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El desguace del viejo Toledo y …

No vamos a llorar por un “viejo trasto” retirado de la vía pública
José García Pérez
viernes, 27 de mayo de 2016, 09:02 h (CET)
A determinada edad, la mía podría ser, los días pesan en su transcurrir, los días y todo lo que les acompaña. Uno hace encaje de bolillos para que no sean todos clónicos y es por ello que, a través de líneas como las de hoy, carga de sentimientos el desguace de un viejo automóvil que ya por inservible, no sé bien si el que no sirve es el conductor, se lo quita uno de en medio tras un servicio de 137.000 kilómetros y veinticinco años de complicidad.

No soy un “fiebre” de los coches, hecho que se puede comprobar comparando los años del Toledo y el kilometraje realizado; pero sí es cierto que lo he sentido porque ha sido objeto de múltiples aventuras y descubrimientos. No duden que podía haber acabado él conmigo, pues motor tiene para eso y para más; pero mis torpes pies y mi cerebro ya no se ponían de acuerdo en pisar el freno o el embrague, así que opté por su final.

Fue el primer Toledo que la casa Seat colocó en el mercado, y los expertos afirman que ha sido el mejor de la gama, y yo corroboro esa afirmación pues jamás me dejó tirado en el camino que me llevaba desde el Mediterráneo al Atlántico en busca del lugar “donde el viento silba nácar”; este verano, hay que ser optimista, encontraré el modo de llegar a volver a ver los esteros de la marisma vertiendo aguas que la cubra y giraré la vista a poniente y levante para percibir en el silencio el asentamiento junto a mi persona del beso perdido.

No vamos a llorar por un “viejo trasto” retirado de la vía pública, pero debe ser que los años consiguen que los corazones, aunque más achacosos, se conviertan algo más tiernos con aquellas “cosas” que te han acompañado, todavía algunas lo siguen haciendo, en tu devenir obligado hacia lo ignoto.

Aquella pluma que ya no se usa, esas fotografías en álbumes amontonados en estanterías a las que algún día habrá que tijeretear -incluida la de la santa madre- antes de que sean pacto de contenedor, las “virutas” de poemas que nada dicen a nadie, aquellos recortes de prensa en que tu imagen adornaba críticas poéticas y políticas, miles de “copos” en prensa escrita o en archivos de ordenadores; en fin, recuerdos tuyos que serán estorbos para otros.

Hay tantos “toledos” por desguazar que no sé si tendré tiempo para ello; queda pues trabajo para que los días transcurran con alguna que otra lágrima que brote ante el desguace de un recuerdo ya olvidado.

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