Visto el fracaso absoluto de los planes de estudio a la hora de despertar un mínimo interés de los alumnos en relación con las humanidades, a un viejo profesor de Historia Contemporánea se le encendió la bombilla y decidió pedir por primera vez en su vida un favor a un antiguo compañero de farras universitarias, hoy vicepresidente de la FIFA. Cuando éste escuchó la petición, que pasaba por teledirigir (trucar) el sorteo de los Grupos de la inminente Eurocopa y establecer así los emparejamientos de las primeras jornadas, estuvo a punto de echarle del reservado en el que tan amablemente lo había recibido unos minutos antes. Claro que en su momento había que hacer amaños y usar bolas calientes para programar los encuentros que demandaba la TV, pero eso formaba parte del negocio. Lo que le proponía ahora esta sombra del pasado era una insensatez improductiva.
El profesor pidió dos minutos para explicarse, y debió ser deliciosamente persuasivo pues de allí salió un acuerdo en firme que el presidente de la organización no terminó de entender pero si de aceptar. Así, los cruces de los primeros días de competición depararon encuentros tan simbólicos como Alemania-Polonia, Austria-Hungría, España-Turquía, Macedonia-Grecia o Serbia-Croacia. El día después de cada uno de estos partidos, seguidos por un número bastante elevado de estudiantes, servía al profesor del centro de turno para endosar con más facilidad a su prole circunstancias como “Ghetto de Varsovia”, “Imperio austro-hungaro”, “Batalla de Lepanto”, “Alejandro Magno” o “Cascos azules”. Algo es algo.
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