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El Reino de Marruecos no puede equipararse a una entelequia reducida a simple aparato de propaganda para recaudar ayuda internacional

Mohamed VI logra apoyo para volver a Unión Africana

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Escuchando los reclamos de la mayoría de los estados africanos, el Reino de Marruecos ha decidido volver a la Unión Africana, que abandonó de motu propio en 1984, por discrepancias relacionadas con el problema del Sahara.

Mohamed VI recordó que su Reino logró desarrollar un modelo único, auténtico y de cooperación a través de fuerte presencia de operadores marroquíes en el sector de la banca, seguros y transporte aéreo, entre otro rubros, además de haber hecho importantes inversiones en África Occidental.

Paralelamente, Marruecos acordó con la ONU el regreso de unos 25 miembros del personal de la MINURSO, que anteriormente era de 73. Esta misión que todas las partes han calificado de inoperante, no pudo extender sus prerrogativas por lo que es poco probable que se obtengan mayores resultados.

El 26 del presente mes, se volverá a tratar la continuidad de esta misión en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Mohamed VI ha manifestado con claridad que Marruecos no puede compararse con la RASD, dado que es una nación perenne y ancestral, en tanto su contraparte no dispone de ningún atributo que pueda dotarle de soberanía.

En efecto quienes reivindican la supuesta existencia de una “república saharaui” en realidad constituyen, hoy un extravagante grupo dedicado a la propaganda política marginal para recaudar financiación y ayuda humanitaria internacional. Su imaginaria “república” no tiene territorio, dado que fue creada y sigue existiendo en las inmediaciones de Tinduf, en territorio argelino.

También carece de pueblo, dado que los ochenta mil saharauis que viven en esos campamentos no gozan de libertad de circulación, y son mantenidos en carácter de secuestrados en territorio argelino.

Finalmente, no tiene poder ejecutivo alguno, dado que se encuentran bajo control del gobierno de Argelia, que los ha utilizado y utiliza para intentar dañar a Marruecos en una disputa que como dijera el asesinado presidente argelino Boudiaf, no tiene donde aterrizar.

Al haber sufrido una triple colonización que involucró a los franceses en su centro, a España en el norte y sur y a una administración internacional de la ciudad de Tánger, Marruecos debió reconstruir su estado fragmentado por el colonialismo. Curiosamente, quienes en esta disputa dicen luchar contra el colonialismo y reclaman la “descolonización” del Sahara, en realidad defienden la intangibilidad de las fronteras trazadas por el colonialismo. El Premio Cervantes de literatura Juan Goytisolo realizó, hace ya varias décadas, una insuperable explicación del dilema en su libro “El Problema del Sahara”.

Los fundamentos de Marruecos para reivindicar el Sahara, al igual que su Plan de Autonomía para resolver esta anacrónica disputa, son mucho más sensatas. Nada más y nada menos que cinco dinastías reales marroquíes emergieron de lo que hoy se llama Sáhara Occidental, el gran sur saharaui. La primera de estas dinastías, por citar una, era la almorávide, que se extendía desde el valle del Senegal hasta el centro de España construyendo el imperio de las dos riberas, que era un imperio marroquí. También existían realidades políticas y económicas. Todo el valle del río Senegal y el valle del río Níger estaban orientados y pendientes de Marruecos. En el siglo XVI, incluso Tombuctú era una ciudad marroquí, y el rezo en esa ciudad se proclamaba en nombre del sultán de Marruecos. El mismo Pasha con jurisdicción sobre Tombuctú era marroquí, y Mauritania misma era una dependencia de Marruecos, que investía sus emires.

Todas las rutas que atravesaban el Sáhara y comunicaban el oeste africano con el Mediterráneo estaban bajo control marroquí. Fue con estas realidades en la mano que Hassan II declaró que recuperando el Sáhara Occidental restablecía las raíces de un árbol cuyas ramas ascendían al Mediterráneo.

Es de suponer que la lógica guíe a las hermanas naciones del Africa hacia una solución de esta disputa artificial y absurda, y que la sabiduría del monarca de Marruecos contribuya a ese corolario definitivo que la comunidad internacional anhela.

Mohamed VI logra apoyo para volver a Unión Africana

El Reino de Marruecos no puede equipararse a una entelequia reducida a simple aparato de propaganda para recaudar ayuda internacional
Luis Agüero Wagner
miércoles, 20 de julio de 2016, 07:46 h (CET)
Escuchando los reclamos de la mayoría de los estados africanos, el Reino de Marruecos ha decidido volver a la Unión Africana, que abandonó de motu propio en 1984, por discrepancias relacionadas con el problema del Sahara.

Mohamed VI recordó que su Reino logró desarrollar un modelo único, auténtico y de cooperación a través de fuerte presencia de operadores marroquíes en el sector de la banca, seguros y transporte aéreo, entre otro rubros, además de haber hecho importantes inversiones en África Occidental.

Paralelamente, Marruecos acordó con la ONU el regreso de unos 25 miembros del personal de la MINURSO, que anteriormente era de 73. Esta misión que todas las partes han calificado de inoperante, no pudo extender sus prerrogativas por lo que es poco probable que se obtengan mayores resultados.

El 26 del presente mes, se volverá a tratar la continuidad de esta misión en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Mohamed VI ha manifestado con claridad que Marruecos no puede compararse con la RASD, dado que es una nación perenne y ancestral, en tanto su contraparte no dispone de ningún atributo que pueda dotarle de soberanía.

En efecto quienes reivindican la supuesta existencia de una “república saharaui” en realidad constituyen, hoy un extravagante grupo dedicado a la propaganda política marginal para recaudar financiación y ayuda humanitaria internacional. Su imaginaria “república” no tiene territorio, dado que fue creada y sigue existiendo en las inmediaciones de Tinduf, en territorio argelino.

También carece de pueblo, dado que los ochenta mil saharauis que viven en esos campamentos no gozan de libertad de circulación, y son mantenidos en carácter de secuestrados en territorio argelino.

Finalmente, no tiene poder ejecutivo alguno, dado que se encuentran bajo control del gobierno de Argelia, que los ha utilizado y utiliza para intentar dañar a Marruecos en una disputa que como dijera el asesinado presidente argelino Boudiaf, no tiene donde aterrizar.

Al haber sufrido una triple colonización que involucró a los franceses en su centro, a España en el norte y sur y a una administración internacional de la ciudad de Tánger, Marruecos debió reconstruir su estado fragmentado por el colonialismo. Curiosamente, quienes en esta disputa dicen luchar contra el colonialismo y reclaman la “descolonización” del Sahara, en realidad defienden la intangibilidad de las fronteras trazadas por el colonialismo. El Premio Cervantes de literatura Juan Goytisolo realizó, hace ya varias décadas, una insuperable explicación del dilema en su libro “El Problema del Sahara”.

Los fundamentos de Marruecos para reivindicar el Sahara, al igual que su Plan de Autonomía para resolver esta anacrónica disputa, son mucho más sensatas. Nada más y nada menos que cinco dinastías reales marroquíes emergieron de lo que hoy se llama Sáhara Occidental, el gran sur saharaui. La primera de estas dinastías, por citar una, era la almorávide, que se extendía desde el valle del Senegal hasta el centro de España construyendo el imperio de las dos riberas, que era un imperio marroquí. También existían realidades políticas y económicas. Todo el valle del río Senegal y el valle del río Níger estaban orientados y pendientes de Marruecos. En el siglo XVI, incluso Tombuctú era una ciudad marroquí, y el rezo en esa ciudad se proclamaba en nombre del sultán de Marruecos. El mismo Pasha con jurisdicción sobre Tombuctú era marroquí, y Mauritania misma era una dependencia de Marruecos, que investía sus emires.

Todas las rutas que atravesaban el Sáhara y comunicaban el oeste africano con el Mediterráneo estaban bajo control marroquí. Fue con estas realidades en la mano que Hassan II declaró que recuperando el Sáhara Occidental restablecía las raíces de un árbol cuyas ramas ascendían al Mediterráneo.

Es de suponer que la lógica guíe a las hermanas naciones del Africa hacia una solución de esta disputa artificial y absurda, y que la sabiduría del monarca de Marruecos contribuya a ese corolario definitivo que la comunidad internacional anhela.

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