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De Jorcas a Aguilar del Alfambra

Venancio Rodríguez, Zaragoza
Lectores
miércoles, 8 de noviembre de 2023, 08:53 h (CET)

Como el agua de la lluvia, cae la luz de la mañana sobre Jorcas (Teruel). Las gotas empapan de claridad a las viejas tejas de los tejados de la parroquia de la Virgen de la Asunción de Nuestra Señora. Con su seco aliento, el otoño ha hendido las hojas que yertas y quebradizas yacen sobre la alfombrada quebrada. 


El río Alfambra se viste en las mejores tiendas de la naturaleza. Con un abrigo confeccionado de pétalos de chopos a topos que apenas cubre su esbelto cuerpo. Cosido con hilo de plata, de oro y de turquesas, une sus diferentes tramos dejando entrever su refrescante silueta. Bajo palacios hechos de ramas y muros de piedra seca, nos sentimos como reyes en la ruta de los chopos cabeceros que, suavemente, se incrusta en un estrecho atolladero. 


A nuestros pies, una crujiente alfombra dorada, que a nuestro paso alguien puso de forma apresurada. Planeando cruza, majestuosamente, el cielo un milano. Un aguilucho cenizo se para en el aire acechando a su presa sobre un campo de girasoles secos. Una calandria común nos ameniza la andada con su canto. Encima del trampolín al cañón aflorado, flanqueados por el recinto fortificado y la ermita de la Peña, nos asomamos a la espectacular herida que, con el tiempo y una caña, el río Alfambra a la tierna roca le ha propinado. 


Haciendo equilibrios por la cornisa de la meseta, con el viento como nuestro enemigo íntimo, arribamos a Aguilar del Alfambra sedientos.  Y como colofón, terminamos nuestra epopeya con unas cervezas en lnuestras manos.

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Ya inmersos en la canícula, tal vez precisamos una pausa en nuestros afanes y tribulaciones habituales, un alivio en las cavilaciones para cargar pilas y lamer heridas. La lectura resulta útil en estas circunstancias, al menos para los que la practicamos como bálsamo y ungüento frente a desvaríos del pensamiento y tentaciones sectarias.

Introducen esa chispa dubitativa de obligada atención a la hora de tomar las decisiones. Salir de ese atolladero no siempre resulta fácil, las opciones se multiplican. La falta de resoluciones de carácter absoluto se convierte en un potente estímulo para continuar con la mente abierta en busca del verdadero progreso.

Acudo a la 33ª edición de “Arte Santander” y me dejo llevar. Me enfrento a las obras que allí se exponen: pintura, escultura, fotografía... Desmenuzo una para ver qué me trasmite e intento comunicarme, en ausencia, con el artista desde mi óptica de la recepción. Una vez analizada, busco el nombre que se le ha puesto en la cartela para completar lo sentido con el valor emitido desde la palabra y, entonces, surge el anodino e insustancial “Sin título”.

 
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