciendo cargar a las víctimas con la culpa de los conflictos en los que se ven envueltos en lugar de hacer recaer esa carga sobre los maltratadores de forma pública junto con una recriminación y rechazo colectivo.

Tenemos que hacer un cambio y tenemos que hacerlo ya. Las víctimas no deben sentirse obligadas a escapar de los que le hacen daño. Tenemos suficientes mecanismos como para aislar a sus agresores, sólo tiene que existir la voluntad de ponerlos en marcha.

De nada sirve llenarnos la boca solidarizándonos con las víctimas, lo que tenemos que hacer es protegerles.

Una sociedad sólo puede ser fuerte cuando realmente protege y cuida a los débiles.

Víctimas y agresores

Vivimos en una sociedad enferma, donde en lugar de aislar a los maltratadores, estamos obligando a las víctimas a hacerse a un lado
Iria Bouzas Álvarez
martes, 2 de agosto de 2016, 09:49 h (CET)
Leo en estos días en la prensa que en varios colegios de la Comunidad de Madrid los padres han cambiado a sus hijos de centro para así poder alejarlos el próximo curso de aquellos que los acosan cada día y les hacen la vida imposible.

Entiendo perfectamente a esos padres, yo haría exactamente lo mismo si estuviese en su caso. Cuando alguien a quien quieres es lastimado, lo primero que haces (si puedes) es alejarlo de aquel o aquello que le hace daño.

Pero no entiendo a los poderes públicos.

Vivimos en una sociedad enferma, donde en lugar de aislar a los abusones y a los acosadores estamos obligando a las víctimas a hacerse a un lado haciéndoles llevar una doble carga, la del daño que le han infligido sus verdugos y la del aislamiento social culpable por haber sido heridos.

Cuando una mujer es maltratada la sacamos del hogar en el que vive con el maltratador en lugar de sacarlo a él e impedirle volver.

Cuando un niño sufre acoso escolar la única posibilidad que tienen los padres de proteger a su hijo es la de cambiarle de colegio cuando debería ser el acosador el que fuese trasladado a otra parte con la preceptiva supervisión de su conducta.

Cuando un okupa se mete en un piso de un pobre ciudadano que estaba de vacaciones, es el dueño del piso el que tiene que buscar, y pagar, otro sitio donde vivir en lugar de ser el okupa el que salga el mismo día de la vivienda con las esposas bien puestas camino del calabozo.

Los poderes públicos son cómplices de una sociedad cada vez más insensible donde subliminalmente estamos haciendo cargar a las víctimas con la culpa de los conflictos en los que se ven envueltos en lugar de hacer recaer esa carga sobre los maltratadores de forma pública junto con una recriminación y rechazo colectivo.

Tenemos que hacer un cambio y tenemos que hacerlo ya. Las víctimas no deben sentirse obligadas a escapar de los que le hacen daño. Tenemos suficientes mecanismos como para aislar a sus agresores, sólo tiene que existir la voluntad de ponerlos en marcha.

De nada sirve llenarnos la boca solidarizándonos con las víctimas, lo que tenemos que hacer es protegerles.

Una sociedad sólo puede ser fuerte cuando realmente protege y cuida a los débiles.

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