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Pascual Falces

Fin de curso

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Las actuales fechas son muy socorridas para asociarlas con su equivalente escolar: termina un curso a la vez que llega el calor, y unas largas vacaciones se echan encima. Tiempo por delante para no hacer nada y elaborar planes del futuro, que, inevitablemente, se vendrá encima al volver la esquina de septiembre. Los comentaristas caen en la tentación de hacer resumen valorativo de los nueve meses pasados, y ofrecen sus vaticinios para lo que avecina. Más, es de temer que las cosas no son tan sencillas, en realidad se trata de una equivalencia engañosa. Los cursos están reglados, pero, la vida no, y a la vuelta del verano todo seguirá el derrotero que cada cual ha trazado según la actitud que mantiene ante sus circunstancias.

De cualquier modo, algo hay en el ambiente de “fin de curso”, y se siente la inclinación de evaluar el resultado del esfuerzo pasado. Oteando, se observa que ZP ha cosechado una magnífica colección de “calabazas”. Tan sólo ha aprobado lo que ha podido “comprar” con el dinero de los españoles, como la fragmentación autonómico-presupuestaria en función de cómo le pueden ayudar a sostenerse en la Moncloa. Como catástrofe final, ETA ha desmontado las triquiñuelas que aún arrastraba de su época de “diálogo”. El agobio que la “crisis” ha supuesto todo el curso que concluye para los parados, y para todos los que ven incierto -tirando a negro-, el futuro, no le dan derecho a vacaciones, sino a recoger la lluvia de hortalizas que más de la mitad del país le tiraría encima.

Rajoy –otro que tal baila-, tampoco se ha hecho merecedor de un cómodo descanso estival. Existe un general acuerdo, esta vez en todo el país, de que la “oposición” no ha existido, sino que, más bien, ha tendido la mano para que pasen desapercibidas las pertinaces mentiras del Gobierno. Pero, tal vez, ni de eso es consciente, y, en lo que se parece tanto al Presidente, se irá encantado de cómo han ido los asuntos de Estado, y confiado en que el próximo curso, todo irá aún mejor.

Los que echan números, calculadora en mano, se cansan de explicar en todos los tiempos verbales, que la economía irá a peor, y vendrán los barros traídos por los lodos que se han vivido. Gobierno y Oposición, oposición y gobierno -tal para cual-, han suspendido estrepitosamente, y así es como se enfrentará el paisanaje con lo que caiga al llegar septiembre. Esta es la diferencia: el poderoso embuste de creer que “el curso termina en ese mes”. No hay exámenes para recuperar, y, lo que es peor, ninguno de los mencionados tiene conciencia de haber dejado nada pendiente. Todos están con las maletas listas para vacaciones, aunque el criminal zarpazo de “los de siempre”, les haya supuesto un duro encontronazo con la realidad más cruel.

Si, al menos, los suspensos sirvieran para que todos tomasen conciencia de sus equivocaciones, podían servir para algo. Desgraciadamente no es así, y volverá el nuevo curso sin que nada se arregle. Aquí no cabe el recurso de arrastrar asignaturas, ni de pasar de año con algo atrasado. La cerrazón y la propia conveniencia se dan la mano, y los que no ven más allá de sus ventajas, seguirán conduciendo a ciegas un país que no se merece los dirigentes que tiene, aunque intentemos convencernos que tenemos “lo que nos merecemos”.

Fin de curso

Pascual Falces
Pascual Falces
domingo, 2 de agosto de 2009, 05:56 h (CET)
Las actuales fechas son muy socorridas para asociarlas con su equivalente escolar: termina un curso a la vez que llega el calor, y unas largas vacaciones se echan encima. Tiempo por delante para no hacer nada y elaborar planes del futuro, que, inevitablemente, se vendrá encima al volver la esquina de septiembre. Los comentaristas caen en la tentación de hacer resumen valorativo de los nueve meses pasados, y ofrecen sus vaticinios para lo que avecina. Más, es de temer que las cosas no son tan sencillas, en realidad se trata de una equivalencia engañosa. Los cursos están reglados, pero, la vida no, y a la vuelta del verano todo seguirá el derrotero que cada cual ha trazado según la actitud que mantiene ante sus circunstancias.

De cualquier modo, algo hay en el ambiente de “fin de curso”, y se siente la inclinación de evaluar el resultado del esfuerzo pasado. Oteando, se observa que ZP ha cosechado una magnífica colección de “calabazas”. Tan sólo ha aprobado lo que ha podido “comprar” con el dinero de los españoles, como la fragmentación autonómico-presupuestaria en función de cómo le pueden ayudar a sostenerse en la Moncloa. Como catástrofe final, ETA ha desmontado las triquiñuelas que aún arrastraba de su época de “diálogo”. El agobio que la “crisis” ha supuesto todo el curso que concluye para los parados, y para todos los que ven incierto -tirando a negro-, el futuro, no le dan derecho a vacaciones, sino a recoger la lluvia de hortalizas que más de la mitad del país le tiraría encima.

Rajoy –otro que tal baila-, tampoco se ha hecho merecedor de un cómodo descanso estival. Existe un general acuerdo, esta vez en todo el país, de que la “oposición” no ha existido, sino que, más bien, ha tendido la mano para que pasen desapercibidas las pertinaces mentiras del Gobierno. Pero, tal vez, ni de eso es consciente, y, en lo que se parece tanto al Presidente, se irá encantado de cómo han ido los asuntos de Estado, y confiado en que el próximo curso, todo irá aún mejor.

Los que echan números, calculadora en mano, se cansan de explicar en todos los tiempos verbales, que la economía irá a peor, y vendrán los barros traídos por los lodos que se han vivido. Gobierno y Oposición, oposición y gobierno -tal para cual-, han suspendido estrepitosamente, y así es como se enfrentará el paisanaje con lo que caiga al llegar septiembre. Esta es la diferencia: el poderoso embuste de creer que “el curso termina en ese mes”. No hay exámenes para recuperar, y, lo que es peor, ninguno de los mencionados tiene conciencia de haber dejado nada pendiente. Todos están con las maletas listas para vacaciones, aunque el criminal zarpazo de “los de siempre”, les haya supuesto un duro encontronazo con la realidad más cruel.

Si, al menos, los suspensos sirvieran para que todos tomasen conciencia de sus equivocaciones, podían servir para algo. Desgraciadamente no es así, y volverá el nuevo curso sin que nada se arregle. Aquí no cabe el recurso de arrastrar asignaturas, ni de pasar de año con algo atrasado. La cerrazón y la propia conveniencia se dan la mano, y los que no ven más allá de sus ventajas, seguirán conduciendo a ciegas un país que no se merece los dirigentes que tiene, aunque intentemos convencernos que tenemos “lo que nos merecemos”.

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