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Opinión
Etiquetas | Dia de Reyes | Epifanía | Jesús | Inocentes | Reflexión
El día de los Reyes celebramos la luz que brilla para todos, las tinieblas que cubren la tierra dejan paso a una aurora

Epifanía es la fiesta de Jesús como luz del mundo, que también da sentido al sufrimiento de los inocentes

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El día de los Reyes celebramos la luz que brilla para todos, las tinieblas que cubren la tierra dejan paso a una aurora. Se habla en la Epifanía o fiesta de los Reyes que desde Tarsis (Tartessos, Andalucía) vendrán a esa Luz del mundo ofreciendo oro y otros dones. Esos magos que siguen la estrella pierden la luz en algún momento, pues hay crisis en todo camino, pero luego se alegran cuando reaparece con su fulgor. La figura de los magos seguirá con el paso de los siglos, nada podrá borrarla, con la magia de los niños que esperan los regalos, y del niño que todos llevamos dentro.

   

En estas noches mágicas de Navidad todo se para ante mí. Son momentos de meditación, silencio, acoger esa luz al comienzo del nuevo año.

   

Mahatma Gandhi decía: «Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo». Quizá el mal de hoy es el individualismo, y lo podemos superar si procuramos dejar un rastro de bien alrededor nuestro, trabajando en nuestro interior el lenguaje del amor, la paciencia… La vida es bella pero no sencilla, porque surgirán dificultades, “cuando llegue el huracán, que seguro ha de llegar”... nos conviene trabajar el control emotivo, y así podremos afrontar esas dificultades con fortaleza, y transformarlas en oportunidades de crecimiento.

   

Son momentos de hacer propósitos de llevar esta luz como nos recuerda este tiempo de Navidad.

La historicidad de la infancia de Jesús es un tema que ha sido objeto de debate y reflexión entre historiadores, académicos y teólogos. La información histórica sobre la vida temprana de Jesús proviene principalmente de los Evangelios de Mateo y Lucas, que relatan el nacimiento y la infancia de Jesús. Algunos académicos sostienen que la información sobre la infancia de Jesús, como la estrella de Belén y la visita de los magos, puede tener elementos simbólicos o teológicos más que una precisión histórica, pienso que hay elementos históricos en estas narrativas, un camino intermedio entre los que consideran que estos eventos son históricos y literales, y los que ven en ellos solamente simbolismo o alegoría.

   

Parto de la certeza de que Jesús de Nazaret es quien mejor nos ha hablado de Dios y de nosotros mismos, la sublimidad de su doctrina sobre el amor y el perdón la podemos experimentar como cierta, pues si la vivimos nos da paz y felicidad; podemos decir de modo experimental aquello que le responde Pedro ante la pregunta de Jesús de si quieren irse ellos también, ante la desbandada del anuncio de la eucaristía, de comer su cuerpo: “¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Fueron palabras de Jesús de una claridad meridiana: “quien come mi carne y bebe mi sangre tiene ya la vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”. Como bien dice Romano Guardini, en "Jesús, el Señor", Jesús no puede ser simplemente un líder religioso sabio o un buen maestro moral; debe ser Dios mismo; si no lo fuera, sería loco o malo (mentiroso), pero todo lo que hizo es coherente con su divinidad y con la misión de traer la salvación a la humanidad: un análisis de su psicología dejan fuera de lugar que pueda ser loco o mentiroso, refuerza la fe de que es verdad todo lo que dijo.

   

Además, no sólo Jesús murió por defender la verdad que nos trajo, sino que sus discípulos también, hasta hoy han muerto por defenderla. Los evangelios nos hablan de la luz del amor divino, y la filiación divina, de que lo vieron resucitar (“más de 500 de ellos aún están vivos”, decían al predicar la buena nueva), de los milagros… todo ello resumido en estas palabras de san Juan: «En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios... Y la palabra se hizo carne y acampó entre nosotros» (Jn 1,1-14).

   

La crítica literaria se plantea la historicidad de los evangelios de la infancia de Jesús (relatos de Lucas y Mateo al comienzo de sus evangelios), como decía Ratzinger: “En Lucas parece haber un texto hebreo subyacente. En cualquier caso, toda la descripción está caracterizada por semitismos que, por lo general, no son típicos en él (…) se habla de un «midrash haggádico», es decir, una interpretación de la Escritura mediante narraciones. La semejanza literaria es innegable (…) en él se describe una historia que explica la Escritura y, viceversa, aquello que la Escritura ha querido decir en muchos lugares, sólo se hace visible ahora, por medio de esta nueva historia.

   

Es una narración que nace en su totalidad de la Palabra, pero que da precisamente a la Palabra ese pleno significado suyo que antes no era aún reconocible. La historia que se narra aquí no es simplemente una ilustración de las palabras antiguas, sino la realidad que aquellas palabras estaban esperando. Ésta no era reconocible en las palabras por sí solas, pero las palabras alcanzan su pleno significado a través del evento en el que ellas se hacen realidad”. En pocas palabras: según se estilaba entonces, no importa tanto lo que ahora llamaríamos historicidad de esos hechos, sino que expresan una verdad religiosa (como muchos textos bíblicos, sea el libro de Jonás, Ester, Job y tantos otros), nos muestran la verdad de que en Jesús se han realizado las Escrituras.

   

Y sigue Ratzinger: “Si esto es así, cabe preguntarse: ¿De dónde sacan Mateo y Lucas la historia que relatan? ¿Cuáles son sus fuentes? A este respecto, Joachim Gnilka dice con razón que se trata claramente de tradiciones de familia. Lucas alude a veces a que María misma, la madre de Jesús, fue una de sus fuentes, y lo hace de una manera particular cuando, en 2,51, dice que «su madre conservaba todo esto en su corazón» (cf. también 2,19). Sólo ella podía informar del acontecimiento de la anunciación, que no había tenido ningún testigo humano”. Si bien ese episodio de María parece recoger su testimonio, quizá otros no son así, y sigue Benedicto XVI: “lo que Mateo y Lucas pretendían —cada uno a su propia manera— no era tanto contar «historias» como escribir historia, historia real, acontecida, historia ciertamente interpretada y comprendida sobre la base de la Palabra de Dios. Esto quiere decir también que su intención no era narrar todo por completo, sino tomar nota de aquello que parecía importante a la luz de la Palabra y para la naciente comunidad de fe. Los relatos de la infancia son historia interpretada y, a partir de la interpretación, escrita y concentrada”. No se trata tanto de ver si ocurrió como se narra el episodio de los reyes magos, o la huida a Egipto, o cualquier otro, sino que “hay una relación recíproca entre la palabra interpretativa de Dios y la historia interpretativa: la Palabra de Dios enseña que los acontecimientos contienen la «historia de la salvación», que afecta a todos. Los acontecimientos mismos, sin embargo, abren por su parte la palabra de Dios y permiten reconocer ahora la realidad concreta escondida en cada uno de los textos”.

   

Personalmente, desde pequeño me sorprendió el relato de la muerte de los inocentes, que en cierta manera era por el nacimiento de Jesús, y me preguntaba por qué no se había evitado, pues parece enturbiar el mensaje de navidad. Podemos entender que la personalidad de Herodes era exactamente esta, pues en esos mismos años mandó matar a diversos inocentes: el año 7 a. C., Herodes había hecho ajusticiar a sus hijos Alejandro y Aristóbulo porque presentía que eran una amenaza para su poder. En el año 4 a. C. había eliminado por lo mismo a otro hijo, Antípater. Y veía enemigos por todos lados… Me consuela ahora pensar que refleja esa narración el anuncio de la cruz, sin entrar en que el relato responda a un episodio histórico (no hay registros históricos que corroboren ese evento); este y otro, son relatos que pueden contener elementos teológicos y simbólicos que van más allá de un relato puramente histórico. El relato podría representar también, simbólicamente, la lucha entre el bien y el mal, el poder opresivo frente a la inocencia indefensa, o la resistencia a las fuerzas hostiles contra las enseñanzas espirituales. Por supuesto, las interpretaciones simbólicas no excluyen la posibilidad de que haya elementos históricos en la narración.

   

-“El ángel dijo a José: "Levántate, huye a Egipto... José se levantó de noche y partió”: queda ante nosotros como un enigma, donde podemos ver la confirmación bíblica del nacimiento de Jesús, donde se mezclan esos elementos históricos y otros alegóricos (según el género literario de la época) que nosotros celebramos, pues ¡sí, hay una majestad extraordinaria que emana de los relatos de esta infancia! Y esa matanza profetizada sigue viva en Gaza, donde “Raquel que llora a sus hijos, sin querer consolarse porque ya no existen" es un clamor por todas las madres que lloran y sufren, símbolo de tantas personas injustamente maltratadas, los que han sufrido a lo largo de la historia y hasta hoy, pues desde la pascua del nacimiento de Jesús a la Pascua de su resurrección, todo dolor es participación en el suyo, y también en su salvación, todo ello anticipado en la gran verdad de la muerte de los inocentes, expresión de la muerte del Inocente. Si el mal existe, y el desamor de los hombres ocasiona a lo largo de la historia escenas como ésta y peores, ese nudo está disuelto en la Navidad que se vincula con la Pascua, en el Nacimiento que incluye así la entrega de la Cruz.

   

Hoy, en tantos sitios hay niños abandonados, inocentes abandonados por sus madres a las horas de nacer porque ellas no pueden hacerse cargo de sus vidas, mueren en las favelas, en las villas, en los campos, en los cordones industriales, en las ciudades. Muchos gobiernos no atienden a las regiones más alejadas de sus capitales porque no son significativas para sus votos, y así desamparan a miles de familias que quedan a merced de enfermedades, de epidemias y de la incomunicación hacia cualquier puesto sanitario. Mueren miles de niños víctimas de la violencia familiar, de la prostitución infantil y de la delincuencia juvenil. Los escuadrones de la muerte los matan en las calles para que no crezcan y no molesten a la "gente buena, de buen nivel". Mueren en las calles, su único hogar, llenos de drogas caseras y con esperanza de haber sido amados por alguien. Mueren en las cárceles y hogares de reformatorios. Mueren con hambre, frío, desnudos, sucios, y analfabetos.

   

Si nos repugna y nos escandaliza la actitud de Herodes, ¿qué pensar de nuestro tiempo, de los actuales "reyes", que aniquilan a nuestros niños, los inocentes de nuestros Pueblos? El aventurero Santiago Sánchez, después de estar 15 meses en una prisión iraní injustamente, ha dicho al salir: «No sabemos lo afortunados que somos por haber nacido en nuestro país». Hay mucha gente que sufre, en las guerras de Ucrania-Rusia y Gaza-Israel, y tantos otros como cristianos armenios de Azerbaiyán, que padecen un segundo genocidio después del de 1915, y sufren los niños maltratados, y los inocentes en los abortos provocados (Teresa de Calcuta bien decía: «Mientras haya abortos nunca habrá paz en el mundo»).

   

No hay explicación fácil para el sufrimiento, y mucho menos para el de los inocentes. El sufrimiento escandaliza con frecuencia y se levanta ante muchos como un inmenso muro que les impide ver a Dios y su amor infinito por los hombres. ¿Porqué no evita Dios todopoderoso tanto dolor aparentemente inútil? El dolor es un misterio y en la oscuridad del sufrimiento propio o ajeno, intuimos la mano amorosa y providente de su Padre Dios que sabe más y ve más lejos, y entiende de alguna manera que “para los que aman a Dios, todas las cosas son para bien” (Rom 8,28), también aquellas que nos resultan dolorosamente inexplicables o incomprensibles, misterio que sigue abierto, que no entiendo con la cabeza, pero el corazón me lleva a confiar que aquello sirve para un fin, que luego se arreglará, pero que ya aquí hemos de procurar “pasar haciendo el bien” como hiciera Jesús.

Epifanía es la fiesta de Jesús como luz del mundo, que también da sentido al sufrimiento de los inocentes

El día de los Reyes celebramos la luz que brilla para todos, las tinieblas que cubren la tierra dejan paso a una aurora
Llucià Pou Sabaté
sábado, 6 de enero de 2024, 19:03 h (CET)

El día de los Reyes celebramos la luz que brilla para todos, las tinieblas que cubren la tierra dejan paso a una aurora. Se habla en la Epifanía o fiesta de los Reyes que desde Tarsis (Tartessos, Andalucía) vendrán a esa Luz del mundo ofreciendo oro y otros dones. Esos magos que siguen la estrella pierden la luz en algún momento, pues hay crisis en todo camino, pero luego se alegran cuando reaparece con su fulgor. La figura de los magos seguirá con el paso de los siglos, nada podrá borrarla, con la magia de los niños que esperan los regalos, y del niño que todos llevamos dentro.

   

En estas noches mágicas de Navidad todo se para ante mí. Son momentos de meditación, silencio, acoger esa luz al comienzo del nuevo año.

   

Mahatma Gandhi decía: «Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo». Quizá el mal de hoy es el individualismo, y lo podemos superar si procuramos dejar un rastro de bien alrededor nuestro, trabajando en nuestro interior el lenguaje del amor, la paciencia… La vida es bella pero no sencilla, porque surgirán dificultades, “cuando llegue el huracán, que seguro ha de llegar”... nos conviene trabajar el control emotivo, y así podremos afrontar esas dificultades con fortaleza, y transformarlas en oportunidades de crecimiento.

   

Son momentos de hacer propósitos de llevar esta luz como nos recuerda este tiempo de Navidad.

La historicidad de la infancia de Jesús es un tema que ha sido objeto de debate y reflexión entre historiadores, académicos y teólogos. La información histórica sobre la vida temprana de Jesús proviene principalmente de los Evangelios de Mateo y Lucas, que relatan el nacimiento y la infancia de Jesús. Algunos académicos sostienen que la información sobre la infancia de Jesús, como la estrella de Belén y la visita de los magos, puede tener elementos simbólicos o teológicos más que una precisión histórica, pienso que hay elementos históricos en estas narrativas, un camino intermedio entre los que consideran que estos eventos son históricos y literales, y los que ven en ellos solamente simbolismo o alegoría.

   

Parto de la certeza de que Jesús de Nazaret es quien mejor nos ha hablado de Dios y de nosotros mismos, la sublimidad de su doctrina sobre el amor y el perdón la podemos experimentar como cierta, pues si la vivimos nos da paz y felicidad; podemos decir de modo experimental aquello que le responde Pedro ante la pregunta de Jesús de si quieren irse ellos también, ante la desbandada del anuncio de la eucaristía, de comer su cuerpo: “¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Fueron palabras de Jesús de una claridad meridiana: “quien come mi carne y bebe mi sangre tiene ya la vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”. Como bien dice Romano Guardini, en "Jesús, el Señor", Jesús no puede ser simplemente un líder religioso sabio o un buen maestro moral; debe ser Dios mismo; si no lo fuera, sería loco o malo (mentiroso), pero todo lo que hizo es coherente con su divinidad y con la misión de traer la salvación a la humanidad: un análisis de su psicología dejan fuera de lugar que pueda ser loco o mentiroso, refuerza la fe de que es verdad todo lo que dijo.

   

Además, no sólo Jesús murió por defender la verdad que nos trajo, sino que sus discípulos también, hasta hoy han muerto por defenderla. Los evangelios nos hablan de la luz del amor divino, y la filiación divina, de que lo vieron resucitar (“más de 500 de ellos aún están vivos”, decían al predicar la buena nueva), de los milagros… todo ello resumido en estas palabras de san Juan: «En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios... Y la palabra se hizo carne y acampó entre nosotros» (Jn 1,1-14).

   

La crítica literaria se plantea la historicidad de los evangelios de la infancia de Jesús (relatos de Lucas y Mateo al comienzo de sus evangelios), como decía Ratzinger: “En Lucas parece haber un texto hebreo subyacente. En cualquier caso, toda la descripción está caracterizada por semitismos que, por lo general, no son típicos en él (…) se habla de un «midrash haggádico», es decir, una interpretación de la Escritura mediante narraciones. La semejanza literaria es innegable (…) en él se describe una historia que explica la Escritura y, viceversa, aquello que la Escritura ha querido decir en muchos lugares, sólo se hace visible ahora, por medio de esta nueva historia.

   

Es una narración que nace en su totalidad de la Palabra, pero que da precisamente a la Palabra ese pleno significado suyo que antes no era aún reconocible. La historia que se narra aquí no es simplemente una ilustración de las palabras antiguas, sino la realidad que aquellas palabras estaban esperando. Ésta no era reconocible en las palabras por sí solas, pero las palabras alcanzan su pleno significado a través del evento en el que ellas se hacen realidad”. En pocas palabras: según se estilaba entonces, no importa tanto lo que ahora llamaríamos historicidad de esos hechos, sino que expresan una verdad religiosa (como muchos textos bíblicos, sea el libro de Jonás, Ester, Job y tantos otros), nos muestran la verdad de que en Jesús se han realizado las Escrituras.

   

Y sigue Ratzinger: “Si esto es así, cabe preguntarse: ¿De dónde sacan Mateo y Lucas la historia que relatan? ¿Cuáles son sus fuentes? A este respecto, Joachim Gnilka dice con razón que se trata claramente de tradiciones de familia. Lucas alude a veces a que María misma, la madre de Jesús, fue una de sus fuentes, y lo hace de una manera particular cuando, en 2,51, dice que «su madre conservaba todo esto en su corazón» (cf. también 2,19). Sólo ella podía informar del acontecimiento de la anunciación, que no había tenido ningún testigo humano”. Si bien ese episodio de María parece recoger su testimonio, quizá otros no son así, y sigue Benedicto XVI: “lo que Mateo y Lucas pretendían —cada uno a su propia manera— no era tanto contar «historias» como escribir historia, historia real, acontecida, historia ciertamente interpretada y comprendida sobre la base de la Palabra de Dios. Esto quiere decir también que su intención no era narrar todo por completo, sino tomar nota de aquello que parecía importante a la luz de la Palabra y para la naciente comunidad de fe. Los relatos de la infancia son historia interpretada y, a partir de la interpretación, escrita y concentrada”. No se trata tanto de ver si ocurrió como se narra el episodio de los reyes magos, o la huida a Egipto, o cualquier otro, sino que “hay una relación recíproca entre la palabra interpretativa de Dios y la historia interpretativa: la Palabra de Dios enseña que los acontecimientos contienen la «historia de la salvación», que afecta a todos. Los acontecimientos mismos, sin embargo, abren por su parte la palabra de Dios y permiten reconocer ahora la realidad concreta escondida en cada uno de los textos”.

   

Personalmente, desde pequeño me sorprendió el relato de la muerte de los inocentes, que en cierta manera era por el nacimiento de Jesús, y me preguntaba por qué no se había evitado, pues parece enturbiar el mensaje de navidad. Podemos entender que la personalidad de Herodes era exactamente esta, pues en esos mismos años mandó matar a diversos inocentes: el año 7 a. C., Herodes había hecho ajusticiar a sus hijos Alejandro y Aristóbulo porque presentía que eran una amenaza para su poder. En el año 4 a. C. había eliminado por lo mismo a otro hijo, Antípater. Y veía enemigos por todos lados… Me consuela ahora pensar que refleja esa narración el anuncio de la cruz, sin entrar en que el relato responda a un episodio histórico (no hay registros históricos que corroboren ese evento); este y otro, son relatos que pueden contener elementos teológicos y simbólicos que van más allá de un relato puramente histórico. El relato podría representar también, simbólicamente, la lucha entre el bien y el mal, el poder opresivo frente a la inocencia indefensa, o la resistencia a las fuerzas hostiles contra las enseñanzas espirituales. Por supuesto, las interpretaciones simbólicas no excluyen la posibilidad de que haya elementos históricos en la narración.

   

-“El ángel dijo a José: "Levántate, huye a Egipto... José se levantó de noche y partió”: queda ante nosotros como un enigma, donde podemos ver la confirmación bíblica del nacimiento de Jesús, donde se mezclan esos elementos históricos y otros alegóricos (según el género literario de la época) que nosotros celebramos, pues ¡sí, hay una majestad extraordinaria que emana de los relatos de esta infancia! Y esa matanza profetizada sigue viva en Gaza, donde “Raquel que llora a sus hijos, sin querer consolarse porque ya no existen" es un clamor por todas las madres que lloran y sufren, símbolo de tantas personas injustamente maltratadas, los que han sufrido a lo largo de la historia y hasta hoy, pues desde la pascua del nacimiento de Jesús a la Pascua de su resurrección, todo dolor es participación en el suyo, y también en su salvación, todo ello anticipado en la gran verdad de la muerte de los inocentes, expresión de la muerte del Inocente. Si el mal existe, y el desamor de los hombres ocasiona a lo largo de la historia escenas como ésta y peores, ese nudo está disuelto en la Navidad que se vincula con la Pascua, en el Nacimiento que incluye así la entrega de la Cruz.

   

Hoy, en tantos sitios hay niños abandonados, inocentes abandonados por sus madres a las horas de nacer porque ellas no pueden hacerse cargo de sus vidas, mueren en las favelas, en las villas, en los campos, en los cordones industriales, en las ciudades. Muchos gobiernos no atienden a las regiones más alejadas de sus capitales porque no son significativas para sus votos, y así desamparan a miles de familias que quedan a merced de enfermedades, de epidemias y de la incomunicación hacia cualquier puesto sanitario. Mueren miles de niños víctimas de la violencia familiar, de la prostitución infantil y de la delincuencia juvenil. Los escuadrones de la muerte los matan en las calles para que no crezcan y no molesten a la "gente buena, de buen nivel". Mueren en las calles, su único hogar, llenos de drogas caseras y con esperanza de haber sido amados por alguien. Mueren en las cárceles y hogares de reformatorios. Mueren con hambre, frío, desnudos, sucios, y analfabetos.

   

Si nos repugna y nos escandaliza la actitud de Herodes, ¿qué pensar de nuestro tiempo, de los actuales "reyes", que aniquilan a nuestros niños, los inocentes de nuestros Pueblos? El aventurero Santiago Sánchez, después de estar 15 meses en una prisión iraní injustamente, ha dicho al salir: «No sabemos lo afortunados que somos por haber nacido en nuestro país». Hay mucha gente que sufre, en las guerras de Ucrania-Rusia y Gaza-Israel, y tantos otros como cristianos armenios de Azerbaiyán, que padecen un segundo genocidio después del de 1915, y sufren los niños maltratados, y los inocentes en los abortos provocados (Teresa de Calcuta bien decía: «Mientras haya abortos nunca habrá paz en el mundo»).

   

No hay explicación fácil para el sufrimiento, y mucho menos para el de los inocentes. El sufrimiento escandaliza con frecuencia y se levanta ante muchos como un inmenso muro que les impide ver a Dios y su amor infinito por los hombres. ¿Porqué no evita Dios todopoderoso tanto dolor aparentemente inútil? El dolor es un misterio y en la oscuridad del sufrimiento propio o ajeno, intuimos la mano amorosa y providente de su Padre Dios que sabe más y ve más lejos, y entiende de alguna manera que “para los que aman a Dios, todas las cosas son para bien” (Rom 8,28), también aquellas que nos resultan dolorosamente inexplicables o incomprensibles, misterio que sigue abierto, que no entiendo con la cabeza, pero el corazón me lleva a confiar que aquello sirve para un fin, que luego se arreglará, pero que ya aquí hemos de procurar “pasar haciendo el bien” como hiciera Jesús.

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