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Señor Iglesias: ¿Usted cree en Dios?

La respuesta solamente debía pronunciarse en el ámbito de lo privado
José García Pérez
domingo, 29 de mayo de 2016, 11:48 h (CET)
Por tierras de Sitges se han celebrado unas Jornadas del Círculo de Economía, flor y nata del Ibex, en la que han participado los líderes de los partidos políticos bajo la coordinación del señor Costas.

Pablo Iglesias, imparable en los sondeos que se están publicando para las elecciones del 26-J, ha perdido la gran oportunidad de su vida en la obtención de una posible mayoría absoluta cuando el citado Costas le preguntó: “Señor Iglesias: ¿Usted cree en Dios?”; y él, con sumo respeto, contestó que Dios es un significante de difícil definición, pero que él, Costas, seguro que comprendería que la respuesta solamente debía pronunciarse en el ámbito de lo privado. Y ahí quedó todo.

Creo, pura estimación personal, que tras lo ocurrido entre la flor y nata del empresariado y banca nacional al señor Iglesias le faltó el reflejo para cantarle las cuarenta a ese conjunto de señores que maneja el cotarro del capital privado español, o le faltó chispa o agallas, o es que sencillamente tiene un discurso lineal o no quiero creer que se apabulló ante el poder real de España, y no el que creemos pueda tener el señor Mariano.

También el líder de “Podemos” pudo espetar al señor Costas con otra repregunta: “¿Y usted, cree en Dios?”; pero no ocurrió y la cosa quedó saldada con una doble sonrisa.

Claro que Pablo Iglesias también pudo contestar aquello de que no se puede poner “una vela a Dios y otra al Demonio”, y que por tal motivo no se veía con argumentos para hablar de Dios en aquellos momentos; más aún, si le hubiese contestado: “pues mire señor Costas, recuerdo que hay un pasaje en los hechos y dichos de Jesús en el que se afirma que no se puede servir a Dios y al Dinero, y tengo la sensación de estarle haciendo el juego en estos momentos a los que sirven al dinero en nombre de Dios”.

Quedé defraudado del señor Iglesias que, tal vez, no lo sé, se sintió complacido de estar entre mercaderes que buscaban su cobijo y por eso no se desabrochó el cinto y la emprendió, como el Nacido en Belén, con los que allí estaban.

Perdió su oportunidad y quedó como alguien tibio, aunque muy respetuoso con los que después atiza a mansalva. Ya saben, cuando “pasen lechugas”, cómprenlas.

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